Industriales de la inseguridad

Nicolás Maduro ha exaltado, en su paquete de banderas heredadas del Comandante Supremo, la bandera contra la violencia; entendiéndose que se refiere a los factores que producen los altos niveles de actividad del hampa.

Lo he escuchado con optimismo ya que suele referirse a la penetración popular, mediante las organizaciones del pueblo, en los medios donde suelen cultivarse las manos ejecutoras del hampa; sin embargo, me queda una duda en cuanto a las otras dependencias de esa gran industria, cuyo objetivo es mucho más amplio que el simple enriquecimiento económico personal de ciertos promotores, sino que llega hasta la producción exprofeso de un estado artificial de atraso civilizatorio en nuestro “tercer mundo” que justifique nuestra “sumisión” al “primer mundo”; aun cuando el verdadero objetivo no es “civilizarnos” sino la consecuente entrega de nuestros recursos y riquezas naturales al financiamiento y salvación del tan costoso “mundo desarrollado”, constituido por el imperio cansado de USA y la vieja Europa.

La industria de la inseguridad posee, como toda industria, una dirección ejecutiva, un capital, una tecnificada administración, una diversificada fuente de materia prima, insumos varios, personal de diversos niveles, equipos y procesos, mercados, propaganda y venta del producto; pero además del efecto combinado de la actividad de todas esas dependencias sobre el “producto” hay efectos secundarios que se producen como consecuencia de la “colocación” de ese producto en el mercado.

Podemos darnos cuenta de que el hampa común, en una población que por primera vez en su historia presencia un gobierno dedicado a “pagar la deuda social”, atacando con prioridad los problemas de subsistencia de los ciudadanos históricamente más desposeídos y discriminados, no puede ser un producto del resentimiento por la pobreza misma. Hoy menos que nunca podría aplicarse tan descabellado criterio. Si tratamos de responder con profundidad las preguntas que surgen sobre la existencia de tal flagelo, no tenemos más que llegar a la conclusión de que el hampa en Venezuela es un producto artificial, producido industrialmente.

Pregunto: ¿Dónde adquiere un muchacho común, un arma de fuego?, ¿cómo mantienen sus existencias de municiones?, ¿y las provisiones de droga para tan arriesgada tarea?, ¿por qué tantos asesinatos sin robo?, ¿qué obtienen a cambio?, ¿les pagará alguien?, ¿Quién diseña las tramas de los secuestros?, ¿Quién traslada y enconcha a los que huyen?... el lector podrá elaborar muchas preguntas más y mucho más inteligentes; ¿podríamos obtener con certeza las verdaderas respuestas?

Hay quienes se conforman con pensar que existe una especie de generación espontánea, alternativa a la “economía informal”; así como el honesto desempleado recurre a la buhonería, el deshonesto recurre al hampa. Pero es que la buhonería es una industria. Los buhoneros dejaron de ser hace tiempo, desempleados haciendo candelitas, para convertirse en “comerciantes informales de profesión”; y existe todo un aparato de importadores, mayoristas y distribuidores de cherecheres, tal que los gobernantes se han tenido que dedicar a construir centros comerciales para ese formal “mercado informal”.

¿Podría pensarse que un hampa tan basta y tecnológicamente desarrollada sea de generación espontánea? Yo me inclino a pensar en el hampa como un hecho industrial, por varias características descollantes: Utiliza recursos (armas, drogas y otros artificios) que hacen necesario sofisticados contactos internacionales, un sistema de importadores, mayoristas y distribuidores muy especializados; ejecuta labores complejas en atracos y secuestros que requieren organización, planificación, disciplina y recursos de movilización y “almacenaje” muy seguros y versátiles; mantiene contactos permanentes con funcionarios corruptos para obtener información oportuna y facilitar diligencias (como la industria “legal” lo hace para evadir impuestos y permisos) y finalmente, el trato que les da la mayor parte de los periódicos privados, más parece “propaganda” que simple deber de informar a los ciudadanos.

Conjuntamente con la promoción de la honestidad y el buen vivir en todos los sectores de la población y la vigilancia extendida como un deber de todos los venezolanos, la educación de los hijos con retomados valores ciudadanos y la proliferación del deporte y el arte en el reforzamiento de la autoestima, sería bueno investigar: ¿quién será el mayorista principal y quienes los distribuidores de insumos para el hampa?, ¿cuál es la fuente de “cerebros”?, ¿estarán importando “paramilitares” desempleados?...

Desmantelada la industria del hampa, será posible la reconstrucción de una ciudadanía con puertas abiertas y ventanas sin rejas; como la hubo antes de la “cuarta” y la habrá como resultado de la “quinta” en nuestra Patria Bonita.

(*)Profesor Universitario

joseclaudiolaya@hotmail.com


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José C. Laya M.

Profesor Universitario

 joseclaudiolaya@hotmail.com

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