El postcarmonismo y las elecciones

“La resistencia pasiva se ha puesto en marcha. Y las marchas se medirán ahora por la capacidad de abstención ante los comicios…”

David de los Reyes, Horror Vacui, El Nacional, 12/8/05.



La filosofía de la reacción venezolana ha dado un salto cualitativo. Ante los últimos resultados electorales, en los cuales la oposición escasamente superó el 15% de los votos, sus ideólogos han interpretado la debacle como una victoria avasallante, y el inicio de una nueva etapa política. Siendo que la teoría según la cual se interpreta el mundo informa y condiciona la percepción de la realidad, el idealismo reaccionario aspira a fundar una nueva teoría política para invertir el sentido de los hechos. Un dato parcial es la base del entusiasmo de las menguadas sectas apocalípticas de la oposición antidemocrática, y es el índice de abstención en la elección de concejales y juntas parroquiales. En su helado ardor fanático, sentencian la deslegitimación del gobierno y el comienzo del fin de la revolución bolivariana.



Contextualizar el índice de abstención ofrece una perspectiva más comprehensiva de lo que realmente retratan los resultados electorales. La abstención de 69% del registro electoral significa en términos relativos una disminución de siete puntos porcentuales con respecto a las elecciones municipales inmediatamente anteriores. La distribución de la votación entre partidarios y adversarios del proceso de cambios se corresponde con los índices de apoyo al presidente Chávez que han aparecido en encuestas privadas publicadas recientemente, los cuales oscilan entre un 70% y un 80%, aproximadamente. Esto significa que la abstención no fue ejercida por el antichavismo a modo de protesta, o en todo caso no en una dimensión que se reflejara en el resultado electoral. Esto era previsible, pues las únicas organizaciones opositoras que llamaron a no votar eran las que no tenían una mínima capacidad de convocatoria, y precisamente por esa razón.

Sin embargo el índice de abstención sigue siendo alto, y es importante que se revisen sus razones. Las elecciones siguen siendo un mecanismo de democracia sustitutiva, por medio del cual los funcionarios legitiman formalmente su carácter representativo. Para que efectivamente sean ejecutores de la voluntad colectiva, es necesario practicar la democracia participativa, o la incidencia directa de la ciudadanía en la toma de decisiones del Estado. No hemos avanzado lo suficiente en esta dirección como para que la función de estas elecciones cambie sustancialmente, y esa es una razón para que la abstención se mantenga en sus niveles históricos.

Algo interesante es que las organizaciones de base y partidos pequeños de la revolución, en muchos casos participando por primera vez en procesos electorales, han obtenido una votación semejante a la de la oposición, y en muchos estados se han convertido en la segunda fuerza política. De esta manera se han fortalecido fuerzas políticas que están a la izquierda de sectores gruesos de la burocracia partidista del MVR, y de continuar esta tendencia se perfila una nueva correlación del poder político entre izquierdas y derechas, entre revolucionarios y reformistas, en favor de la profundización de la revolución.



Pero el método reaccionario desprecia la realidad (y viceversa). Ahora la resistencia es pasiva. La base social de la oposición debe calcularse por la cantidad de votos que no saque en las elecciones. De las marchas que valían por referendos y elecciones, tesis del carmonismo, hemos pasado a la abstención que vale por marchas. Que es como pasar de querer tumbar al gobierno con un CD de cacerolas, a protestar escuchando ese ruido, pero con audífonos. El postcarmonismo se adentra en el postmodernismo.



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Simón Rodríguez Porras

Músico y militante del Partido Socialismo y Libertad.

 @guitarraylapiz

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