La Zago, la Cuenca y los nuevos mantuanitos

La Universidad de Caracas se rendía a los pies de aquellos engreídos mantuanos, que orgullosos se paseaban por los pasillos de la institución luciendo sus vistosos trajes académicos. Abundaban allí los jóvenes miembros de familias linajudas con apellidos tales como Aristeguieta, Ponce, Blanco, Rodríguez, Bolívar, Herrera, Tovar, Lovera, Mijares, Palacios, Toro, Vegas, Ibarra, López Méndez, Solórzano, etc. Unas veinte familias aristocráticas eran las dueñas de Venezuela entonces, y sus engreídos mozalbetes se mostraban omnipotentes a sabiendas de estar próximos a heredar las colosales fortunas amasadas a la fuerza por sus bisabuelos, luego que estos arrebataran tierras, minas, aguas y animales a sus propietarios indígenas, y sometieran a esclavitud a miles de hombres y mujeres, capturados en tierras africanas, a quienes obligaban a trabajar en sus inmensas haciendas y hatos.

A la universidad ingresaban los jóvenes aristócratas con el propósito de obtener un título universitario, preferentemente en Leyes o Teología, un blasón más en la larga lista de privilegios disfrutados exclusivamente por los integrantes de su clase. Con estos títulos académicos, los miembros de este minúsculo grupo colonial, se encumbraban aun más arriba en la pirámide social, y desde este olímpico lugar donde creían encontrarse, miraban con desdén al resto de la población, los miembros de “las castas”, hombres y mujeres “manchados” por el “pecado de la tierra” y el “pecado de su origen”, esto es, el “pecado” de haber nacido de vientre de mujer india o africana, y en tierras americanas. Era la Universidad entonces una institución al servicio de la oligarquía, los dueños de tierras, amos de esclavos, propietarios del gran comercio, e integrantes del cabildo. Nadie de otra condición socioeconómica ingresaba al recinto universitario. Solo los mantuanitos aristócratas tenían posibilidad de estudiar y adquirir título universitario.

Esa universidad fue visitada por el sabio alemán Alejandro de Humboldt, a fines del año 1799, cuando estuvo él en la ciudad de Caracas. En los pocos días de su permanencia en la capital se familiarizó el visitante con las costumbres, maneras y pensamiento de los miembros de aquella clase, que, luego, en sus escritos, nos describirá de manera muy vívida. Cuenta Humboldt que se trataba aquella gente, “de un pequeño número de familias que en cada comuna ejercen una verdadera aristocracia”. De sus características, dos aspectos llamaron la atención del visitante alemán. La primera, su tenaz disposición a defender la exclusividad de sus privilegios, al punto que, según Humboldt, a ellos “les gustaría más verse privados de ciertos derechos ante que dividirlos con todos”; y, la segunda, su complacencia con su condición colonial subalterna, por cuya razón, decía Humboldt, “prefieren una dominación extranjera a la autoridad ejercida por una casta inferior”.   Dos atributos muy emblemáticos de esa mezquina oligarquía que ejercía en aquellos tiempos venezolanos la tiranía doméstica, según calificaba Simón Bolívar al gobierno de los criollos aristócratas.

Doscientos años después, no mucho ha cambiado esa universidad venezolana de origen colonial. Sigue siendo esa institución un enclave sociocultural en la realidad venezolana, centro de divulgación del pensamiento reaccionario, institución política al servicio de las clases pudientes actuales, reservorio de los cipayos.

Este es el caso de universidades como: Central de Venezuela, Simón Bolívar y Católica Andrés Bello, cuyos líderes estudiantiles creen estar viviendo aun en aquellos tiempos pasados cuando el país estaba dividido en castas y la gente considerada “de linaje vil y detestable”, se postraba cada vez que se topaba con uno de aquellos presumidos oligarcas. Son los mantuanitos de ahora, con apellidos nada criollos, tales como: Requesens, Scharifker, Planchart, Patiño, Smolansky, Goicochea, Herrera, Aure, provenientes tales apellidos de familias europeas llegadas a Venezuela en oleadas posteriores a la segunda guerra mundial, cuando el viejo continente se encontraba devastado y los jóvenes sobrevivientes de aquél territorio emigraron en búsqueda de oportunidades para salir adelante. Son igualmente soberbios, presumidos y arrogantes estos mantuanitos, cuyas presunciones no les permiten darse cuenta que si bien la universidad no ha cambiado mucho, el país si lo ha hecho, sobre todo en la última década. Y ha cambiado tanto el país que ahora, a diferencia de antes, son los sectores populares, “las castas” de antaño, los que tienen la voz cantante, producto de un gobierno de orientación popular, respecto al cual los ricos no ejercen ninguna influencia. En nuestro caso, gobiernan los pobres, de manera que en el país los términos se han invertido, lo que no sucede en las mencionadas instituciones educativas

No es por casualidad entonces, sino en razón de su condición colonial, que esas universidades exhiben con orgullo a esos dirigentes estudiantiles de hoy, con esos apellidos extranjerizantes, militantes de organizaciones juveniles internacionales de tinte fascistoide, financiadas por la USAID, como es el caso de JAVU; por lo mismo, tampoco es una rareza encontrarse allí a docentes capaces de proferir dislates como los pronunciados por las profesoras Angela Zago y Gloria Cuenca. La primera dijo, en el transcurso del año 2002 que “prefería ver al ejército norteamericano invadiendo Venezuela, antes que soportar a Hugo Chavez como presidente de Venezuela”; mientras que la segunda, en sentido parecido, escribió en el diario Últimas Noticias, del 27-01-2013; p. 24: “No me importa decirlo: entre ser sometida por la atrasada y subdesarrollada Cuba y cualquier otro país desarrollado de Europa, o los estados Unidos, prefiero el desarrollo y el Primer Mundo”. Por su lado, en la misma bochornosa comparsa, las autoridades rectorales de la UCV., no encuentran mejor cosa a la que dedicar su tiempo que proponer, en cuanto canal de televisión les abra sus puertas, la conformación de una junta médica, integrada por profesionales de la FMV, cuya finalidad sería visitar el hospital de la Habana, donde convalece el presidente Hugo Chávez, y elaborar un informe descriptivo de la situación del paciente. Con tan “probos” integrantes no cabe esperar de tal informe otra cosa que no sea la “constatación” de la incapacidad del presidente para continuar al frente del país, dato que les serviría para convocar unas nuevas elecciones presidenciales, donde esperan ellos salga victorioso su pupilo Capriles Radonsky. Como vemos, nada de luces irradian las universidades nombradas. Siguen domeñadas las mismas por aquello que en muy pocas oportunidades han combatido en verdad, es decir, por las sombras. De manera que sombras y más sombras es el contenido de las lecciones que enseñan a sus alumnos y el país. Por tal motivo tiene razón el actual gobierno de enfrentarlas con mano dura y tratarlas, no como centros de formación, sino como reductos de la derecha reaccionaria, como trincheras de los políticos adecocopeyanos, como centros de difusión del pensamiento neoliberal, como guaridas de la contrarrevolución, como madrigueras del cipayismo. 

siglanz53@yahoo.es



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Sigfrido Lanz Delgado


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