Hugo Chávez demuestra que sí se puede impulsar un gobierno popular progresista que le dice no al neoliberalismo

¿La cobertura mediática occidental que lo retrata como un dictador, tendrá algo que ver con su política? Aquí en Venezuela, la verdad salta a la vista.

Si le creyéramos a gran parte de los medios occidentales, escribo esta columna desde un país brutalizado por un caudillo de hojalata, Hugo Chávez, quien como rutina encarcela a cualquier periodista o político que tenga la temeridad de hablar en contra de su tiranía.

Según Toby Young, Venezuela está gobernada por un "tirano marxista", un "dictador comunista". En cambio, el rival de Chávez, derrotado en la elección presidencial del domingo, se retrataba como un demócrata inspirador y dinámico, con la determinación de acabar con el experimento fallido del socialismo en Venezuela y abrir el país a la tan necesaria inversión extranjera.

La realidad de Venezuela no podría ser más lejana de lo que dicha cobertura transmite, pero el daño está hecho: inclusive muchos de la izquierda [en el Reino Unido y en Europa] ven a Chávez como fuera de lo aceptable. Aquellos que retan esta narrativa son descartados como "idiotas útiles", siguiendo los pasos de gente como Beatrice y Sidney Webb quienes, en los años 1930, alababan a la Rusia de Stalin, inconscientes ante los verdaderos horrores.

Venezuela es una curiosa "dictadura". Los medios privados disfrutan de una cuota de audiencia del 90 por ciento, y cotidianamente bombean propaganda vitriólica en contra de Chávez, las zonas pro-opositoras están repletas de pancartas con la cara sonriente de Capriles, y marchas jubilosas anti-chavistas son un evento regular a lo largo y ancho del país.

Los venezolanos fueron a los comicios el domingo por la 15a vez desde que Chávez fue electo en 1999 por primera vez: todas esas elecciones previas fueron valoradas como libres por observadores internacionales, incluyendo al ex-presidente estadounidense, Jimmy Carter, quien describió el proceso electoral del país como "el mejor del mundo". Cuando Chávez perdió un referendo constitucional en el 2007, aceptó el resultado. Antes de sus enormes campañas de registro, mucha gente pobre no podía votar. En marcado contraste con la mayoría de las democracias occidentales, más de 80 por ciento de los venezolanos salieron a votar en la elección presidencial del domingo.

Los mismos opositores a Chávez me dijeron que es el primer presidente venezolano que se haya preocupado por los pobres. Desde su contundente victoria en 1998, la extrema pobreza ha caído de casi una cuarta parte de la población a 8,6 por ciento el año pasado; el desempleo ha bajado a la mitad; y el PIB per capita se ha más que duplicado. En vez de arruinar la economía -según alegan sus críticos- las exportaciones de petróleo han levantado de $14.4bn a $60bn in 2011, proporcionando ingresos para gastar en los ambiciosos programas sociales de Chávez, las llamadas "misiones".

Sus disidentes lo atacan por su asociación con autócratas y tiranos como Gadafi, Ahmadinejad y Assad. Tienen cierta razón, pero dado el propio apoyo de Occidente a dictaduras como las de Arabia Saudita, Bahrein y Kazajstán - cuyo régimen actualmente le paga a Tony Blair unos $13m al año por servicios de relaciones públicas - se recuestan contra una enorme pared de vidrio. Los principales aliados de Venezuela son sus democracias pares de América Latina, ellas mismas gobernadas por gobiernos progresistas que Chávez ayudó a inspirar, como Brasil, Ecuador y Bolivia.

Eso no quiere decir que Venezuela esté libre de problemas, o siquiera cercana a ello. La seguridad es la principal preocupación de los venezolanos con quien hablé, y es poca la sorpresa: el crimen violento se ha disparado, con hasta 20.000 asesinatos el año pasado. Una fuerza policial local y un sistema judicial ineficaz y a menudo corrupto, la filtración del conflicto desde la vecina Colombia, y una sociedad con más armas que gente, son en gran parte culpables. El gobierno comienza a desplegar una fuerza policial nacional, pero no cabe duda de que se requiere acción urgente.

Pero cuando se trata de su relación con la oposición, podríamos decir que Chávez en realidad ha sido bastante complaciente. Muchos entre ellos -incluyendo a Capriles- estuvieron involucrados en un golpe con apoyo estadounidense, estilo Pinochet, en el 2002, que fracasó cuando los defensores de Chávez salieron a las calles. Fue incitado y apoyado por buena parte de los medios privados. Me pregunto: ¿qué le pasaría a Sky News y a ITN si hubieran alentado un golpe en Gran Bretaña contra un gobierno democráticamente electo? Cinco años después, el gobierno rehusó renovarle la licencia a una difusora, RCTV, por su rol en el golpe. Incluso muchos chavistas reconocen que fue un error táctico, pero me pregunto cuántos gobiernos tolerarían a canales de televisión que abogaran por su deposición armada.

A los oligarcas de Venezuela les saliva la boca con la rabia que sienten por Chávez, pero la verdad es que su gobierno casi ni los ha tocado. La banda superior de impuestos es de apenas 34 por ciento, y la evasión fiscal está desatada. ¿Por qué lo desprecian? Como me lo planteó el vice-ministro de Chávez para Europa, Temir Porras, ésto se explica en base a que "la gente que limpia sus casas ahora son políticamente más importantes que ellos". Bajo Chávez, los pobres se han convertido en un poder político que no puede ser ignorado: con razón el mismo Capriles por lo menos prometía que mantendría intactos los programas sociales.

Los fustigadores de Chávez tienen derecho a estar pasionalmente en desacuerdo con él. Pero ya es hora de que dejen de pretender que es un dictador. Chávez ha ganado justa y rotundamente. A pesar de formidables obstáculos, ha demostrado que sí se puede impulsar un gobierno popular progresista que rompa con el dogma neoliberal. Tal vez sea esa, a fin de cuentas, la razón por la cual lo odian tanto.

Owen Jones fue uno de los acompañantes internacionales de la elección presidencial.

Artículo original: Hugo Chavez proves you can lead a progressive, popular government that says no to neo-liberalism, The Independent, 8 octubre 2012 (Reino Unido).

Traducción: George Azariah-Moreno



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