Clodosbaldo, el revolucionario

A Clodosbaldo Russian lo conocí en los años duros de la represión desatada por Rómulo Betancourt y Raúl Leoni. Cuando ser de izquierda era un requisito para ir a las cárcel, ser torturado o correr el riesgo de “ser desaparecido” por la democracia representativa. Eran los tiempos del famoso bachiller Pérez, más tarde conocido como CAP, ejecutor despiadado la violencia betancuriana contra los sectores populares que hacía suya la siniestra frase de “disparen primero y averigüen después” la cual se esforzaba en aplicar al pie de la letra desde el ministerio de Relaciones Interiores.

En las reuniones y contactos clandestinos Clodosbaldo Russián mantenía una serena calma cuando exponía con lucidez y metodología su punto de vista. Rara vez caía en la euforia o en el apasionamiento momentáneo que conducen al inmediatismo y a la visión a corto plazo, dos permanentes tentaciones que acosan a los movimientos revolucionarios.

Era pues Clodosbaldo una referencia a la hora de discutir las líneas políticas que elaboraba el buró político y sin ánimo de disensiones mostraba con equilibrio las ventajas y luego las flaquezas de las propuestas a discutir. Hacía que los debates fueran interesantes y llegaba a todos. Releyendo las experiencias de la Gran Marcha emprendida por Mao Zedong y que culminaron con la victoria del Ejército Rojo en 1949, encontré que el enfoque del militante revolucionario venezolano coincidía con la manera como los dirigentes asiáticos llevaban adelante sus discusiones. Lúcido y con un sentido fino de la inteligencia prefería la argumentación sólida en el debate de ideas y escuchaba con atención los razonamientos del contendor ideológico. Era un caballero y un revolucionario a carta cabal que mantuvo la lealtad como razón de su conducta.

Nos sorprendió la jugarreta que le jugó la naturaleza y siempre conservamos la esperanza de su recuperación y terminamos por aceptar su inevitable partida.

La vesania de los disociados que ha generado la guerra mediática desatada por la derecha desde hace años se ensañó con Clodosbaldo Russian. Le cobraban por doble partida su verticalidad revolucionaria y su liderazgo en la Contraloría donde hizo cumplir la ley sin titubeos algunos. Como lo hizo a lo largo de su vida. No distinguió entre funcionarios al servicio del gobierno bolivariano y opositores con poder financiero y mediático. Sobre su humanidad llovieron las calumnias y ataques de todo género fabricados en la prensa, en la radio, en los programas de opinión del medio televisivo y en los últimos tiempos en la Internet y en la mensajería de texto que la derecha orquesta.

A comienzos de año alcancé a verlo en un noticiero de televisión, rodeado de reporteros que extraviaron el manual de ética. Como en los viejos tiempos se mantenía sereno y equilibrado y hasta se permitía una leve sonrisa para responder a los hostiles fablistanes. Nunca encontraron un flanco para atacar al Contralor Russián que exhibía una hoja profesional impecable en las dos carreras universitarias que cursó y aprobó con honores. Demostró un talento excepcional como Abogado y Economista y fue reconocido como experto en Derecho Fiscal y Administración.

Después la carroña política se cebó en un hombre enfermo y como en la película “Z” de Michael Cacoyanis, la bajeza humana, el lado oscuro de la oposición celebró y festejó por adelantado el deceso de un revolucionario excepcional.

Toda su vida Clodosbaldo Russián la dedicó a luchar por una Venezuela socialista y tuvimos el privilegio de compartir tiempos de combate a su lado. Al final su ocaso físico y su partida definitiva sirvieron para desenmascarar la hipocresía de la derecha, su lado siniestro. A demostrar que no creen en los DDHH, en el Derecho a la vida, en el respeto al ser humano, ni en el pueblo.

lucartjesus@yahoo.es


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Héctor Agüero


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