Alarma ecológica, Desafío mundial

La irresponsabilidad social de las empresas es un postulado
fundamental del Neoliberalismo, esa absurda “teoría” económica que
desconoce los más elementales principios del capitalismo clásico
expresados en la Economía Política, como el del combate a la
concentración de la propiedad en monopolios y oligopolios, pues
representa una clara negación de la “libre competencia”.

Actualmente, son éstos los que dirigen la economía mundial no
tradicional, y su gran esfuerzo es por acabar con las demás formas de
producción, avaladas por su permanencia.

La capacidad para mantener una economía sostenible caracteriza esas
formas de producción despreciadas por el capitalismo tanto como por el
socialismo marxista inspirado en este sistema depredador, como bien lo
ha entendido Rafael Correa al plantear una vía de desarrollo
diferente, orientada al “buen vivir”.

Además, la economía tradicional riñe con la visión cortoplacista y
absolutamente contraproducente del capitalismo salvaje, que sólo se
interesa en el aumento del PIB anual, en términos de países, y de la
utilidad corporativa, en términos del interés de los individuos
privilegiados que han subyugado a toda la Humanidad poniéndola al
servicio de algunos potentados cuyo gran orgullo es adquirir o exhibir
fortunas inconmensurables surgidas de la destrucción del Mundo.

La obsesión por aumentar el PIB cada año significa reproducir lo del
año anterior pero incrementado en el porcentaje que los sabios
vitandos de la economía establezcan. Según sus absurdas políticas
depredadoras, tal aumento sería el más preciso indicador de éxito en
esos escenarios mortales.

Si arrasan 100 hectáreas este año, el próximo deberán arrasar más de
100 para reclamar progreso.  Y así, año tras año.

Cualquiera (menos los economistas neoliberales) entiende que eso agota
los recursos no renovables, incluyendo las especies que continúan
desapareciendo porque, aunque se reproducen, la tasa de depredación es
superior, o la agresión es invencible, como les pasó a los peces en
California este marzo, y se ha manifestado con muertes masivas de
aves, cangrejos y otras especies en el comienzo de 2011 sin que se
haya aclarado el motivo.

Pero el petróleo, que no se reproduce sino en términos de millones de
años, están decididos a agotarlo lo más rápido y radicalmente que
puedan.  Tal obsesión refleja el anhelo de matar a la madre privándola
de su sangre; por anemia extrema.

Es una locura interesante.  Conviene conocerla y evaluarla para
apreciar el aporte de los potentados y su superior designio de acabar
con todo, que es incomprensible para las mayorías aficionadas a la
Vida.

La desastrosa explotación de la biosfera se justifica como una
expresión legítima del sagrado derecho a enriquecerse, que sería la
gran promesa y el dogma fundamental del capitalismo y de las
sociedades mercantiles que giran alrededor del dinero.

Para los ambiciosos, enriquecerse a toda costa constituye un mandato
divino y una predisposición vital que demuestran de manera irrefutable
su superioridad genética y su predestinación social como líderes y
guías de los simples carentes de ambición.

La indiferencia ante los desastres fruto de esta actitud canalla -que
algunos consideran la más sublime que puede alcanzar un ser humano
“sanamente” ambicioso-, nos involucra a todos como cómplices del
Geocidio causado por la codicia de los más miserables y detestables
seres humanos, absolutamente inescrupulosos y amorales.

Si no reaccionamos con dignidad y contundencia, la destrucción
planeada por los potentados será inevitable, y no podremos
inculparlos, pues sus mosqueteros nos señalarán como enemigos de la
empresa privada, lo cual es gravísimo a la luz del sionismo y los
planes de destrucción que tan avanzados llevan.


Los frentes de destrucción son abundantes, y muchos de los más nocivos
giran alrededor del suministro energético, pero las inversiones
mineras y la destrucción de nichos ecológicos que conllevan son
gravísimas (de verdad) tanto como los cultivos arrasadores de selvas
para producir combustibles o alucinógenos perversamente prohibidos y
que “justifican” las posteriores fumigaciones con venenos altamente
peligrosos para la Vida.

Además de las propuestas de Nicola Tesla, quien sostenía que la
energía se podía distribuir como las ondas de radio inalámbricas,
sabemos que desde fines del siglo pasado existen fuentes de energía
limpia capaces de eliminar el consumo de petróleo, carbón y gas, tanto
como los agro combustibles que arrasan las tierras fértiles,
reduciendo su disponibilidad para producir alimentos, lo cual se
ajusta a los planes de extender la hambruna, que es parte de los
recursos para diezmar la población.

La energía proveniente de fuentes autónomas como el viento, el sol, el
litio, el hidrógeno y hasta la misma agua, ha sido suficientemente
probada, pero las autoridades hacen todo lo posible por ocultarlo.

Las farsas de Obama, presuntamente interesado en promover la
investigación y el desarrollo de esas fuentes limpias, son
inadmisibles cuando sabemos que la misma General Motors dispone de
patentes para producir autos eléctricos.

Ante una tecnología tan poderosa, disponible y barata, como la del
hidrógeno -que no sólo mueve vehículos sino que les da autonomía
energética a todos sus posible usuarios en los hogares y las empresas
y, además, les suministra agua potable-, son claros el crimen y la
perversidad con que se ejecuta, cuando se insiste en la construcción
de grandes represas para hidroeléctricas; en el uso de combustibles
fósiles y de los provenientes de la agricultura, y, sobre todo, en la
proliferación de una amenaza prácticamente eterna: las instalaciones
nucleares cuyos desechos son radiactivos y amenazan la vida durante
millones de años.

Por tanto, el uso de la energía nuclear “con fines pacíficos” es un
eufemismo que oculta una de las amenazas más serias y persistentes
para la conservación de la Vida, de modo que cualquier aplicación de
la energía atómica debe prohibirse sin atenuantes.

El terremoto en Japón, el 11 de marzo, siete años después de los
ataques al Metro en Madrid, ha mostrado la fragilidad de estas
instalaciones nucleares que pretenden hacer pasar como una solución
civilizada, presuntamente limpia, a las necesidades energéticas de la
población.

El mal está hecho, de modo que es necesario enfrentarlo y buscar la
manera de mitigarlo.  Pero aumentarlo parece una estupidez que bien
puede reflejar al absurdo sistema económico imperante, dispuesto a
dejarnos sin futuro para que algunos potentados puedan tratar de
superar la fortuna de Carlos Slim, algo que consideran más importante
que asegurar la continuidad de la Vida en la Tierra.

Realmente, su propósito es acabar con todo en tanto ellos creen estar
a salvo en sus refugios mientras hallan algún planeta viable para irse
a envilecerlo.

Por eso siguen adelante con sus planes de destrucción de la biosfera,
disfrazados con el imponderable deseo de acumular fortuna, que
consideran el principio más sagrado de todos y el verdadero sentido de
vivir demostrando que son superiores a tantos millones de fracasados,
nacidos para admirar a los potentados y servirles de todo corazón
aunque muertos de la envidia.


Los desastres ambientales son normales para la madre Tierra, de modo
que los causados por la actividad humana pueden no afectarla
realmente, aunque aceleren sus ciclos de transformación.

Pero la Vida y la existencia humana sí están en grave peligro debido a
las estupideces del Neoliberalismo, de modo que los seres sensatos y
honestos no tienen derecho a seguir engañando a la especie restándoles
gravedad a las amenazas apocalípticas que tan entusiasmados tienen a
los herederos de Abraham.

La Humanidad está obligada a desmantelar las explotaciones petroleras
y los complejos nucleares a fin de evitar el acabóse al que nos están
conduciendo aceleradamente.

Las tragedias del golfo de México y la seria amenaza de radiación por
daños en las centrales nucleares japonesas, son advertencias claras
del “no futuro” que nos espera si continuamos la senda de “desarrollo”
que nos tiene al borde del abismo y que sólo podemos intentar evitar
asumiendo medidas radicales que los potentados no aceptarán de ninguna
manera.


Pero no podemos permitir que la aterradora tragedia en el Japón, que
reclama la solidaridad y la atención de la Humanidad, nos haga olvidar
el drama humano, políticamente definitivo, de la insurgencia de los
países africanos y del Medio Oriente.

La perversidad de los potentados y la capacidad del proyecto HAARP y
demás geniales monstruosidades dirigidas a acelerar la extinción de
las mayorías (como los chemtrails) son de tal magnitud que no es
descartable que hayan provocado deliberadamente el terremoto (como se
dice que hicieron en Haití en enero de 2010) para desviar la atención
mundial a fin de masacrar a los libios y demás díscolos…  ¡Así son los
pataleos de los agónicos!

La insurgencia de los pueblos, que incluye a Honduras y en este 2011
tanto ha avanzado en África y el Medio Oriente, está gestando una
nueva forma de ejercicio del poder que, realmente, puede ser llamada
democrática, de modo que tiene la obligación de desechar las absurdas
teorías del imperialismo sionista y del capitalismo decrépito, que han
llegado a destruir a la Unión Soviética.

Mediante ellas lograron convertir a Rusia en el destino favorito de
los multimillonarios tanto como en el país que más produce esos
especimenes insensibles y genocidas.  También han convertido a China
en la proveedora (a crédito) de la metrópoli usana y en uno de los
principales destructores del medio ambiente, al tiempo que olvida su
grandeza milenaria y la fortaleza de sus métodos productivos
respetuosos de la Naturaleza.

Es irónico ver cómo los supuestos sepultureros del capitalismo son su
mayor sostén en su crisis definitiva, frustrando los anhelos de los
pueblos y despreciando las vidas de tantos luchadores ejemplares que
las rindieron en vano al terminar siendo sus herederos quienes
revivieron el capitalismo en sus países en su expresión más mortal: el
Neoliberalismo.

Una muestra de las agresiones que están en curso tanto como de las que
tienen programadas si los pueblos no levantan sus cabezas y dejan que
los vendepatria negocien el patrimonio común por comisiones y
palmaditas que les permitan superar su miserias humanas, debe ser útil
para quienes desean contribuir a que el Apocalipsis no alcance su
cúspide mortal, de modo que las mayorías humanas y las especies
condenadas a la extinción tengan alguna oportunidad.

Al efecto, hago una selección de documentos que conviene tener en
cuenta para saber qué nos espera y cómo podemos contribuir a que no se
haga realidad, al tiempo que emprendemos la construcción de un futuro
deseable.

La oportunidad puede servirnos para definir y aclarar cursos de acción
capaces de derrotar a los criminales potentados, impidiendo que salgan
adelante con sus planes de destrucción, de modo que podamos construir
el paraíso que nos merecemos para disfrutar de una vida digna y
gratificante, vivida en medio del respeto y las garantías para todos.

d.botero.perez@gmail.com



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