Prácticas Esclavistas en el siglo XXI

El predominante capitalismo mundial, que menosprecia los derechos humanos y promueve la opresión, es la justificación histórica de que los pueblos desplieguen todas las formas de lucha para conquistar su dignidad colectiva y la justicia social. Es inadmisible que donde noblemente se lucha por la igualdad, se toleren aberraciones contrarias al socialismo, una de ellas: la supremacía de elite.

Trátase de la misma que se desarrolló en los tiempos de la funesta Perestroika e impuso a la clase burocrática como nuevo bloque dominante sobre el resto de la sociedad. Según esta lógica, los capitalistas son armónicamente sustituidos por nuevos burócratas, con iguales poderes plenipotenciarios en un régimen continuista de la desigualdad donde irremediablemente unos deben mandar y otros obedecer. Sépase que sea cual fuere la estructura jerárquica y los niveles de responsabilidad, todos tenemos derechos y obligaciones.

Sólo quienes ignoran el propósito del Estado Social de Derecho y de Justicia, pretenden que las órdenes no se discutan y que el subalterno adopte la sumisión como ley para sobrevivir. Son agentes desfasados de la época revolucionaria, afectados por un instinto esclavista más anacrónico que el de la Burguesía, la cual en su Derecho ya consagró instituciones como el Debido Proceso, el Derecho a la defensa, el Derecho a ser oído, la Presunción de inocencia, la Apelación y hasta el Recurso de Amparo en casos de indefensión.

Por eso sostenemos que ciertamente el camino de la transformación social es largo y arduo, pero al mismo tiempo sabemos que las únicas posibilidades de triunfo revolucionario dependen de que se instaure un sistema igualitario (como actualmente ocurre en Venezuela), el cual diariamente fomenta los mejores valores humanos y las nuevas relaciones económicas basadas en justicia social para el protagonismo del pueblo y la clase trabajadora. He aquí la clave, execrar la dominación del capital, insistimos, ponerle fin al régimen (Capitalismo) cuya regla es que los propietarios de la fábrica, del banco, de las tierras, etc; acumulen dinero a partir de la explotación de la fuerza de trabajo de millones de mujeres y hombres empobrecidos que laboran en esas fábricas, tierras, y los ahorros de los obreros y asalariados que son depositantes en esos bancos, etc... Cuando se cumpla esa misión de implantar la hegemonía del pueblo, tarea en la cual seguimos avanzando, entonces la regla absoluta será que todo dinero que perciba un ciudadano sera fruto de la actividad personal y no de la expropiación del trabajo de los demás.


Definitivamente el socialismo no tolera el abuso de poder, mucho menos ciudadanos de primera y de segunda.



Constitucionalista y Penalista. Profesor Universitario.



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Jesús Silva R.

Doctor en Derecho Constitucional. Abogado penalista. Escritor marxista. Profesor de estudios políticos e internacionales en UCV. http://jesusmanuelsilva.blogspot.com

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