Hay hombres que no son los imprescindibles

Menos mal que el pueblo no confía en ellos. ¿Cómo puede un hombre cobarde hacerse de la confianza de alguien? La cobardía no tiene excusa. Los únicos buenos corriendo son los  atletas de pista y campo, pero no los políticos de lucha diaria. Un hombre dedicado a la política debe ser valiente, enfrentar los hechos más adversos, con honor, dignidad.

Caso emblemático, la acción de Salvador Allende: murió por su idea, por sus convicciones. Quedó como ejemplo de para que se hace política. Un mamífero defendiendo su territorio del acoso del imprudente aprovechador. ¿Quién recuerda con admiración a Noriega, a Sadam? Ellos, además de cobardes, anteriormente habían gritado que “morirían por el pueblo”. Después corrieron a túneles como ratas y allí fueron capturados para sufrir las peores humillaciones: la humillación que se le propina a un cobarde.

En 2002 el Presidente venezolano que había electo el pueblo en su mayoría fue hecho preso por un grupo de cobardes. Miedosos y frustrados, traicioneros y apátridas. Los mismos que anteriormente fueron actores de la corrupción y el atropello desde el bipartidismo, que siempre se auto denominaron  demócratas,  se dejaron llevar por el odio, la envidia, la  falta de caballerosidad para aceptar que el adversario elevado por el pueblo, se le subió en la azotea direccional de la patria.

Cuando el soberano se apersonó en Miraflores a reclamar a quien había electo, los cobardes comenzaron la cabalgata de la deshonra. El pánico los envolvió. No tenían dirección locomotora. Una nueva Babel se hizo presente Uno de ellos llamado Pablo Medina, sin un ápice de dignidad, vulnerando  toda capacidad masculina, vestido de desfachatez, llevando el deshonor a su familia que lo vio corriendo, escapando, tembloroso y trémulo, hoy es uno de los candidatos de la rémora de cobardes que andan tratando de llegar a la AN. En su pequeño mundo, Pablo Medina sale en los periódicos atacando a quien tuvo la gallardía de evitar que el pueblo se convirtiera en juez, parte  y carcelero  en aquellos inolvidables días, cuando alguien gritó: “Tumulto no paga muertos”, pero un chavista les leyó la cuartilla a los cobardes que lloraban orinados y mustios: “Sus derechos serán respetados”.

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Ángel V. Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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