Tremenda deuda

El Purgatorio

Caminando por estas calles de dios, me tropiezo con un viejo amigo, creyente a toda prueba, que viene mascullando:

“¿Cómo devolverá la Iglesia las inmensas sumas de dinero que durante años y siglos, millones y millones de deudos  han invertido para sacar las ánimas de sus seres queridos del purgatorio? ¡Es hora de que se haga justicia!”

Le pregunto qué  sucede y de inmediato intenta aclararme: “De acuerdo a lo declarado por el Vaticano, el purgatorio ya no existe. ¡Cuánta decepción! ¿Y mi dinero? ¿Y el dinero de mis amigos? ¿Y el dinero de mi comunidad? ¿Y el dinero de mi estado, de mi nación, de mi continente, del globo entero a dónde fue a parar? ¿Y qué hay de nuestros deudos? ¿A dónde se los llevaron? Por tal razón, estoy redactando este documento que haré llegar al mismísimo Vaticano” .

A continuación me muestra cómo será la introducción de su carta: “Nosotros, los abajo firmantes, nos dirigimos de manera respetuosa al Sumo Pontífice, cardenales, obispos y otras santidades de la Santa Sede, para solicitarle en nombre de San Raimundo de Peñafort, patrono de los Abogados,  San Mateo de los  Recaudadores, San Miguel Arcangel de los Banqueros,  y finalmente San Mateo, de los Cobradores a los efectos de que:

   1. Nos sea devuelta inmediatamente la deuda que por concepto de misas, plegarias, rogativas, rosarios y demás ceremoniales y ritos que durante los últimos 500 años, millones de seres humanos le han cancelado al Vaticano, los cuales tenían por objeto facilitar la pronta salida de nuestros deudos del purgatorio.
   2. Nos den información inmediata del destino de nuestros seres queridos de manera de superar la angustia que representa no saber su paradero, en vista de que el purgatorio ha sido declarado como inexistente.
Luego de mostrarme este curioso documento, agrega: “Lo grave de este asunto es que quienes lo notificaron desde el Vaticano, lo hicieron con la cara muy lavada, con los ojos en blanco cual imagen de la virgen de los mártires. Por supuesto, esto es serio. Un documento oficial, de 41 páginas, elaborado por la Comisión Teológica Internacional de 30 miembros, que desde 2004 trabajó bajo la dirección de Ratzinger y Levada, fue publicado en abril de 2007 por la Conferencia Episcopal norteamericana, así lo asevera. 

El piadoso amigo añadió: “¿Puede imaginar tanta gente defraudada, con tantas esperanzas de poder llegar a ese sitio de tránsito y en corto tiempo limpiar sus impurezas. Se trataba  simplemente de saber esperar sentado un rato o unos años, dependiendo de cómo califica el altísimo el tamaño de las maldades cometidas en vida. La clave era la paciencia. Llegar a ese sitio era olvidarse de las angustias. Yo me lo imaginaba como un spam 5 estrellas. Ya no había más stress por deudas, o por asunto de amores. Ni siquiera tendría que ponerme a rezar o hacer penitencia o flagelarme, pues del trámite se encargaría la familia y los amigos… ¿Cómo es eso? le pregunté. “Muy simple, a punta de misas. Muchas personas pudientes como yo estábamos seguros del poder de nuestras riquezas para estos menesteres. Se trataba simplemente, y así lo creíamos fielmente, que bastaba con mandar a hacer misas cantadas, misas concelebradas, misas de responso, misa de velaciones, misas especiales, de sanación (aunque ya no fueran necesarias), y por supuesto las más costosas misas de ánimas o misa de difuntos.” 

Estas misas cumplían también con otros objetivos. San Alfonso María Ligorio decía, por ejemplo, que: ” …aunque las santas Almas no pueden ya lograr méritos para sí mismas, pueden obtener para nosotros grandes gracias. No son, formalmente hablando, intercesores, como lo son los Santos, decía, pero a través de la dulce Providencia de Dios, pueden obtener para nosotros asombrosos favores y librarnos de los demonios, enfermedades y peligros de toda clase.” ¡Qué te parece!

Para reconfortarle le digo: “debe reconocer que de todo este embrollo surge una buena noticia; una vez que mueras el tránsito puedes ser directo al cielo…. ya no será necesaria la escala del purgatorio.”

¡Por los mil demonios! Me respondió, “¿Y qué pasa si el cielo termina por aburrirme? Sabes, me la he pasado pensando en eso de andar de nube en nube dándole besitos a todo al que me atraviese en mi vuelo eterno. Por una tarde o una nochecita estaría bien, ¡¿pero toda una eternidad?! Y si resulta que allí también van los braseros, caleteros, asalariados, obreros y marginales.  ¡Sinceramente, ya no me está gustando la cosa!”

Luego de esta crisis de fe reacciona… “¡Por todos los santos! Y si el infierno no es tan fiero como lo pintan. Quizás allí es donde está la cosa buena. Licores, mujeres, baile, todo gratis y sin límite de consumo.” Lamento desilusionarlo, le digo, pero de acuerdo a una noticia del Universal del 8 de abril de 2008, la Santa Sede descarta que haya fuego en el infierno. Parece que tampoco existe el limbo, la noticia es oficial, también viene del Vaticano. El amigo no se resigna y reacciona: ¡Preparémonos, por Lucifer, Mandinga, Satán, Berceo, el Maligno, o como quiera llamársele!, por el camino que vamos pronto nos dirán que tampoco existe el cielo ¿entonces? ¿En qué quedamos? Urge que las Naciones Unidas intervengan de inmediato. Es imperativo que se designe una comisión ad-hoc de teólogos, capaces de desenmarañar este embrollo e inventen nuevos sitios más allá de la vida a dónde acudir. A algún lado tenemos que ir porque aquí ya no cabe tanto loco.

 alcidesrivas@gmail.com



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Rubén Rivas

Merideño, Profesor de Música, con estudios en la Escuela de Música de la ULA. Egresado de la U. de Chile. Magister de la U. de Cincinnati. Autor de los proyectos de Carrera de Licenciatura en Música de la Universidad del Zulia y Universidad del Táchira.

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