Esposos venezolanos narran la pesadilla de estar 8 meses presos en México

Urbina y Coral Rojas

Urbina y Coral Rojas

Credito: Panorama Digital

05-10-15.-El 25 de septiembre al mediodía, Antonio Urbina, de 51 años, recibió la mejor noticia de los últimos meses. “Se van para la calle”, fueron las palabras del abogado Germán Cruz. El Séptimo Tribunal Colegiado en materia penal de México así lo había determinado. El matrimonio venezolano, integrado por Urbina y Coral Rojas, no había incurrido en delito alguno al introducir una demanda civil contra un colegio de Santa Fe, donde estudiaban sus hijos

“Me costó respirar, las lágrimas me brotaban, no sabía si reír o llorar. Fue demasiado fuerte”, comenta Urbina, padre de tres hijos, a través del hilo telefónico desde el Distrito Federal. La ansiedad no cesó hasta que logró comunicarse con su pareja, retenida en un penal de Santa Marta, y recibió la orden de salida. 

El drama del matrimonio venezolano, radicado en el Distrito Federal desde hace seis años, comenzó cuando invitaron al mayor de los tres hijos de la pareja a integrar un grupo adelantado de estudios. La propuesta vino del propio director del Westhill Institute de Santa Fe. Las autoridades del plantel alegaron que era un niño muy inteligente y sobresaliente, y debería formar parte de este proyecto. 

El grupo sería coordinado por la Secretaria de Educación Pública, equivalente al Ministerio de Educación venezolano, y los padres estarían informados de todo lo que implicaría esta nueva etapa de estudios de Isaac, quien contaba en ese momento con 9 años. 

De inmediato, el niño fue promovido de segundo a tercer grado, meses después a cuarto grado; sin embargo, los padres de Isaac durante este lapso no apreciaron evaluaciones ni la entrega de boletas correspondientes, ni los exámenes que le habría indicado la directora a los que sería sometido. 

Esta situación comenzó a levantar la suspicacia de los papás. Amén de que el niño, por ser menor que sus compañeros, comenzó a sufrir bullying, sin que las autoridades del colegio tomaran cartas en el asunto. “Llegó un momento en que no quería ir a la escuela ni a la natación, que le gustaba mucho”, refiere Urbina. Acotó que el mayor de sus hijos recibió ayuda psicológica, en virtud de la afectación que sufría. 

A medida que pasaban las semanas la situación con el colegio no cambió. Por ello, Coral Rojas acudió a la SEP a buscar información sobre su hijo. En esta dependencia oficial le explicaron que el niño no estaba inscrito en el mencionado proceso y que ellos no tenían ninguna información al respecto.

La pareja tiene seis años radicada en DF.

 En este punto, ya el colegio había sufrido un cambio en la directiva y la situación se ponía, con el paso de los días, más tirante. Al extremo que la única exigencia eran las respectivas boletas donde se dejaba constancia de la promoción del niño, para sacarlo del colegio e inscribirlo en uno nuevo.

“Ya en ese punto nos cansamos y decidimos sacar al niño del colegio. Coral lo llevó a presentar dos pruebas de actitud para quinto grado, que según era el año que le correspondería, de acuerdo con lo dicho por la escuela, pero Isaac falló en los dos exámenes. No estaba preparado y no tenía los conocimientos necesarios”, relata el padre, quien trata de retomar la normalidad de su hogar, luego de la fatídica experiencia vivida. 

El punto álgido del drama de los Urbina llegó el 13 de diciembre, cuando se encontraban en el centro comercial Interlomas, realizando las compras navideñas.

En el interior de un banco fueron abordados por un importante número de funcionarios, que sin dar mayores explicaciones los esposaron y los trasladaron a la comisaría, donde permanecieron varios días hasta ser llevados a un tribunal, donde se enteraron que serían procesados por fraude procesal, en virtud de la demanda realizada en contra del colegio.

El tribunal Sexto en los Penal ordenó su encarcelación y no les concedió el beneficio de una fianza. Una demanda civil tenía consecuencias penales, de acuerdo con este dictamen. Antonio fue transferido al Reclusorio Preventivo Varonil de Oriente y Coral al Templo Femenil de Santa Martha. Ella estuvo en mejores condiciones que él.

El periodista venezolano compartió con 14 mil presos comunes, en un penal de alta peligrosidad, donde operan mafias organizadas, encargadas de cobrar la vacuna a los respectivos reclusos, que —por una y otra razón— cohabitan en este espacio. 

“Las primeras semanas me tocó dormir en el piso con una pequeña cobija, hasta que una de las literas de metal se desocuparon”, indica el hombre que trabaja en Ciudad de México con una transnacional en el área de las comunicaciones.

En esta celda compartió con siete hombres, gracias a los “beneficios” a los que pudo optar, ya que comúnmente los calabozos son compartidos con 30 reclusos. También por los caminos verdes logró un colchón de cinco centímetros, y así otras “comodidades”.

En los nueve meses que estuvo tras las rejas, ni su esposa ni él, legalmente residenciados en México, con dos hijos nacidos en tierras aztecas, pudieron ver a sus pequeños, ya que tenían que ir acompañados de un adulto, y las únicas personas permisadas a visitarlos tenían que ser familiares directos, los cuales no estaban con ellos.

Dos recursos interpusieron ante los tribunales, los dos los ganaron, pero la escuela respondía con otros procedimientos de inmediato y alargaba la prisión. En el ínterin del proceso penal cobra fuerza que la magistrada del Tribunal de lo Contencioso Administrativo, Yasmín Esquivel, era la esposa de José María Rioboó, importante empresario y dueño del plantel educativo

“¿Con quién te metiste tú?”, le preguntó el funcionario que lo detuvo. “Las órdenes de tu detención vienen de muy arriba”, recordó Urbina, quien —en estos momentos— trata de recobrar su normalidad, su rutina robaba por tres trimestres. Se siente inseguro, a sabiendas de los poderosos que lo acosaron siguen en sus puestos. Regresar a Venezuela no es una opción e irse de México no es tan sencillo. La estabilidad de su familia es su mayor deseo.

Todavía recuerda que su hijo menor, de tres años, duró horas en acercársele al verlo la primera vez en nueve meses, no soltaba las piernas de su abuela, mientras que su segunda hija aumentó muchísimo de peso durante su ausencia y, su hijo mayor debió lidiar con un sentimiento de culpa gratuito. Hoy, está en otra escuela mientras Antonio y Coral tratan de poner las ideas en su sitio.



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La fuente original de este documento es:
Panorama (http://www.panorama.com.ve/sucesos/Esposos-venezolanos-narran-la-pesadilla-de-estar-8-meses-presos-en-Mexico-20151005-0028.html)



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