Discurso de Orden con motivo de la Conmemoración del 5 de Julio

Discurso del Embajador Jorge Valero, Representante Permanente de la República Bolivariana de Venezuela ante la OEA, ante la Asamblea Nacional con motivo del 193 aniversario de la firma del acta de la Independencia

Compatriotas:

Hoy, los ojos del mundo miran hacia Venezuela. En esta nación libre y soberana ocurren acontecimientos históricos trascendentales, que marcan hitos a nivel nacional y continental. Aquí se juega, de alguna manera, el destino de nuestros pueblos. En la patria de Simón Bolívar se viven momentos de gran contenido revolucionario. Son cambios profundos. Nuevos horizontes se abren para todos las venezolanas y venezolanos.

Vivimos un momento estelar de nuestra historia. Con la puesta en vigencia de la Constitución Bolivariana, cuyo texto emergió de los más profundos sentimientos del ser social venezolano, nace un nuevo Proyecto de País. Transformaciones democráticas, en un sistema de justicia de naturaleza humanística, se abren paso y se consolidan en la amplia geografía venezolana.
El legado de los fundadores de la República guía aún nuestras luchas. Renace en la esperanza. Sueño hermoso el de construir una patria donde quepamos todos. Donde estén vigentes los principios de libertad, igualdad y fraternidad, que inspiraron la emancipación de nuestros pueblos.

Herederos, como somos, de las mejores tradiciones libertarias que emanan del alma nacional, recordemos, este 5 de julio, el Canto Guerrero de los Cuicas, quienes invocan a sus Dioses para defender nuestra soberanía.

"Madre Chía que estás en la Montaña; con tu pálida luz alumbra mi cabaña.
Padre Ches, que alumbras con ardor, no alumbres el camino al invasor.
O Madre Icaque; desata el ventarrón y suelta tus cóndores".

Compatriotas:

Defender, atesorar los espacios de la memoria, las imágenes adosadas al territorio, es como preservar nuestras vidas. Basta de ceremonias rutinarias. No quisiera repetir rituales a pleno sol. Son tiempos de renacer, de recuperar los sentidos. Llenemos de contenido real la palabra Independencia que vibra hoy en los cielos de Venezuela. Independencia, soberanía, memoria del ser que compartimos.

Han transcurrido 193 años de aquél histórico 5 de julio. La firma del acta de independencia dio el primer paso hacia la realización de las ideas emancipadoras, surgidas en la sociedad colonial y que mostraban, también, la impronta de la independencia alcanzada en otras latitudes.

Los movimientos de José Leonardo Chirinos, Gual y España y la expedición de Francisco de Miranda, de 1806, habían propiciado el clima político e ideológico para la independencia. Las ideas republicanas, impulsadas por los fundadores de la Patria, fraguaron la nación venezolana.

Si la epopeya independentista se propuso erigir una nación libre y soberana; el tiempo presente nos impone a todos: venezolanos y venezolanas, mantener y consolidar esos objetivos.

"¿Qué nos importa -expresó el Libertador horas antes del 5 de
julio- que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve, si estamos resueltos a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas. ¡Que los grandes proyectos deben prepararse con calma! Trescientos años de calma ¿no bastan? ... Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana: vacilar es perdernos...".

Hoy, al igual que ayer, la historia nos coloca ante una nueva disyuntiva. Avanzar hacia estadios de coexistencia humana, basados en la solidaridad. Transitar el fascinante desafío de consolidar una patria soberana. Forjar una democracia, de raigambre venezolana, que exprese los valores insignes de la nacionalidad, y haga realidad las esperanzas del pueblo venezolano. Es el reto que tenemos. Vacilar es perdernos.

Compatriotas:

Alcanzada la Independencia, pocos fueron los cambios experimentados. Inconclusos quedaron los sueños de nuestros libertadores.

En tiempos coloniales, la formación social venezolana tenía una estructura claramente jerárquica y desigual. El Mantuano, -especie de nobleza criolla o "Grandes Cacaos"- , oligárquico, opresor y tiránico, segregaba a la población indígena, esclava, y al campesino enfeudado. De igual manera, excluía a los "blancos de orilla"; a los "pardos" e, incluso, a "blancos peninsulares empobrecidos". He ahí el origen de la polarización.

El "Mantuano" se convirtió en funcionario del naciente Estado Republicano. Se hizo comerciante, exportador e importador o gran productor cafetalero. Se crearon nuevos mecanismos e instituciones que incrementaron su poder.

Entrado el siglo XX, la posibilidad de acceder a un pedazo de tierra, siguió siendo una aspiración del venezolano.

La Venezuela del siglo XX, la petrolera, desarrolló -de igual
manera- oprobiosos privilegios. La conducta de "caudillos, taitas y dones" se proyectó hasta mediados de dicha centuria. Y no fue sino hasta 1958, cuando serán sustituidos por los partidos políticos y sus cúpulas dirigentes.

La IV República nos legó, como se ha visto, una enorme polarización. Se desarrolló una "democracia de elites", promotora de desigualdad y exclusión.
La polarización, la fragmentación y la escisión de la sociedad han sido rasgos predominantes en nuestra historia. Historia preñada de luchas en procura de la justicia y la igualdad. Revísese nuestro siglo XIX. Se constatará que las "guerras regionales", tuvieron como objetivo "la lucha por la propiedad de la tierra".

La Guerra Federal, y la gesta redentora de Ezequiel Zamora, constituyen una respuesta a tan secular polarización.

Al amparo de la renta petrolera, usufructuando la riqueza del Estado benefactor, una minoría privilegiada agigantó su poder. Con la Constitución de 1961, esa minoría, asociada a intereses foráneos -especialmente estadounidenses- impuso su proyecto discriminatorio que oprimía y excluía al resto del país. La polarización se mantuvo y profundizó.

Esa Venezuela, rentista y excluyente, entró en crisis. La razón originaria la encontramos en la forma como se estructuró ese modelo de desarrollo capitalista, basado en una falsa idea de progreso, sostenido por la renta petrolera y no por el trabajo creador. Los mecanismos establecidos para su funcionamiento, agudizaron tempranamente las diferencias entre pobres y ricos. Las grandes mayorías, más allá de acudir a la elección del Presidente de la República y los órganos legislativos, tenían bloqueada toda participación para decidir su propio destino.

La crisis venezolana es una crisis estructural. El fracaso de las elites gobernantes se hizo evidente ya a finales de la década de los 70. Fueron muchos los informes que alertaban sobre el caos en que se hundía el país. Los oídos de avara dirigencia fueron sordos. Nada les dijo el Mapa de la Pobreza de Michel Chossudovsky. Nada les dijo el estudio sobre la educación que presentaran, entre otros, el escritor Arturo Uslar Pietri, cuya conclusión revelaba que nuestro sistema educativo era un fraude.

Nada les dijo los estudios de FUNDACREDESA, en los cuales científicos como el doctor Hernán Méndez Castellano, revelaban la existencia de altos índices de desnutrición en la población infantil, que se traducía en un retroceso del desarrollo físico y mental del venezolano. Lapidarios pronósticos, según los cuales se pretendía construir una "Gran Venezuela" en un país de enanos, no sólo por su tamaño, sino por su reducida capacidad para el desarrollo de la inteligencia.

Juan Pablo Pérez Alfonso, ese gran venezolano clasificado injust amente como "profeta del desastre", expresó que, de no introducirse cambios fundamentales en la economía, en la sociedad y en la orientación política, el país continuaría "hundiéndose en los excrementos del diablo".

Compatriotas:

Para que se reconstruya el tejido social sobre bases humanísticas, de justicia y solidaridad. Para que se superen las aberrantes discriminaciones económicas, políticas, sociales y culturales, que han signado la historia nacional. Para que la reconciliación sea posible, a partir de la instauración de un estatuto verdaderamente democrático, es necesario que se conjuguen todas las voluntades de la nación. Es necesario deponer los egoísmos y mezquindades que erosionan la solidaridad humana. Es necesario desmontar para siempre los mecanismos estructurales de la polarización

Compatriotas:

La sociedad venezolana que heredó el Gobierno nacido a raíz del triunfo electoral del Presidente Hugo Chávez Frías, en febrero de 1999, mantenía una dramática polarización: un 80 por ciento de los venezolanos vivían en condiciones de pobreza. La mayoría de la población era excluida, marginada y discriminada por las elites que se instalaban en el poder.

El Proyecto Bolivariano es una tentativa, sin parangón, para superar esa polarización. Fascinante tentativa que nos convoca a todos. No sólo a los pobres, destinatarios principales de la acción de gobierno, liderada por el Presidente Hugo Chávez Frías, que se plantea la regeneración política y moral de la nación. También convoca a la clase media portadora de valores democráticos. A los intelectuales, a los profesionales y técnicos que ahora tienen amplio espacio para la realización de sus iniciativas creadoras. Al pequeño, al mediano y al gran empresario, que tienen el apoyo del gobierno para desarrollar sus proyectos.

Compatriotas:

No se trata de excluir a los incluidos, sino de incluir a los excluidos. De edificar un país donde quepamos todos. Donde nadie sea discriminado ni despreciado. Donde impere una democracia con equidad y justicia social. Democracia con verdaderos ciudadanos, es la que se construye en Venezuela. Que ningún venezolano se sienta desarraigado en su propia patria.

El Proyecto de Nación plasmado en nuestra Constitución Bolivariana y la acción de gobierno, que lidera Hugo Chávez Frías, son caminos democráticos para vencer la polarización.

Nuestro Gobierno desarrolla, como ningún otro en la historia nacional, políticas públicas de gran aliento social y humanístico. Alfa y Omega de nuestra acción, es construir una sociedad de hombres verdaderamente libres, que puedan disfrutar, sin discriminación, de los bienes espirituales y materiales.
Nuestro gobierno le ha asignado prioridad absoluta a los programas sociales, destinados a combatir la pobreza en que aún viven millones de venezolanos y venezolanas. Las Misiones Robinson, Sucre, Ribas, Guacaipuro, Vuelvan Caras y Barrio Adentro, nombres sonoros de la historia nacional, cumplen, a pasos agigantados, con tan nobles objetivos.

El proyecto Bolivariano se ha propuesto superar la polarización, la división y fragmentación que ha existido en la sociedad venezolana, mediante la construcción de una sociedad justa, solidaria e igualitaria. Día a día, superamos las asimetrías políticas, económicas y sociales heredadas. Las Misiones son torrentes de justicia social.

Compatriotas:

La Diplomacia Bolivariana fomenta el multilateralismo. Defiende la autodeterminación de los pueblos y combate toda expresión de imperialismo y hegemonismo en las relaciones internacionales.
En la OEA, hemos promovido el carácter participativo de nuestra democracia y hemos logrado que se otorgue alta prioridad a los temas de la agenda social.

El Hambre, la miseria y el desempleo son realidades que erosionan la gobernabilidad democrática en América Latina. Democracias limitadas e insuficientes las que tenemos. Gracias a una propuesta de nuestro país, que tuvo un itinerario -no exento de dificultades e interferencias-, la última Asamblea General de éste organismo hemisférico, celebrada en Quito, Ecuador, decidió iniciar un proceso de negociaciones orientado a aprobar la Carta Social de las Américas.

Compatriotas:

Nuestro continente tiene altos niveles de pobreza y exhibe la desigualdad más extrema del mundo. Democracia y pobreza coexisten contradictoriamente. Democracia con pobreza es una democracia empobrecida. La Constitución Bolivariana nos lleva a construir una democracia con igualdad. Con justicia. Con equidad e inclusión social.

Compatriotas:

El proceso de cambios que se ha desarrollado, a raíz de la victoria electoral del presidente Hugo Chávez Frías, está generando una nueva percepción de la democracia. Frente al desencanto se abre paso el optimismo. Millones de seres humanos cifran su confianza en un proceso que expresa la esperanzadora posibilidad de construir una nueva República, en la cual los excluidos de siempre encuentren un lugar digno bajo el sol.

Se discuten en el continente diferentes versiones sobre la democracia. La democracia representativa, que valora únicamente ciertos derechos políticos, es una de ellas. La versión bolivariana sobre la democracia, en cambio, es integral. Concibe la democracia como un proceso de creación permanente, en el cual la acción cotidiana del pueblo es fundamental. La democracia participativa, por lo tanto, constituye una superación histórica de la democracia representativa. Y no niega la representación, sino que, por el contrario, la hace verdaderamente posible. La democracia participativa es un estadio superior de la democracia.

Desde el mismo momento en que el Presidente Hugo Chávez Frías asumió la jefatura del Estado, sus adversarios políticos -nacionales e
internacionales- le atribuyeron propósitos autoritarios, cuando no siniestros. La historia se ha encargado de desmentir, de manera categórica y rotunda, estas infundadas aseveraciones.

El proyecto bolivariano está orientado, sobre todo, a ensanchar las fronteras de la libertad, a construir una sociedad verdaderamente democrática. Es por esto que durante el período de Gobierno bolivariano, las libertades democráticas, los derechos civiles y políticos se han expandido, como nunca antes en la historia nacional.

La crítica al Presidente y a su Gobierno es ejercida de manera total y absoluta. Los medios de comunicación, incluso aquellos que promovieron y apoyaron el Golpe de Estado, disfrutan -sin restricciones- de la libertad de expresión. Los partidos políticos y las fuerzas que conforman la oposición, gozan de todas las prerrogativas que les ofrece nuestra democracia.

Los derechos políticos son importantes en una democracia. Pero no suficientes. Para que una democracia sea auténtica debe garantizar tanto los derechos políticos, como los derechos económicos, sociales y culturales del pueblo.

La democracia, desde el punto de vista de la Constitución Bolivariana, es un sistema interrelacionado de derechos. Consagra los derechos civiles como garantía contra toda forma de opresión. Ofrece derechos políticos para que todos los integrantes de la sociedad puedan incidir en las decisiones públicas. Los derechos sociales garantizan el acceso a la educación, salud y vivienda, bienes necesarios para el disfrute de una vida digna y decorosa. Los derechos culturales protegen, enriquecen y restauran el patrimonio espiritual y la memoria histórica de la Nación.

En nuestro Continente se han alcanzado algunos derechos, que son resultado de las luchas que han librado nuestros pueblos, en el curso de la historia, en su afanosa búsqueda de igualdad, libertad y fraternidad. Pero el sistema, hoy predominante, impide que millones de personas disfruten plenamente de los derechos humanos. Más bien los niegan.
El neoliberalismo y el capitalismo salvaje son incompatibles con los derechos humanos. Impiden el ejercicio de una verdadera democracia. El Hambre, la miseria y el desempleo son realidades que erosionan la gobernabilidad democrática.

Luchamos por conquistar un país donde se reconozca la ciudadanía política, a través de la participación y el protagonismo de todos en los asuntos públicos.
Luchamos para que se reconozca la ciudadanía civil, para que se respete la vida humana y se disfrute de los valores de la libertad.

Luchamos para que se reconozca la ciudadanía social, para que todos puedan disfrutar de bienes públicos y la protección que el Estado y la sociedad están obligados a brindar.

La oposición democrática en un país democrático es indispensable. Su acción puede contribuir al perfeccionamiento de las instituciones democráticas. En Venezuela, se desmonta el Estado Autoritario que forjó la IV República. El que respondía con violencia y represión ante cualquier manifestación de disidencia política. Que acallaba, sin el menor respeto a los derechos humanos, la protesta ciudadana. Así se sofocaba a la oposición en Venezuela.

Compatriotas:

El Presidente Chávez es objeto de una sistemática campaña destinada a desprestigiar su obra de gobierno. Se denigra del Presidente y se lanzan contra él todo tipo de improperios y calumnias. Afortunadamente, los tiempos en los cuales la llamada "Majestad Presidencial", servía de pretexto para acallar y/o reprimir a cualquier mortal que se atreviera a formular críticas al Jefe de Estado, han quedado atrás. Estamos asistiendo al desmontaje del Estado autoritario del pasado y, por lo tanto, ensanchando los linderos de la democracia y la libertad. El de Chávez, es el Gobierno más democrático y anti-autoritario que hemos tenido en nuestra historia.

Compatriotas:

En este 5 de julio, Día de nuestra Fiesta Nacional, proclamamos al mundo, con orgullo bolivariano: Somos un pueblo depositario de la más digna tradición libertaria de América. Esta patria, que vio nacer a Bolívar, Miranda, Sucre, Andrés Bello y Simón Rodríguez, es un crisol de libertades. Cobija hombres y mujeres amantes de la justicia, la paz y la soberanía.
En defensa de esos principios se nos va la vida. El nuestro, es un pueblo que tiene una dignidad histórica sin paralelo. Cuando es necesario -y las circunstancias históricas lo demandan- irradia su impronta libertaria y justiciera. Pueblo que reacciona con dignidad cuando se agrede su soberanía.

Se equivocan quienes dominados por la soberbia imperial, pretenden atropellar la soberanía del bravo pueblo venezolano.

Se equivocan quienes pretenden mancillar tradiciones libertarias, profundamente arraigadas en la conciencia nacional.

Tenemos derecho a construir nuestra propia democracia. Tenemos derecho a soñar.
La globalización neoliberal invade espacios soberanos de las naciones. En su nombre se avasallan pueblos. Se arrasan culturas. Se despoja a las naciones de sus riquezas naturales. Se imponen anti valores extraños a la idiosincrasia de los pueblos.

Los adoradores del capitalismo salvaje, y quienes se benefician de su perversa dinámica, consideran que la soberanía ya no tiene pertinencia. Nosotros, los bolivarianos, por el contrario, consideramos que, frente a la globalización inhumana y desintegradora, es absolutamente indispensable mantener, desarrollar y defender la soberanía. Sólo así, podremos resguardar la identidad nacional. Sólo así, nuestros pueblos serán dueños de su propio destino. Sólo así honraremos la memoria de nuestros libertadores.

Compatriotas:

En la OEA mantenemos una firme defensa de la soberanía nacional.

Hemos denunciado la intervención extranjera en los asuntos internos de nuestro país.
Hemos exigido respeto a nuestra dignidad.
Hemos evitado que se activen mecanismos de tutelaje contra Venezuela.

Hemos denunciado el financiamiento del gobierno de Bush a organizaciones comprometidas con el Golpe de Estado y la desestabilización de nuestro sistema democrático.

Hemos impedido que se aprueben resoluciones orientadas a desconocer o perturbar el proceso democrático y constitucional de nuestro país.
Esperamos que quienes adversan el proyecto político bolivariano, no intenten nuevas aventuras intervensionistas y golpistas.

Esperamos que los factores políticos y sociales que han participado o apoyado esos desafueros, recuperen la racionalidad política y actúen en el ámbito democrático.

Todos estamos obligados a defender la institucionalidad democrática.

Aprovechando esta honorable tribuna, me permito hacer esta afirmación categórica: en defensa de la soberanía de nuestra Patria, no sólo el Presidente Chávez está dispuesto a dar hasta su propia vida. Esto debe quedar bien claro. Muy claro ante los intervencionistas extranjeros y sus socios locales. El presidente Chávez no está solo.

Jorge Valero es el Embajador de Venezuela ante la OEA



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Jorge Valero


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