Del país profundo: Una batalla más en Ethiopía

Aquel viajero alemán llamado Friedrich Gerstacker que tardó 4 días para ir desde el actual sitio de San Félix al emplazamiento minero de El Callao (moviendo mulas y canoas, atravesando ríos y exhuberantes montañas) expresaba que en los pueblos indígenas todo ocurre en silencio y "contrastan curiosamente con los lugares habitados por los negros, donde casi sin interrupción de día y de noche se ríe, se canta y hasta se hace música ruidosa". Fue una de las primeras imágenes que reflejó del lugar y su gente mientras desayunaba en un almacén de los alemanes en el año 1868 durante un mes de mayo. Quizás escucharía algún coro, algún canto, o aquella palabra en femenino con la melodía Netty Netty.

Este hombre nacido en Hamburgo en 1816 dejó escritas muchas notas y libros de viajes por Norteamérica, Australia y por supuesto América del Sur, lugares donde pudo visitar minas de oro. Él aseguraba de El Callao que las calles del sector de Caratal estaban pavimentadas con cuarzo aurífero y que después de un chaparrón fuerte se encontraban por todas partes trocitos de oro. "…el suelo es rico en oro, como apenas otro en el mundo, inclusive el de California y Australia.", llegó a escribir en uno de los cuadernos que recogen su paso por nuestra tierra, describiendo testimonios realmente importantes de aquel tiempo de la guerra entre los Azules y los Amarillos, cuando el oro de cascajo y el oro de flor era el artículo más importante de exportación y El Callao, adonde huían de la guerra muchos nativos era el centro de mayores riquezas (la imagen del apetecido dorado), con una población conformada por dos terceras partes de los llamados negros de las Antillas y una tercera parte de blancos, en su mayoría alemanes, norteamericanos, ingleses y franceses, muchos de ellos prófugos de Cayena que llevaban marcada en la piel (y esto no es cuento) las causas de sus más atroces delitos.

Seguramente en aquel tiempo la vecindad de Tupukén, situada a muy pocos kilómetros mantendría algo del aroma indígena y guerrero, o quizás solo estaba reducida en el viejo cementerio, del cual existen todavía rastros.
Estaba en marcha el hervor y la emancipación de un patrimonio de nuestra gente, descrita como extraña y grotesca hace ya 148 años por el viajero alemán. Con el encuentro de los más diversos grupos humanos instalados sobre los yacimientos auríferos de tanta fama, empezaba a tomar forma un modo de vida que dio origen al canto patois tan variable y con remembranzas de los ancestros y deidades africanas.
Puizione levé
mete limie bay Congo Bará
Congo Bará Bará
mete limid Bará
Prisionero levántate y ponle una vela al orisha Bará.

Acudo a la benevolencia de quienes siguen mis escritos insertados cada domingo en esta sección, para ofrecerles un relato desde Addis Ababa, una experiencia del viaje a África que involucra a esta población de El Callao y que deber ser noticia en Venezuela a estas horas en que me detengo a ordenar las anotaciones que iré narrando después de una larga jornada de trabajo aquí, en el amurallado edificio de las Naciones Unidas.


LA PERMANENCIA DE LAS TRADICIONES
Hace una semana apenas, hablábamos en París de los tiempos pasados de nuestro pueblo de mineros, y observando la realidad sociocultural contemporánea, nos hacíamos la misma pregunta. ­¿Cómo se han producido los cambios?, pero convencidos de que en ese proceso embrionario, en esa irrupción de la desobediencia o de la solidaridad de quienes llegaban allí por el oro, tuvo sus orígenes lo que es hoy El Carnaval de El Callao, una relación festiva de la memoria e identidad cultural. De París, donde se adelantaron todas las tareas con grupos de naciones al validar la importancia de su reconocimiento universal, avanzamos en ruta aérea unos 5.600 kilómetros más, para llegar adonde estamos ahora en Ethiopía. Además del antropólogo George Amaiz, del fotógrafo Rafael Salvatore y del Ministro Consejero de nuestra Delegación de la UNESCO en Francia, el abogado David Osorio (quienes al lado de la antropóloga María Ismenia Toledo y de todo el equipo del Centro de la Diversidad Cultural, han trabajado sin descanso en este propósito), me acompañan también en este viaje tres callaoenses: George Andrés Clark, Mirna Elena Harewood Henry e Iraima López Melo.

Iraima es bisnieta de un inmigrante de origen hindú vinculado a la familia Aliputti (muy cerca del Yuruari hubo todo un sector de pobladores hindúes, conocido aún con el nombre de Nacupay, y quienes también abonaron en la conformación de una identidad de identidades). De esa cepa viene su madre Beatriz Melo, nacida en El Callao, mientras que su padre Humberto López, nieto de españoles nació en Santa Rosa de Upata. Su pasión y su oficio es la cultura, que más allá de un título universitario, la práctica de distintas maneras, es artesana y ha venido educando a generaciones muy jóvenes, para apreciar los componentes de su música tradicional, diseño de vestuarios y coreografías, en fin, un semillero de calipso.

De sus antepasados también aprendió los secretos de la cocina afroantillana, la elaboración del akra con bacalao y una apropiada selección de aliños, el tarkary de distintos tipos de carnes donde no puede faltar el masalá y el curry, además de otros reconocidas elaboraciones como el sauce, el kalalú, el pemi, el banán pile, el donplin, el bombón de madama y el famoso pelau que lleva al final de la cocción hojas de bayroom tomadas de la receta de Carlos Small. Y qué decir de las bebidas. Iraima sabe hacer el yinyabié y en este viaje a París lo puso a hervir, sabe preparar en monky piss y el chodó, en fin practica su cultura.

Mirna Harewood, a diferencia de Iraima le ha dedicado toda su vida a la enseñanza del idioma inglés, para lo cual obtuvo licenciatura, especialidad y maestría universitaria, además de graduarse de abogado, pero su pasión es la música, el canto en la que es indetenible, quizás por la influencia de su madre Belén Octavia Henry, excelente soprano que conserva en su casa de la calle nueva el piano que tocaba desde muy joven en Trinidad, donde hizo estudios musicales entre los 7 y los 17 años por decisión de Walter Henry, su padre masón. Le brillan los ojos a Mirna cuando habla con orgullo de esa madre que todo el mundo conoce en El Callao y que además fue ayudante de joyería al lado de su esposo Josua Leandro Harewood Robert, dueño del local de joyas "El Rubi'' y afamado más que ningún otro por la elaboración de una gran llave de oro que llevaba incrustadas piezas representativas del minero, como la batea, la suruca, el pito, la pala, y detalles del ornamento de la iglesia para simbolizar el trabajo y la religión en la primera joya de ese tipo hecha en El Callao para obsequiar al Papa Juan Pablo II. Fueron muchas las prendas que Josua hizo con amor para su hija Mirna cada día de un cumpleaños o de otro tipo de celebración importante, por eso le atrae tanto la llama azul y el sonido del soplete, cuando recuerda al padre frente a su mesa de joyero, endulzando todo el oro que transformó minuciosamente en aquilatadas piezas de arte.

Nuestro otro compañero de viaje, George Clark Wallace, nació un 4 de mayo de 1946 y sus dos apellidos provienen de la isla de Nevis. George, quien trabajo durante 27 años en la fábrica de tubos de la Siderúrgica del Orinoco sin obtener la jubilación de la empresa, canta todo lo que le da la gana con una gestualidad que asombra y que muy pocos calipseros saben expresar, por eso el sacerdote de la iglesia anglicana (la primera en construirse en Venezuela), el padre Adams Delgado lo bautizó como La Perla de El Callao. Antes de fundar el grupo de música Hermanos Clark, conocido como La Nueva Onda, George tocaba y cantaba para la negra Isidora Agnes y para el "Gago" Wallace, cuando en aquellos calipsos, también aparecían trompetas y violines, además de las grandes maracas fabricadas con piedrecitas y recipientes de hojalata. Si alguna canción le gusta mucho, se detiene a escoger entre See Ata y Muchacha de Piel Morena (Brown Skin Girl).

UNA GESTION COMPARTIDA EN TIEMPO DE INCLUSIONES.
No paramos de hablar en este largo recorrido sobre los distintos tiempos y personajes de El Callao y vamos aprendiendo más, cada vez más, sin descuidar en un solo momento los detalles que nos llevan a lograr otro reconocimiento de la UNESCO. Se acerca el día del examen a este quinto expediente que se ha blindado como debe ser y en el que se trabajó por muchos años. La imponente sala principal de la Organización de Naciones Unidas en Addis Abeba está ocupada por cientos de personas que representan a unos120 países, de los cuales 24 abordarán las evaluaciones que anualmente realiza el Comité Intergubernamental. Conocemos las coordenadas en este tipo de discusiones y sabemos que se debe ser cauteloso, más aún, cuando hemos olfateado la dañina intención de promover desde el exterior de Venezuela una campaña en contra del éxito demostrado. El efectivo apoyo de nuestra Cancillería y especialmente de nuestra Delegación en París, hizo posible poner en el tapete de las buenas relaciones internacionales el tema de El Callao, con argumentos valederos para demostrar cómo esa comunidad ha participado activamente en la elaboración del documento que ha llegado a África para la evaluación final. Estamos aquí gracias al apoyo indiscutible de la empresa Petróleos de Venezuela, la base del triángulo que se llegó a armar con nuestros ministerios para la cultura y para las relaciones exteriores y cumplir así, con eficiencia esta gestión del gobierno bolivariano.

Arribamos al desenlace de esta historia, y el día fijado para decidir si se acepta o se rechaza el expediente presentado por Venezuela, hacemos la misma ruta desde el hotel Golden Tulip en Bole hasta el salón de sesiones ubicado en el sector de Kasanshis, en esta ciudad capital con más habitantes que Caracas y donde contrasta una asombrosa transformación urbana con la pobreza de muchísima gente, ancianos, niños, mujeres cubiertas con sus gaby lanzándose sobre los vehículos a pedir dinero y comida. Bella Flor nos han dicho que puede significar Addis Abeba, la gran ciudad rodeada de las montañas de Choromeda y con una población donde se hablan más de 80 lenguas y muy dividida entre practicantes de la religión islamita basada en el Corán y por otra parte los ortodoxos de Ethiopía.

El día anterior al examen de la UNESCO tuvimos tiempo de visitar en la zona de Gerji la residencia oficial de la Embajada de Cuba para dejar un mensaje en el libro de condolencias por la desaparición física del compañero Comandante Fidel Castro. Ese mismo día, que casualidad, estrechamos la mano de Esmidio Merencio Blanco que llevaba en su atuendo el infaltable kepi y los collares e Idé de Babalao Ifa, hijo de Orula en su religión Awoni Orumila, estaba al lado de Gladys Collazo y de Yahima Esquivel para recibir los aplausos y abrazos de los países hermanos por la primera victoria latinoamericana en esta sesión de la UNESCO. Eso fue en la mañana, y en la tarde, aquella imagen grandiosa del pueblo Oromía hermosamente trajeados en blanco con las capas de sus vestidos llamadas boluco, las orejas marcadas con elegancia por las prendas loti, sus turbantes y gorros gufta y en alguno de ellos, porque todos son hombres, ese cuerno kerecha ufato, con punta de metal sobre sus cabezas y el bastón de mando bokusera que distingue la jerarquiza de la máxima autoridad entre los más destacados líderes del Sistema Sociopolítico Autónomo de Oromo que se practica desde hace siglos en Ethiopía y que ingresó a la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, originando tal grado de entusiasmo y emoción en la sala, que se dio por terminada la sesión.
Más adelante seguiría en la Lista el merengue de República Dominicana y la Charrería de México, para concluir entre más de 30 expedientes aprobados con lo que no merecía discusión: El Carnaval de El Callao, representación festiva de una memoria e identidad cultural, que tanto Colombia como Cuba elogiaron dando inicio a los análisis que en menos de 10 minutos llevaron al Presidente del Comité Intergubernamental a una nueva inclusión de Venezuela a la reconocida Lista por decisión unánime de los 24 países representados en las evaluaciones. Otra vez se sintieron los aplausos largos en la sala y los puestos que ocupábamos como delegación invitada se cargaron del calor humano de los representantes de África, de América Latina y El Caribe, de Europa, de Asia, el mundo que llegaba allí a felicitarnos a todos. Apenas tuve tiempo de memoriza, tachar, reescribir algunas frases para ofrecer el agradecimiento de nuestro gobierno bolivariano antes de que mi gente de El Callao subiera cantando hacia el presidium.

EN TRIBUTO AL PUEBLO DE ÁFRICA
Esto fue lo que dijimos:
Señor Presidente de esta reunión.
Colegas miembros del Comité Intergubernamental de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial.
Reciban todos el saludo afectuoso de nuestro pueblo venezolano, de nuestro gobierno bolivariano y en especial las felicitaciones al hermano pueblo de Ethiopía y a las autoridades que han aportado significativos esfuerzos en la organización del acto preparado por la UNESCO.

Queremos decirles que en reuniones como estas a las que cada año se convoca a nuestro país, se hace evidente el valor de nuestra Constitución que nos ha acompañado en el largo viaje a Ethiopía y que ha hecho de la cultura un vehículo para la paz; la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que en sus primeras páginas nos define como un sociedad multiétnica y pluricultural. Por ella formamos parte activa de esta Convención de la UNESCO que nos ha permitido también, como lo saben, año tras año ilustrar la fuerza y la fertilidad del pueblo creador al que nos debemos, con el progresivo ingreso a las listas de patrimonio aquí debatidas.

En este caso que ahora nos ocupa con El Carnaval de El Callao, representación festiva de una memoria e identidad cultural, avanzamos mucho más allá de los límites geográficos de la patria, porque desde distintos lugares del Caribe, conocido como las Antillas, con el acento africano y los idiomas inglés, francés, español, patois o creole, se conformó esta comunidad sobre uno de los sitios muy antiguos del planeta en nuestra Guayana de Venezuela.

Hicieron comunidad sobre la mina de oro más famosa del país y fueron alimentando con sus trabajos de mineros a generaciones y generaciones, distinguidas por signos de identidad que la hacen más rica, por encima de todo el oro que tenemos, nos impregnaron con sus costumbres ancestrales, tatuaron en nosotros esa condición que el Presidente Hugo Chávez Frías definió como Nuestroamericano.

Nuestros antepasados llenos de sabiduría salieron de aquí, de este continente africano y por las circunstancias de la historia, además de sufrir nos dieron vida y más vida en América.

Pedimos permiso a la asamblea para hacer un canto, dejar un símbolo, cumplir con un gesto en tributo al pueblo de África que también luchó por nuestra libertad y donde ahora nos sentimos orgullosos de estar presentes.

Africano yo te canto
con alegría y dolor
lucharemos como hermanos
por la paz de la nación.

Son versos que el pueblo hizo suyos. Gracias distinguidos miembros del Comité Intergubernamental de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, por el apoyo ofrecido al ingreso de El Carnaval de El Callao, representación festiva de una memoria e identidad cultural a la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO.
Muchas gracias.
Benito Irady

George Andrés Clark, Mirna Elena Harewood Henry e Iraima López Melo




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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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