¿Fin del ciclo o golpe de timón?

Tras la derrota electoral del chavismo la semana pasada – la alianza opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) alcanzó el 56% de los votos asegurándose una mayoría de dos tercios en el parlamento–, los grandes medios de comunicación presentaron las viejas explicaciones. Supuestamente, los “regalos sociales” del chavismo se han hecho impagables con la caída del precio del petróleo.

Esta explicación invisibiliza, sin embargo, lo más importante del chavismo: su disposición de enfrentarse a elites globales y nacionales. El hecho de que el precio del crudo volviera a subir en 1999 se debió en buena medida a la política internacional de Chávez. Gracias a su política de alianzas, fuertemente criticada entonces, los países miembros de la OPEP retornaron a la práctica de cuotas de extracción.

Respecto de la política interior, la distribución de la riqueza también hubo que conquistarlaRespecto de la política interior, la distribución de la riqueza también hubo que conquistarla. Cuando el Gobierno empezó a intervenir la empresa nacional de petróleo PDVSA en 2002, obligándola a ceder las ganancias para programas sociales, las viejas elites organizaron dos intentos de golpe de Estado.

Corrupción

Pero ¿a qué se debe entonces la amplia mayoría que obtuvo la derecha el 6D? En los últimos cuatro años, la crisis de Venezuela ha sido manifiesta: una terrible especulación inmobiliaria y de divisas, la inflación galopante y problemas muy serios de suministro. Los problemas económicos finalmente son de carácter estructural.

La economía venezolana depende completamente de las importaciones y el aparato estatal es tan ineficaz que roza la parodia. Ambos aspectos son llamativos si se tiene en cuenta que el chavismo ya en 1998 propagaba fomentar la producción nacional y que desde el 2007 se impulsaba la construcción de nuevas estructuras estatales vinculadas a la organización popular bajo el concepto del 'poder comunal'.

El detonante inmediato de la crisis, no obstante, fueron los mecanismos de control cambiario y de precios. Con la subida de salarios y la regularización de las relaciones laborales, se 'democratizó' el consumo a partir del 2004. Para que las grandes cadenas comerciales no se apropien de los aumentos salariales mediante la especulación, el Gobierno estableció precios máximos para los bienes de primera necesidad. Además, se impusieron serias restricciones al cambio de divisas para reducir la vulnerabilidad frente a la especulación financiera. Para realizar transacciones internacionales, hay que solicitar dólares al Estado. Las divisas para la compra de alimentos o de medicinas se consiguen a un curso bastante más favorable que el del mercado.

El detonante inmediato de la crisis, no obstante, fueron los mecanismos de control cambiario y de precios

Esta política no sólo pasó el poder, sobre de miles de millones de dólares, a la burocracia estatal, produciendo un terrible incentivo para la corrupción. Más dramático aún ha sido que el acaparamiento y el contrabando de bienes de consumo básico se convirtieran en negocios extremadamente lucrativos.

El gobierno chavista no se cansa de señalar “la guerra económica del imperio” como responsable del caos en el país. Según él, la derecha acapara ciertos productos para generar descontento social. Pero mucho más eficaz que este sabotaje político es la micro-racionalidad económica. En Colombia, la gasolina vale 30 veces más que en Venezuela donde, gracias al cambio subvencionado de divisas en este último país, la situación con los alimentos básicos es similar. No puede sorprender por lo tanto que el occidente venezolano hoy día se dedique al contrabando y que los productos básicos subvencionados desaparecidos de los comercios venezolanos se vendan a precios muy favorables en Colombia.

Últimamente los movimientos de base han reprochado al presidente Maduro su falta de decisión en éste y otros temas. Pero de hecho los problemas económicos son bastante complejos. Es casi imposible contrarrestar el contrabando: Venezuela tiene 4.600 km de frontera y una parte de los cuerpos de seguridad están involucrados en la economía ilegal. Una liberalización de los precios y del sistema cambiario, mientras tanto, provocaría una ola inflacionaria todavía más grave, afectando sobre todo a los más pobres. A ello se suma el hecho de que la política redistributiva del chavismo ha avivado aún más el consumismo en la sociedad.

¿Otra política económica?

Parece, sin embargo, que la única solución para frenar la especulación y el contrabando es la suspensión del sistema de precios y cambiario para que estos dejen de producir incentivos para la economía ilegal. Para evitar una situación de emergencia social habría que acompañar esta medida por la distribución directa de productos básicos. Tal como ocurrió durante el paro petrolero del 2002, esta tarea tendría que ser asumida conjuntamente por organizaciones populares y organismos estatales para que estos se controlen mutuamente. Además habría que impulsar, por fin, la producción nacional y particularmente agrícola.

El que los proyectos en este último campo han tenido poco éxito en el pasado, se debe a que se han aplicado sin un debate en la sociedad, sin arraigo real en la organización popular y sin mayor planificación ni gestión eficaz. Este problema no es de Maduro sino data de mucho antes. En 2005, el mismo Chávez llamó a la conformación masiva de cooperativas para impulsar la economía solidaria y productiva. En muy poco tiempo se crearon decenas de miles de proyectos. Pero la campaña en absoluto se apoyaba en las experiencias del movimiento cooperativo existente ni generaba incentivos para la producción así que tres años más tarde solo algunos centenares de las cooperativas habían sobrevivido. Muy similar es la experiencia con la autogestión obrera en las empresas nacionalizadas. Eran muy contados los casos donde el proceso partía de una organización obrera sólida. Los aparatos sindicales y del PSUV buscaron el control sobre los consejos, mientras que la mayoría de las plantillas mostraba poca actividad.

La boliburguesía como retorno del viejo Estado

En general, hay que constatar que el chavismo ha afectado muy poco las estructuras subyacentes de la sociedad venezolana. Justamente porque nunca ha sido una proyecto dictatorial, no ha podido confrontar el legado histórico de cien años de bonanza petrolera que resulta ser una verdadera maldición para el país. Casi nadie en el chavismo ha reconocido lo que históricamente vertebra la economía venezolana: el saqueo de los recursos naturales para el mercado global y la apropiación parasitaria de la renta petrolera mediante prácticas clientelares o de corrupción en el Estado. Cuando uno ha viajado a Venezuela en los últimos 17 años, siempre se ha sorprendido con lo poco que se discutía ahí sobre economías alternativas y estrategias de transformación. La culpa la tenían las viejas elites y no las estructuras subyacentes.

El enorme poder –económico– del Estado y el culto de la personalidad alrededor de Chávez además han resultado ser un caldo de cultivo para el oportunismo político. El que señalaba las contradicciones y problemas del proyecto bolivariano, rápidamente fue considerado un adversario político. De esta manera, se han dejado de lado los problemas fundamentales del país más allá de las agresiones de la oligarquía y del Imperio.

¿Es posible un golpe de timón?

Aunque muchos lo piden, ya es muy difícil un golpe de timón. Es cierto que a pesar de la situación dramática el 40% de la población sigue votando al chavismo. No obstante, no hay que engañarse –entre estos votantes hay muchos empleados del Estado que por razones de conveniencia rápidamente pueden cambiar de bando–.

El movimiento Campamentos de Pioneros ha construido barrios enteros gracias a obras comunitarias

Todo dependerá ahora de la reactivación de los movimientos de base. En Venezuela, hay una larga historia de revueltas anti-neoliberales y de experiencias importantes del auto-gobierno desde abajo. El movimiento Campamentos de Pioneros ha construido barrios enteros gracias a obras comunitarias, y a pesar de la concordación dañina con la burocracia estatal, una parte de los concejos comunales han desarrollado una vida democrática autónoma.

Pero el problema es que el gobierno sigue siendo chavista así que las protestas populares no pueden constituirse en oposición al Estado. Además, la derecha antichavista bloqueará todo lo que pudiera fortalecer los movimientos de base. Si hay algo que odia más que al PSUV, es el empoderamiento de las clases populares.

Queda sin embargo un aspecto positivo del 6D: el chavismo perderá su atractivo para los oportunistas de modo que quizás se pueda dar el debate abierto y autocrítico, que siempre se ha reivindicado pero que nunca ha tenido lugar.

Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/global/28718-fin-del-ciclo-o-golpe-timon.html


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