El Alba: La Meca de la Decadente Burocracia Caribeña

En días pasados el Ministro de Turismo, compatriota Andrés Izarra, informó que el gobierno nacional había aprobado modernizar el Hotel Alba Caracas, para lo cual, según su decir, se destinaron 80 millones de dólares.

Al oír la noticia, uno se pregunta inmediatamente: ¿Es para Venezuela en este momento una prioridad remodelar el Alba?

Responder la interrogante anterior exige comprender que Venezuela no es un ente o dinámica socio-histórica simple, o sea, constituida por un solo tipo de sustancia o un solo tipo de interés, sino que en ella coexisten, por ahora, múltiples visiones e intereses.

Veamos algunos ejemplos:

Un burócrata rojo-rojito dirá: Si es una decisión del gobierno debe ejecutarse, cualquier observación o crítica al respecto, es una debilidad ideológica y una actitud de colaboracionismo con el imperialismo yanqui. Además, cualquier dirigente bolivariano que se precie, no podrá dejar de peregrinar hacia ella. El Alba es nuestra Meca, allí hacemos nuestras trascendentales reflexiones etílicas; allí drenamos el estrés acumulado por tantas hazañas revolucionarias; allí tiene su sede y se desarrolla la rueda de negocios; allí se planifica las grandes gestas patrióticas de las cuales somos protagonistas. En una palabra, nadie ingresa a la nueva clase política venezolana sin hacerse parte del predilecto “Mundo Alba”.

Un sacrificado asesor procedente de la isla dirá: Que se modernice, ya que quienes allí habitamos o concurrimos asiduamente, necesitamos de mayor seguridad, confort y privacidad para nuestro descanso, distracción y, especialmente, para realizar cómoda y elegantemente nuestras reuniones en las  que le impartimos las orientaciones socialistas a la patriótica dirigencia bolivariana.

Un empresario boliburgues dirá: Que se modernice, incluso, que se eleve el presupuesto de la obra a 1.000 millones de dólares, pues así la ganancia será mayor con ocasión a la importación de lámparas, yacusis, sillas, colchones, vajillas, en fin, cualquier cosa que justifique el manejo de los dólares. Aún más, tratándose de una obra de envergadura, solo posible en revolución,  es necesario que se constituya un consorcio o empresa mixta formada por empresas venezolanas, cubanas, chinas, argentinas, rusas, francesas, etc., por consiguiente, el contrato debe tener carácter internacional y, en consecuencia,  debe ser pagado en dólares.

Una enfermera cubana de la Misión Barrio Adentro dirá: Señores hasta cuándo van a seguir botando el dinero. No gasten más recursos en cuestiones superfluas, inviertan ese dinero en resolver los graves problemas de los hospitales de Venezuela.

Un campesino dirá: Utilicemos esos recursos para financiar un Plan Nacional de Siembra de Caraotas, a ver si por lo menos en eso nos hacemos independientes, logrando de este modo iniciar el camino hacia la materialización de la soberanía agroalimentaria. Si los políticos y asesores quieren parrandear, que se paguen su vaina. Bien caro que el estado paga sus “servicios”.

Una trabajadora del Hotel Alba dirá: Señores no habrán óptimos servicios de turismos con trabajadores y trabajadoras mal pagados, por ello, lo primero es honrar todos los compromisos laborales que se tiene con la clase trabajadora del sector turismo. El Hotel Alba lo que requiere es autoridad y orden. Que todo el mundo pague los servicios que se le brindan. Basta de mantenidos, independientemente que sean nacionales o extranjeros.  

Un TSU en turismo dirá: Las instalaciones y servicios de ese hotel lo disfrutan casi exclusivamente la burocracia roja-rojita y la exquisita casta de asesoras y asesores caribeños, por lo que, no tiene sentido gastar esa cantidad de dinero para el disfrute de unos pocos privilegiados. Con esos 80 millones de dólares debieran acondicionarse unos buenos terrenos para acampar durante épocas vacacionales. Así como ocurre en la Gran Sabana, donde van familias enteras y pasa una y dos semanas en tienda de campañas. Con esa inmensa cantidad de dinero se dotarían esos espacios vacacionales de todos los servicios indispensables, especialmente, seguridad, así todo el pueblo tendría la oportunidad de vivir la experiencia de visitar nuestras montañas, llanos, ríos, playas, ciudades, etc., al margen de la mercantilización de la actividad turística.

Aún hay tiempo para rectificar, que esos 80 millones de dólares no se vayan en oropeles, en programas y aplicaciones para sistemas de computadores, en toda suerte de cachivaches electrónicos, en cuñitas y eventos promocionales. Menos aún para que unos corruptos hagan su agosto comprando mercancías en el extranjero a dólar preferencial invocando el ideario bolivariano y la causa socialista. Hagamos algo productivo, ya basta de puro comercio, propaganda y charlatanería.

Finalmente, compatriota Izarra, si no hay modo de que se reconsidere la decisión, entonces le recomiendo que en la página web del hotel, se abra un link para que permanentemente se informe a Venezuela de cómo y en qué se gastan los 80 millones de dólares. Por ejemplo: ¿Cual es la compañía que va hacer las compras en el extranjero? ¿Qué mercancías van a comprar y a qué precio? De este modo por lo menos se le aporta al país una experiencia transparente de administrar los recursos públicos.



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