Santos, Juan Manuel Santos, el hijo e míchiga

Revisa hasta sus viejos cuadernos de la universidad Javeriana buscando vocablos peculiares, explicaciones históricas, maquillaje verbal para empolvar su cara de idiota.


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La historia tiene su lenguaje, con letras nos escribe la versión que dan los vencedores y con sables y tambores anuncia la premonición de las batallas. Los hombres nunca creen que llegará la hora temida en que las trompetas anuncien la hora definitiva en que se pasa de la paz a la guerra, del insulto al golpe, de la amenaza a la metralla. Como un remolino infernal se acalora esa hora y ya no hay tiempo de preguntas, los comandantes dan órdenes y los soldados las cumplen, los mapas son heridos con alfileres que se desplazan sobre objetivos, los aeropuertos, los cuarteles y las calles respiran el seco aire del infierno, las balas y los muertos nos dan el parte de que empezó la refriega.

Santos, Juan Manuel Santos mira los mapas. Colombia es un panel virtual en las pantallas del pentágono. La hora esta presta para debutar el asqueroso papel que escogió en el reparto, Santos, Juan Manuel Santos, el hijo de puta. Ensaya día y noche delante del espejo, se mira de frente y se mira de perfil. Juan Manuel Santos es el Judas de la América, escogido por el imperio será quien les sirva la mesa a los gringos de mierda. Juan Manuel sueña con su hora estelar... apenas faltan horas, apenas ser electo para tener la batuta maldita en la mano y ordenar el ataque.

Santos, Juan Manuel se entretiene y ensaya dando declaraciones a los medios, se viste de egolatría, de esa que le enseño su familia oligarca, sueña con su rostro en las primeras planas: “Santos invade a Venezuela y derroca a Chávez”, no sueña, delira. Revisa hasta sus viejos cuadernos de la universidad Javeriana buscando vocablos peculiares, explicaciones históricas, maquillaje verbal para empolvar su cara de idiota. Cuenta y recuenta los millones que aumentaran sus cuentas bancarias.

Hugo le lleva la delantera, Hugo Chávez ya es un guerrero viejo y curtido en las artes bélicas de cualquier número de generación. Hugo le responde y le responde Correa. Santos soñó en voz alta y ante los micrófonos que bombardeaban Venezuela y cuando recibió la respuesta frontal y la amenaza directa de Hugo, se le mojaron los calzones. Balbuceó que eso no era lo que quería decir, no todavía. Temía que sonara el teléfono directo con la mesa de operaciones imperiales y se le hiciera la reprenda por bocón. Pero ya la palabra estaba dicha, ya la respuesta regresó con furia a cachetearle sus mejillas de cachaco fino y temeroso.

La historia tiene su lenguaje, la palabra escrita nos narró por años lo que quienes ganaron y nos dominaron querían que aprendiéramos, la historia no es la historia. Las cosas son de otra forma a como las cuentas los libros, con los años las polillas van haciendo de tantas mentiras un polvillo que produce alergia, que despierta al pueblo. La historia es la historia, es el día a día de estos once años de una Venezuela gallarda y atrevida, los once años y más de una Colombia entregada y sometida, la historia es este aire que se me entra por las narices y me llena el alma de cólera, de alerta, de soberbia.

La Colombia aquella de Bolívar, la amada Colombeia de Francisco de Miranda, esa Colombia que no nace todavía, esa esta desplazada y castigada, está en armas en las montañas combatientes, esta en la mirada hermosa de cada guerrillero y guerrillera.

La Colombia anestesiada por el tráfico de cocaína, la Colombia vendida por las manos de la familia Santos y otras diez familias de apellido oligarca, esa que despacha desde Nariño, cree aun que son Colombia y son peones, son esclavos, son lambucios entregados, emisarios del dinero y de la guerra, rastreros adoradores de los rizos amarillos de cualquier general de apellido gringo.

Esa Colombia esclava debe ser liberada, esa que amenaza, esa sobre la que duerme sus sueños de grandeza ese maldito de Santos, que tiene años esperando que llegue su hora, su entrada al escenario, esa Colombia bañada de muertos, de motosierras, de desplazados, de niñas y niños en la orfandad de las batallas, esa Colombia herida desde antes del asesinato de Gaitán, debemos reducirla apenas se levante su lacayo de estreno.

Chávez, el Hugo Chávez ya grande y añejo, ya timón, desfiló ayer su poderío civil y militar, nacional e internacional, a la Colombia yanqui la amenazó la otra Colombia de Bolívar, será Venezuela y Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Cuba la grande quienes tomarán el nombre de Colombeia y responderán las balas con las balas y la invasión pretendida sobre nuestra patria, con la liberación de aquel pueblo que nos mira desde sus montañas, uniformados y erguidos con la bufanda de Marulanda soplando como el viento.

La patria grande está naciendo, venceremos.


raulhbracho@hotmail.com



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Raúl Bracho


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