Oreama: la misma calidad en nuevo empaque

En plena euforia post electoral USAmericana manifesté en este portal mi escepticismo sobre las esperanzas que despertaba el nuevo inquilino de la Casa Blanca:
http://www.aporrea.org/tiburon/a66706.html
Es momento de analizar qué circunstancias lo colocaron allí.

MacMundo necesitaba seguir con sus planes de fagocitación global. En esta ocasión el dilema era que había mucho rechazo interno (¡Imagínense! ¡En los iuesei!) a la desastrosa gestión de Bushito, así que el jueguito bipartidista 'republicanos malos versus demócratas buenos' necesitaba de algo más. Necesitaba ... color  para impactar la opinión pública y hacerle sentir que tenía el control.

Así que MacMundo (o USrael, o como quieran llamarle al corpogobierno planetario) diseñó su campaña de mercadeo y propaganda para colocar al producto Oreama en los anaqueles mentales. ¿Qué podía interpretarse más radicalmente como "cambio" que un presidente USAmericano de color?

Y ese fue el único cambio: el color del presidente, con un verbo agradable y mesurado, y con el contorno de una política exterior más falsa de manera que MacMundo pudiese seguir con sus planes - invariados - mientras los espectadores se regocijan del "cambio".

Oreama prostituyó su raza para permitir que los poderes fácticos pudieran seguir colocando sus piezas en el ajedrez mundial. Vendió los ideales de lucha de Malcolm X y el pacifismo de Martin Luther King al mercado, dejando en igual estado de indefensión a los USAmericanos menos favorecidos, dejando intacto un sistema que asigna 20 (¡VEINTE VECES!) más presupuesto federal al aparato industrial militar que al sistema educativo, 44% y 2.2% respectivamente:

http://www.globalissues.org/article/75/world-military-spending#InContextUSmilitarybudgetvsotherUSpriorities

Oreama sólo está allí de adorno. La (¿ex?) Primera Dama sigue manejando los hilos de la política exterior, Robert Gates sigue allí, las tropas USAmericanas siguen divirtiéndose con su tiro al "blanco" (es un decir) con ciudadanos del tercer mundo para garantizar que el petróleo, el opio y la cocaína estén disponibles en las calles de Anywhere, USA.

Oreama y su verbo elegante y guabinoso harán frente a las cámaras mientras MacMundo invita a Honduras a jugar a los soldaditos, mete más cizaña en Colombia y se toma fotos con Bibi y otras porquerías. ¿Irak? Sí, siguen allí, y en Afganistán también; BigPharma se regocija de que la medicina siga siendo un privilegio, los bancos felices y contentos de los paquetes de salvataje mientras las hipotecas subprime dejan en la calle a millones de USAmericanos... que se molestarán con Oreama y empezarán a dividirse aún más en posiciones radicalizadas que les impiden llevar a cabo una verdadera revolución en el país que más debería tener derecho a hacerlo, en donde la agresividad real y virtual (bashing) es una manera de sabotaje a la formación de consensos incómodos a los grandes intereses, en un país en el cual 39% de la población no cree en Darwin.

Oreama no es culpable de ello. Es sólo una pieza más, como Ronnie Rambo, como Arnie Schwarzenegger: un producto de marketing. Así se gana la vida: no es delito ser un actor ni un predicador, y si alguien se siente defraudado es por haber sido demasiado crédulo. No le pidan bolas: si las tuviera ya las habría mostrado.

Oreama no ha traicionado SOLO a los afrodescendientes: ha traicionado a todos los que le creyeron el libreto. Pacifistas, progresistas, ecologistas, todos los que creyeron que iban hacia un cambio. Incluso a unos cuantos ilusos por acá en el Sur.

¿Ustedes ven algún cambio sustantivo? Esa fue la promesa  central de Oreama.

Lo que pase en los iuesei nos afecta a todos, incluso a los que no "votan" allá (entre comillas porque nada que no sea "una persona = un voto" es realmente democracia). Oreama "vendió" su cara, que incluye el color de su piel y lo que ello implica, a la política imperialista. Ahora, y lo digo sinceramente: no se imaginan cuán feliz sería si resulta que lo que much@s esperan de la palabra "cambio" sucediera realmente. Sería el primero en reconocerlo. Mientras tanto... Oreama.

Más allá de eso, mi ocurrencia de usar la analogía Oreama tiene varias inspiraciones: el fonema evoca el espectáculo cinematográfico ("Technirama" y similares) aprovechando la terminación "ama", y la famosa galleta rellena con su connotación de camuflaje es apropiada para resaltar que el nuevo inquilino de la Casa Blanca no parece oponerse a ser vehículo para seguir implantando una política interna y exterior esencialmente hostil a razas que no sean la blanca.

Aquí podríamos hacer un análisis de la conducta homicida que le ha permitido a los blancos construir su supremacía a lo largo de los siglos, cuantificando cuál raza se lleva el triste galardón de haber aniquilado más seres humanos; no llegaré tan lejos ni me consta todavía que ello sea numéricamente cierto.

Lo que sí resulta evidente, por lo menos hasta que (¡ojalá!) se pruebe lo contrario, es que el color de la piel de Oreama fue un componente significativo de la campaña electoral diseñada por USrael para engolosinar a todos los sectores progresistas con el espejismo del "cambio".

En ese sentido, no se esperaba de él que fuera un defensor a ultranza de los derechos de los afrodescendientes, sino un defensor a ultranza de los derechos de las mayorías oprimidas de cualquier color y nacionalidad sin menoscabo de las prioridades civiles de su país. Hablar de racismo aquí sería un reduccionismo simplista al cual sólo se adhieren por imbecilidad los ultraconservadores y supremacistas que pululan al norte del Río Grande y desgraciadamente más allá de la tierra de las barras y estrellas.

"Oreo" como insulto se utiliza particularmente ENTRE negros para designar a quienes traicionan los ideales de emancipación... en un país en el cual hace apenas décadas ser negro era ser ciudadano de segunda. Ya el asunto trasciende la faceta racial o nacional y se convierte en emancipación de las clases, nacionalidades y etnias oprimidas.

Oreama, previa consulta al AIPAC, se aprestó a convertirse en el "punching ball" de la política USAmericana: todos los problemas heredados del impresentable Bushito pasan a ser ahora de su competencia. Eso no es malo: como bién sabemos, es un cargo para el cual hay que tener cierta coraza. Lo que no me parece correcto, y de allí que, sí, efectivamente considero que es hipócrita, es el asumir un rol y levantar expectativas que de antemano sabe que no va a poder cumplir, como de hecho no las está cumpliendo... y dejar mal parada la imagen de la primera presidencia USAmericana envestida sobre una persona de color.

Oreama no está al mando. Es un simple diversivo sobre el cual van a concentrarse todas las baterías mediáticas mientras que el corpogobierno sigue haciendo lo que ya es su especialidad: expandir su espectro de dominación global a punta de zanahoria y garrote. Y parece que el garrote viene forrado de zanahoria, como corresponde a toda creación de Hollywood.

El problema no es Oreama: es el sistema corporativo con fachada de democracia bipartidista que lo puso allí. Entre Oreama y el pueblo USAmericano, con sus esperanzas y aspiraciones, media un aparato gigantesco, poderoso y exquisitamente corrupto manejado por cabildeos y grandes empresas cuyos intereses son opuestos a los de las mayorías.

El rol de Oreama es estirar la arruga de un sistema financiero que colapsa y desincentivar cualquier esperanza de mayor participación popular en las políticas públicas instilando más y más desesperanza. Falta algo más de circo para por lo menos proveer el nirvana del olvido negligente y complaciente. Lo que me preocupa es: ¿qué pasará cuando los niveles de popularidad empiecen a bajar, si es que ello sucede?

Veremos. Si dejara de llamarle Oreama, ¿cambiaría en algo la percepción de que es un producto para consumo mediático?


muninifranco@gmail.com


Esta nota ha sido leída aproximadamente 2741 veces.



Franco Munini


Visite el perfil de Franco Munini para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Franco Munini

Franco Munini

Más artículos de este autor