¿Secesionismo?… No tienen con qué

Durante muchos años la creación de la “República Independiente del Zulia”
no fue más que un argumento para mamarle gallo a los zulianos. Nadie se
tomaba en serio lo de dividir el país en pedazos.

En realidad no hacía falta, o dicho de mejor forma, no le hacía falta a
los gringos.

Los gobiernos cipayos de nuestra nación eran garantía de que el país, y
con ello el Zulia, serían por siempre un seguro suplidor de crudo para
gringolandia. Nada era más importante para aquellos “patriotas” que
satisfacer las necesidades de sus amos.

No había necesidad en ese entonces de repetir la experiencia panameña en
Venezuela, como no había sido necesario en Bolivia y Ecuador.

Hoy las cosas son diferentes. Venezuela ya no es el país sumiso de
antaño, pues cuenta con un gobierno nacionalista que impulsa el
Socialismo del Siglo XXI y demuestra con hechos que ello significa
independencia, crecimiento económico y justicia social.

La política venezolana marcha en contracorriente a los intereses
imperialistas, por lo que sus acciones destinadas a lograr el
renacimiento de la OPEP y el incremento de los precios del petróleo son
interpretadas como acciones antinorteamericanas.

Igual percepción genera el que el gobierno nacional vaya mucho más allá
del mero discurso integracionista y pase a la acción brindando
oportunidades de desarrollo a otros países, al ofrecerles petróleo con
facilidades de pago e incluso a cambio de bienes y servicios, para que no
se vean obligados a gastar los pocos dólares de que disponen.

Si a esto sumamos que Venezuela es el principal enemigo del ALCA y el
motor que impulsa la integración del continente, no puede resultarnos
difícil entender por qué el Departamento de Estado promueve, financia y
ejecuta acciones destinadas a derrocar el gobierno revolucionario.
Aún están frescas en la memoria de los venezolanos las acciones
promovidas por Washington y ejecutadas por una oposición apátrida,
destinadas a cambiar por la fuerza el gobierno que el pueblo
libérrimamente se dio.

A través de una permanente campaña mediática, acompañada por huelgas
generales, golpe de estado, sabotaje petrolero, fuga de divisas,
guarimbas, contrabando masivo de extracción, acaparamiento de alimentos y
especulación, el gobierno norteamericano en comparsa con una oposición
servil, ha intentado, sin éxito, romper los lazos que unen al gobierno
venezolano con su pueblo.

Todos esos fracasos y la fortaleza de la revolución Bolivariana los
obliga a caminar por otros senderos, sin que ello signifique abandonar
sus planes conspirativos.

Uno de esos senderos es la secesión, pues ésta fracciona los pueblos,
promueve conflictos internos, debilita a los gobiernos y pone una parte
del territorio al servicio de quien promueve la división.
Nada mejor, para los intereses gringos, que lograr ese escenario en
Venezuela.

No resulta difícil imaginar cuáles son los territorios que a los gringos
les gustaría separar de Venezuela. Los estados petroleros y regiones como
la de Guayana les hacen agua la boca; pero sólo el estado Zulia cuenta
con una estructura gubernamental (gobernaciones y alcaldías) y una
maquinaria partidista (Un Nuevo Tiempo) dispuestas a trabajar en pro de
una secesión que le brinde al gobierno norteamericano la oportunidad de
sacar un millón de barriles diarios del marco de la política petrolera
venezolana.

El problema que tienen los secesionistas es que su líder no tiene los
testículos suficientes para asumir abiertamente la dirección del
movimiento. Por otra parte, sin pretender descalificar al presidente
boliviano, Chávez no es Evo y su experiencia, coraje y liderazgo
representan son una amenaza para los apátridas.

A pesar de las intrigas gringas, los de adentro no avanzarán en la idea.
Se necesita trabajar abiertamente para promover una secesión y eso puede
llevarlos a la cárcel. Ellos o son de los que quieren riesgos por
defender sus posiciones.

Por otro lado, en medio de un año electoral, muchos de los pitiyankis de
la oposición prefieren hacerse los locos para no ganarse la repulsa de
los millones de venezolanos que rechazan el proyecto de fraccionar el
país.

No abandonarán la idea, o mejor dicho, esperarán otro momento para
intentar satisfacer los deseos de sus amos.


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Alexis Arellano


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