Se aclara el panorama estratégico

Especial para "Vea"

Hay esperanzas de un retorno a la racionalidad en la política internacional, desde el 2001 ensombrecida por un manto de incertidumbre. Ciertamente la declaración de la guerra contra el “terrorismo” por parte de la Casa Blanca, después del 11S, con sus acciones preventivas, había convertido el mundo en un espacio hobbesiano en el cual cualquier nación o grupo subnacional podría ser agredido al margen de todas las formas explícitas reguladas por el derecho internacional. Ciertamente fue un fiasco para la plutocracia transnacional, asociada en el “trilateralismo”, el uso del poder administrado por el gobierno de Washington bajo su control, en su intención de establecer un Imperio Universal sujeto a su dominio. Ello condujo a la quiebra financiera del FMI y el BM, como instituciones manejadas para sus fines políticos, y a la pérdida del poder disuasivo de las fuerzas militares estadounidense, ya debilitadas desde la aventura en Vietnam. Como hoy lo reconoce, en un hecho insólito, el heredero de la corona británica: “en ese marco –dice- se le está haciendo cada vez más difícil a Washington encontrar aliados en el ámbito internacional”.

Y esas perspectivas renacen por la declaración del Jefe de Inteligencia de los EEUU, Michael McConnell, ante su Congreso. Ciertamente al señalar como amenazas para la seguridad económica de los EEUU, a la Federación Rusa, a China y a los países de la OPEP, esta clarificando el panorama estratégico internacional, devolviéndole a lo militar su racionalidad: el uso de la fuerza de forma deliberada y controlada como un instrumento coercitivo para obtener lo que son ultimadamente objetivos políticos. O sea, ha reubicado la guerra, como uso racionalizado de la violencia legítima en las relaciones intersocietales, en el marco estratégico, en vez de los motines, la piratería, el atraco, la insurrección generalizada y el terrorismo aleatorio como prácticas para la definición de un orden mundial. Esto último, la praxis que intentó imponer, dentro del ambiguo concepto de la “Guerra de IV Generación”, tal plutocracia, utilizando las capacidades militares de la nación usamericana.

Así claramente quedaría establecida una relación agonal –inscrita en el “juego” estratégico, sujeto a reglas- entre el Estado anglosajón norteamericano, y sus aliados incondicionales, entre los cuales señaló a Colombia, que apuesta al Imperio Universal como paradigma de orden; y, Rusia, China y los miembros de la OPEP, que lo hacen a favor de la pluripolaridad como modelo de estructura mundial.. Quedando una amplia zona gris representada por los estados que se agrupan en la UE y UNASUR, que en su conjunto, pasarían a formar una nueva categoría de actores internacionales: grandes interlocutores internacionales independientes. En ellos se diferenciarían dos subsistemas políticos: “los librecambistas”, favorables al liberalismo económico (capitalismo) dentro de la pluripolaridad; y, “los gran nacionalistas”, europeístas e indoamericanistas, que privilegian el desarrollo colectivo de las naciones que conforman el conjunto, sobre la base de la protección de su aparato productivo actual o potencial. Desde luego ese escenario reduciría la incertidumbre, aumentando los niveles de seguridad a escala global. Una ganancia para la paz positiva.

escruz@movistar.net.ve


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Alberto Müller Rojas


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