El Alba frente al nuevo cuadro geopolítico

Son los fracasos de Washington, no sus ceñidas victorias del último período en América Latina, los que definen la nueva situación mundial y regional.

En primer lugar pesa la imposibilidad de remontar la economía del corazón del capitalismo mundial: la caída de 2008 fue frenada, pero de ningún modo revertida. Allí reside el descontento de masas que dio lugar al triunfo de un personaje como Donald Trump, malestar que se acrecentará durante su gobierno. Esto viene a la par de la disolución de la hegemonía global estadounidense y el inicio del desgranamiento de la Unión Europea. El ascenso de China y el audaz reposicionamiento de Rusia acabaron con el mundo fugaz tras la caída de la Unión Soviética y el ensueño de un capitalismo senil pretendidamente rejuvenecido e invencible. En tercer lugar –acaso el primero visto desde otra perspectiva- cabe señalar que la victoria de Trump es la derrota del sistema político estadounidense. La primera en más de dos siglos y a partir de la cual queda planteada la creación de un partido de masas anticapitalista en el centro del sistema mundial. Por último está el hecho resonante del cual no quieren hacerse cargo los analistas del capital: Washington no pudo derrocar al presidente Nicolás Maduro y aplastar la Revolución Bolivariana. Los gobiernos del Alba están firmes y en condiciones de presentar batalla a lo que viene, en un mundo pluripolar donde hay muchos intereses empeñados en dejar exangüe a Estados Unidos.

 

Augurios y realidades

Inicia febrero de 2017 y muy lejos de abandonar su cargo, Maduro recompone las bases políticas de la Revolución (ver pág. 14), avanza significativamente en la reconstitución de una economía devastada (por la caída en el precio del petróleo, la guerra económica y, último pero no menos importante, por errores y omisiones del equipo gobernante) y rearma su gobierno. La oposición burguesa está vencida y diezmada. Por eso la derecha aniquila la Asamblea Nacional, rompe con el marco institucional y finca su última esperanza en una guerra tercerizada, mercenaria, financiada y dirigida por la Casa Blanca.

Pero esta opción tiene espacio sólo si la Revolución Bolivariana no resuelve los problemas de producción y distribución que la sangraron en los últimos años. Hacerlo significa, sin retórica, más revolución, más socialismo. Y eso afirman como objetivo inmediato el Presidente, sus ministros, la Fuerza Armada y el Partido Socialista Unido de Venezuela.

Esta edición expone al detalle el fracaso del imperialismo en Medio Oriente y resume la impotencia que define su posición en otras latitudes. Resta decir que si bien el centro de las tensiones lo ocupa el riesgo de guerra a gran escala entre Estados Unidos, China y Rusia, lo más probable es que ese desenlace que bien podría significar el fin de la humanidad, en realidad tendrá escenarios previos donde se dirimirán relaciones de fuerza que permitirán o no la derrota del gigante guerrerista antes de que algún sucesor de Trump desencadene la catástrofe nuclear.

 

Brasil, Argentina

A la vez que se reafirmó el bloque del Alba, lo contrario ocurrió con los aliados de Washington en el Sur, ahora desperdigados y sin mando. El golpe de Estado en Brasil estuvo lejos de resolver el problema estratégico mayor para Estados Unidos: no cuenta allí, ni podrá contar a mediano plazo, con un punto de apoyo sólido para tender un eje contrarrevolucionario continental.

En la planificación previa del Departamento de Estado estaba Argentina como reemplazo del gigante suramericano. Está por verse si Trump y el Pentágono que lo catapultó mantendrán esa estrategia. En cualquier caso, pesarán por un período de duración incierta dos factores principales: el gobierno de Mauricio Macri también se ha afirmado, pero hay bajo sus pies una bomba de tiempo económica. Ésta sólo puede explotar socialmente: su gobierno cuenta con un frente único del gran capital, las dirigencias sindicales y la iglesia. Frente a ese bloque no existe una fuerza de masas para frenar al actual gobierno o a un eventual reemplazo de emergencia. Además, ante la retirada estadounidense, otros grandes centros del capitalismo buscan ocupar su lugar en Argentina.

En suma: Maduro se afirma en Venezuela y Macri en Argentina. Ambos tienen la economía como talón de Aquiles. Compleja transición al socialismo contra agónico intento de restauración capitalista.

Así las cosas, Trump inicia frente a una Suramérica desarticulada, con el Alba como polo antimperialista centrado en Caracas, Brasil en situación de ingobernabilidad y Argentina afirmada sobre una ciénaga, aunque sin oposición verdadera y con significativo respaldo internacional.

Este es el escenario latinoamericano de la nueva fase global. Asombra la postura de numerosas organizaciones y personalidades de la izquierda mundial frente a los gobiernos que componen el Alba y son, en América Latina, el enemigo contra el cual la Casa Blanca está montando un dispositivo múltiple de acción propagandística de masas, cerco diplomático y guerra.

Una parte de responsabilidad por la escalada de insensateces con signo izquierdista la tienen los propios gobiernos del Alba. Por diferentes razones no han promovido con suficiente vigor y eficiencia el debate y la formación teórica, columnas indispensables para la convergencia plural de fuerzas de masas que desde América Latina concurran a la gran confrontación en ciernes.



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Luis Bilbao

Escritor. Director de la revista América XXI

 luisbilbao@fibertel.com.ar      @BilbaoL

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