El Septiembre Negro de Estados Unidos

En la primavera de 1898 los estudiantes de la Universidad de Búfalo, reducto para la preparación de los nuevos dirigentes empresariales de Estados Unidos destinados a la conquista del mundo a como dé lugar, abandonaron las aulas y se lanzaron a las calles reclamando a gritos, y con banderolas, que el Estado le declare la guerra a la corona española por ser la responsable (la autora) de la voladura del acorazado Maine en la rada de La Habana en aquella madrugada del 15 de Febrero que puso en alerta y creó pánico en la atemorizada población isleña.

Los dos diarios más importantes del nuevo imperio en gestación, Journal y World, (como El Nacional y El Universal nuestros el 11 de Abril de 2002), abrieron sus páginas llamando a la gente a tomar las calles y pedir armas para, en su caso, ir contra el agresor. Uno y otro, en su diversidad de intereses y estilos, clamaban: “Guerra, guerra contra España”, “El Maine, partido en dos por una máquina infernal del enemigo”, “La destrucción del Maine debe ser motivo para que se ordene a nuestra flota zarpar rumbo a La Habana y exigir a España (dueña y señora de la isla), la indemnización de los daños en el plazo de 48 horas bajo amenaza de bombardeo”. “Es que vamos a esperar que nos den una bofetada en el otro carrillo?”. Sin embargo, el título y comentario político que definía con más claridad las intenciones de los Estados Unidos en su ideal expansionista, atendiendo a lo dictado por la doctrina del Destino Manifiesto, fueron muy precisas: “La única expiación es la libertad de Cuba”.

Teodoro Roosevelt, (el John Kerry de la época), clamaba: “Lo daría todo porque el Presidente McKinley ordenase a la flota levar mañana anclas rumbo a La Habana. El Maine se fue a pique por la repugnante perfidia de los españoles..!

Tal como ocurrió el 11 de Setiembre de 2001 cuando el boing se estrella contra el Pentágono, el presidente McKinley se negó a que se realizase una investigación a fondo para determinar las causas del siniestro. España quiso examinar conjuntamente con Estados Unidos el casco del barco y se le negó tal posibilidad. El 28 de Marzo de 1898 (un mes y siete días después del siniestro) el gobierno de los Estados Unidos, en nota que le envía a la corona española, le dice que “a la vista de los hechos investigados, correspondía, al parecer, una grave responsabilidad al gobierno español”, y expone cuáles eran esas responsabilidades.

Trece años más tarde, expertos navales estadounidenses extrajeron del fondo del mar, y examinado, el casco del Maine y llegaron a la conclusión que España nada tuvo que ver con su voladura. Poolitzer y Hearst, dueños del World y el Journal respectivamente, hicieron mutis por el foro. Silencio sepulcral de los medios. Todo quedó en los documentos de Estado norteamericanos posteriormente desclasificados que es cuando se conoce la verdad del auto-siniestro. Ni el Congreso ni el gobierno tuvieron miramiento alguno por sus 266 miembros de la tripulación del Maine que quedaron atrapados y murieron calcinados. La misma política del ocultamiento de la verdad, pudo haber ocurrido con el supuesto Osama Bin Laden que la Clinton ordenó echar al mar para borrar todo vestigio de investigación sobre este personaje tan ligado a la familia Bush.

Pero el tiempo iba diseñando, paso a paso, el comportamiento de los hijos de la pérfida Albión y su diplomacia de mentiras e hipocresía infinitas.
El atentado y pulverización de las torres gemelas de Nueva York el 11 de Setiembre de 2001, sólo pudiera tener parangón (nada que ver con los genocidios en Irak, Afganistán, Libia, Yemen, Siria para robarles su petróleo) con la horrenda devastación que achicharró, en segundos, a miles de ciudadanos que hacían vida en paz en Hiroshima y Nagasaki.

Fueron convertidos sus cuerpos y sus viviendas en cenizas por efecto de las bombas atómicas lanzadas que dejaron una onda expansiva con una carga de mil grados centígrados de temperatura. Semejante e infernal acción sin oponentes, alegró mucho a Truman. Antes de lanzar la primera bomba, la besó y la bautizó como “mi pequeño niño” (Little boy). El aviado Paul Tibbets, ennobleció aquel cargador de infiernos distinguiendo su trompa con el nombre y apellido de su madre: Enola Gay. “Dios mío, qué hemos hecho?” y comenzó a llorar lloró cuando veía subir el hongo, que a su final, alcanzó veinte kilómetros.

Tiempo más tarde se suicidó. En tierra, un sobreviviente de Hiroshima, Takashi Morita, describió el dantesco escenario de su entorno en aquel día infernal: “Aquella mañana empecé a ver que la gente venía cargando muchos trapos o ropa colgada del brazo o de las manos. Caminaban como si arrastraran el paso. Cuando llegaron cerca, vi que lo que estaban cargando era su propia piel que se había soltado del cuerpo. La piel había caído como un trapo y estaba prendida sólo de las uñas. Arrastraban su propia piel mientras gemían”.

Hace muy poco, Obama fue a Hiroshima a poner una corona de flores al pie de las tumbas. Previamente había advertido que su viaje al Japón no era para pedir perdón. Tal como lo hizo Hilary Clinton cuando visitó Guatemala el 01.10.10. Tampoco pidió perdón a nombre de su país genocida por los más de mil quinientos guatemaltecos infectados intencionalmente con sífilis y gonorrea entre 1946 y 1948 para favorecer a una de sus más grandes industrias que domina la producción, certificación y distribución en el mundo de productos médicos.

Con la pulverización del World Trade Center en setiembre de 2001, se inaugura el gobierno de George W. Bush y su cuadrilla. Este fue el segundo evento más devastador y genocida desarrollado a contra-reloj por los Estados Unidos que estremeció muy hondamente la sensibilidad de lo que aún queda de un mundo bueno.

Este episodio soltó las lenguas, puso a volar denuncias, por el postigo asomó la investigación y creó un iconoclasta: Thierry Meyssan. Es decir, que Bush se encontró en el estrecho y productivo mundo de sus hazañas con quien se convertirá en el mayo relator, desprejuiciado y sin temor alguno, pero muy documentado, que ha destejido, pieza a pieza, la verdad de los hechos que llevó a una muerte en serie a más de tres mil personas en las que, [simple casualidad?] no cayó ningún judío.

Su best-seller, “La Gran Impostura”, (2007), traducido a 27 lenguas, y lo que es más impresionante, a partir de su publicación, 3.000 obras se han escrito sobre el tema, que según el Departamento de Seguridad de la Patria (EE.UU), dos terceras partes le merecieron críticas favorables. Meyssan ha puesto sobre la gran mesa de las discusiones lo ocurrido, hecho que hirió tan gravemente el tan vendido “sueño americano” creado para la propaganda y el simbolismo de “un gran país” y para orgullo y disfrute de su ahora disminuida población racista.

Su trabajo, aporta informaciones minuciosamente investigadas. De sus estudios se desprende igualmente, que “algunos días antes de los atentados, grandes sumas apostaron por la caída de las acciones de las compañías aéreas en la bolsa de Wall Street”. El sitio donde estuvo enclavado el símbolo de la economía y centro financiero más grande del mundo, convertido hoy en santuario, al parecer se convirtió el 11 de setiembre en un infierno provocado.

Dice Meyssan, (según traduce Wikipedia), que “los atentados que provocaron el desplome de las Torres Gemelas en el corazón de Nueva York y la destrucción de una parte del Pentágono no habrían sido obra de kamikazes extranjeros, sino un golpe organizado por una parte del propio gobierno norteamericano, un complot interno destinado a modificar las opiniones y a forzar el curso de los acontecimientos”, que no serían otros sino “el transformar el orden geopolítico mundial”. Así mismo, dice, “la guerra contra el “terrorismo” (creada por Bush) sería una artimaña para suspender las libertades individuales en los Estados Unidos y luego en los países aliados, para instaurar así una forma de régimen militar”.

Los venezolanos sabemos lo que esto significa. Colombia toda, convertida en una base militar, la IV Flota, la apertura de Perú al armamentismo estadounidense, la eliminación de Chávez del espectro político latinoamericano que nació al calor de sus ideas por la libertad de nuestramérica, el acoso y destitución de Vilma, la caída de Cristina, el asesinato político del ministro boliviano, los misiles en Curacao y Aruba mirando hacia nuestro país que es la joya de la corona, es parte de la recomposición del Estado gringo en un régimen eminentemente militar.

Dos profesionales, él ingeniero y ella economista, sentados en un café en Manhattan, cruzaban preocupaciones sobre el atentado contra las torres gemelas. Por qué nos odiarán tanto?, se preguntaba él. Y ella. Por qué tenemos tantos enemigos?

La desinformación es casi absoluta en los Estados Unidos. El beisbol, el circo, priman. La pareja, cada uno en su rama, pudieran ser grandes profesionales. Nada más. No hay, para la mayoría de los estadounidenses, otras culturas. Saben que no pueden caminar como todos los ciudadanos por todas las calles del mundo. Pero eso les preocupa menos y es porque no buscan la razón del por qué. Ahora mismo aterrizan aviones en La Habana que vienen de Estados Unidos. Saldrán de sus hoteles los turistas, sí, los atrevidos.

Pero seguirán sufriendo lo que hoy sufre la mayoría de los estadounidenses. Muchos, pero muchos de ellos, millones, instintivamente, vuelven su rostro al cielo cuando pasa un avión regular de guerra de su propio país. El miedo seguirá con ellos por el resto de sus vidas. Por ser sus países seguidores del gran genocida, también la paranoia se instaló en los cerebros franceses, belgas, ingleses, españoles. Toda Europa. El único tribunal que pesa hoy sobre todos ellos, y los castiga, es el constituido por los grupos terroristas que ellos mismos gestaron.

Este es el septiembre negro de los Estados Unidos.

Este septiembre nuestro es de satisfacciones. El Movimiento de los Países no Alineados estará en Margarita para entregarle a Venezuela la presidencia del organismo compuesta por 122 países para que la ejerza por tres años. Presidimos el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. D igual manera, Unasur y Mercosur. Quizás por eso mismo seamos un peligro para la [credibilidad] de los Estados Unidos.

*Periodista.


jrizquierdob@gmail.com


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