A pesar del patético y cobarde espectáculo que dio recientemente Luis Almagro en el Consejo Permanente de la OEA, en contra de la Revolución Bolivariana, este servil pitiyankee insiste sin pudor alguno (como era de esperarse) en su pretensión de provocar la aplicación de la Carta Democrática a nuestro país.
Ante esta sistemática, visceral y unilateral actitud antichavista, impropia desde todo punto de vista para un Secretario General de la OEA, la reacción que más se ha venido escuchando en su contra, tanto nacional como internacionalmente, ha sido la de exigirle la renuncia a dicho cargo.
Reconociendo de antemano mi desconocimiento sobre el funcionamiento interno de ese organismo continental, considero que debería solicitarse la apertura de un procedimiento disciplinario que desemboque en su destitución, habida cuenta de las graves y reiteradas faltas cometidas en la manera absolutamente parcializada e injerencista que ha asumido sobre la actual situación política de Venezuela, por demás totalmente incompatibles con la naturaleza del cargo que ocupa, y alejadas de las más sensatas y responsables posturas que deben regir su actuación.
Recordemos que la renuncia es una iniciativa y un acto voluntario del personaje en cuestión (cosa que no va a ocurrir), mientras que la otra opción sería solicitada por Venezuela o cualquier otro miembro, sobre un "funcionario" que a todas luces se ha excedido flagrante y descaradamente en el ejercicio de sus funciones, creando un inaceptable precedente que debería ser condenado y abortado de inmediato, si se quiere evitar una profunda crisis institucional en el porvenir de las relaciones de los países que integran esta organización.
De manera que a Almagro no le sale renuncia, sino DESTITUCIÓN!!!