Ambiciosa conspiración neoconservadora

"Estados Unidos es una fábrica de armas que exporta guerra y pobreza a
las masas, la Casa Blanca es un cuartel y el presidente de la nación
es el jefe de la conspiración neoliberal para recolonizar el planeta.
En el frente económico, Washington es el prestamista del
neoliberalismo; en el frente militar, promotor de guerras ilegales.
Estas son las trincheras de su batalla por la dominación del mundo en
el siglo XXI. Si no se le detiene, será un siglo corto."

Esto dice y pronostica Luciana Bohne, crítica de cine y profesora de
la Universidad de Edinboro, en Pensilvania, en un documentado ensayo
acerca de la agresividad que despliega Estados Unidos en función de
afirmar su hegemonía global.

En el siglo XIX, Estados Unidos, presentándose como la nación escogida
de Dios por destino manifiesto para expandirse por el mundo y
dominarlo para bien de la humanidad, decidió exterminar la "amenaza
roja" interna. Forzó inicuos tratados y destrozó otros que no eran de
su conveniencia, robó tierras, masacró poblaciones nativas, convirtió
fincas de pastoreo en campos de concentración (reservas indias), todo
en nombre del propósito de civilizar salvajes.

En 1890, con la matanza de Wounded Knee, su vocación imperialista
completó la fijación de la frontera nacional que en lo interno llenaba
sus aspiraciones. Pero quedaba un mundo por conquistar y el naciente
imperialismo global estrenó su codicia con la conquista de Cuba,
Puerto Rico y Filipinas, que eran parte del decadente sistema colonial
de España. Nació el imperialismo externo norteamericano, escribe
Bohne.

En 1917, dice la autora, "ocurrió una revolución social en Rusia, la
segunda tras la francesa de 1789 que se proponía redistribuir la
riqueza de los pocos para beneficio de los muchos. Estados Unidos,
Gran Bretaña, Francia y otros acólitos, dejaron a un lado sus
diferencias y se unieron para detener la terrible amenaza que
planteaba la democracia popular y su difusión. Invadieron Rusia,
fomentaron una guerra civil, financiaron y armaron a las fuerzas de la
contrarrevolución. Cuando fracasaron, lo intentaron de nuevo en 1939.

Pero la guerra de Hitler por el exterminio en la URSS terminó con
espectacular victoria de Moscú".

Por un tiempo, después de 1945, Estados Unidos tuvo que comportarse
formalmente como un país civilizado. No obstante, desarrolló una
campaña contra la URSS alegando que tenía una ideología de exterminio,
terror, asesinatos y torturas. Estados Unidos, por el contrario, era
un faro de esperanza para el "mundo libre". Su Santuario estaba en las
Naciones Unidas; su Sagrada Escritura en el derecho internacional, y
era su principio básico la inviolabilidad de la soberanía de las
naciones.

Todo esto, aclara Bohne, era pura falacia. Estados Unidos era una
sociedad de apartheid que había sido capaz de llevar a cabo bombardeos
nucleares -dos veces-, sobre objetivos civiles de Japón cruelmente
seleccionados. Evitó que se hiciera justicia a los criminales nazis al
finalizar la guerra para absorberlos como socios en las estructuras de
su inteligencia militar. Llevó a cabo juicios mediatizados contra
disidentes durante la histérica era macartista, sembrando al país para
una cosecha de miedo. Libró una guerra genocida contra Vietnam para
evitar su independencia y unificación. Asesinó a líderes
independentistas africanos y promovió dictadores fascistas en América
Latina. Ató a Europa occidental mediante acuerdos de "cooperación"
militar en la OTAN y libró un esfuerzo implacable por debilitar a la
Unión Soviética y aplastar la autodeterminación en el mundo colonial.
La Unión Soviética se disolvió en 1991 y Estados Unidos lo celebró con
triunfalismo. La conquista del mundo, interrumpida en 1917, podría
reanudarse.

Cayó la máscara benigna. "La historia había terminado, las ideologías
habían muerto y podría cumplirse la misión mesiánica de Estados
Unidos, convertido en el administrador de la propiedad de Dios en la
tierra".

Una ambiciosa conspiración neoconservadora bosquejó el "Proyecto para
un nuevo siglo americano (PNAC)", que pronosticó que el siglo XXI
sería el del afianzamiento mundial de los valores estadounidenses
mediante guerras preventivas y cambios de los regímenes que no fueran
afectos a ellos.

Este frenético delirio de dominación militar de Estados Unidos se
convirtió en política oficial con la doctrina de Bush después de los
actos terroristas del 11 de septiembre en Nueva York, aunque antes
tomó cuerpo en la doctrina de la guerra humanitaria aplicada por
Clinton que mezcló los principios liberales de "democracia y libertad"
con las políticas sobre derechos humanos para inducir a la izquierda
liberal a abrazar la guerra y al imperialismo como medios de defensa
de los derechos humanos.

Desde 1945, dice la autora del artículo, el destino manifiesto
proclamado por Estados Unidos como cruzada del mundo libre, ha cobrado
las vidas de entre 20 a 30 millones de personas y ha bombardeado a un
tercio de los habitantes del planeta.
Mayo 30 de 2016.



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Manuel Yepe

Abogado, economista y politólogo. Profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana, Cuba.

 manuelyepe@gmail.com

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