¿Preparando el diálogo o la guerra?

Claro que sabemos la relación complementaria y paradójica entre la paz y los preparativos de la guerra. Hace unas semanas el presidente, nos recordó la antiquísima frase romana "si quieres la paz, prepárate para la guerra". Desde esa clave interpretativa, pueden significarse todas actuaciones públicas de los polos de la confrontación política, nacional e internacional a propósito de Venezuela, con esa ambigua y paradójica característica: son preparativos para la confrontación, que igual sirven para la negociación.

A algunos cuadros, de lado y lado de la polarización, se les pone la carne de gallina cuando oyen hablar de diálogo, y más si alguien menciona que es necesaria la negociación. Con ello muestran, además de su ignorancia histórica, su ingenuidad política. El propio vicepresidente de la economía, Pérez Abad, acaba de decir que el 90% de los empresarios está conversando con el gobierno (y el gobierno con ellos), para ver si consiguen una "ayudita" en sus negocios. De modo que la "lucha de clases" de manual marxista, no está a la orden del día. La "ayudita", por supuesto, no es fácil: se trata de dólares, lo que el gobierno no tiene; primero, por el precio del petróleo; segundo porque ha priorizado el pago de la deuda externa por encima de la importación, y este es un país, cuya industrialización dependiente y el consumo de masas (cosas que no cambiaron 17 años de chavecismo), demandan importarlo todo.

La confrontación política venezolana no es la de la guerra civil en Colombia. Tampoco, ni mucho menos, la que había entre el Pentágono y el gobierno de Cuba. La nuestra, transcurre pintorescamente en los medios y las redes sociales. Es más saliva que plomo (monopolizada por los pranes). La Constitución sigue funcionando. La oposición está recurriendo a ella, no sólo cuando propone un referendo, ojo; sino cuando convoca sus marchas de protesta ¿O es que la Constitución no garantiza el derecho a la protesta y la libertad de expresión? El Partido-Gobierno igual se apoya en la Constitución para hacer las cosas que hace: vigilar los pasos que lleven al revocatorio, convocar a su gente, declarar un estado de emergencia, opinar que no habrá revocatorio (eso es sólo una opinión). El juego político está permitido. Lo que no, es retardar más allá de los reglamentos, el ejercicio del derecho al referendo. No sólo es inconstitucional; es antichavista; porque fue por Chávez que hay revocatorio en nuestra Constitución.

Aquí nunca ha estado planteada una "colectivización forzada" estilo URSS, con una estatización universal como el socialismo real, típico del siglo XX. No hubo ningún plan serio de socialización de la economía. Las nacionalizaciones fueron tan desordenadas que, en muchos casos, sólo le resolvieron el problema a no pocos empresarios, que recibieron jugosas sumas por empresas en el suelo. Acá los banqueros no han sido tocados ni con el pétalo de una rosa; al contrario, le sirven de vez en cuando al gobierno para ciertas políticas de crédito y de "secado" de liquidez monetaria (que no es otra cosa que préstamos internos).

De modo que aquí siempre ha habido conciliación de clases, eso sí, con un discurso incendiario. Britto García una vez llamó a esa combinación "populismo". También analizó el discurso populista (adeco u otro) como la combinación de una dádiva, la exigencia de gratitud al líder, la manipulación del resentimiento social de los más pobres y la apelación al folklore popular. Su análisis vaya delante. Los famosos "motores" siguen evidenciando el enfoque keynesiano chimbo que, una vez, hace tiempo, cuando la IV República, acompañó a los planes cepalistas de sustitución de importaciones. Ese pensamiento económico, con el cual creció nuestra burguesía durante más de 60 años, se basa en supuestos que no son neoliberales, aunque sí capitalistas: a) esperanza en las "expectativas" de empresarios y demás actores económicos; b) creencia en la virtud multiplicadora de la inversión pública, a través del gasto, la inversión social y las grandes obras de construcción, que estimularían otras actividades; c) intervención del estado para proteger la industria nacional, que iría sustituyendo la importación de bienes finales, de consumo, pero nunca (NUNCA) la tecnología, la producción de medios de producción. Eso incluye control de precios y de despidos. Hoy, también se apuesta a nuevas formas de extractivismo minero asociado con transnacionales. Nada nuevo.

Estas premisas keynesianas son tachonadas hoy por creencias neoclásicas (o neoliberales, es lo mismo): que hay "puntos de equilibrio" en la economía; que hay que dejar que se logre ese equilibrio entre los factores de la producción y de la demanda. Claro: estoy seguro que todo el gabinete (supongo que Maduro y Cilia también) rezan todas las noches por la recuperación del precio del petróleo, para volver a los tiempos felices, cuando volveremos a la fiesta de resolver todo a "realazos". Y seguirá la robadera, claro…

De modo que pienso que sí, es posible un diálogo y una negociación; si es que ya no comenzó. Lo único que puede pararlo es la oligofrénica (estupidez) política de los extremos. Aquí no hubo una revolución. La oposición lo único que ofrece es un ajuste estilo Macri; igual o peor que la que aplica el Partido-Gobierno actual. El diálogo es necesario para evitar la guerra. La gritería y la insultadera es sólo la preparación para esa negociación. Es mejor que así sea.



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Jesús Puerta


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