Las elecciones del 6-D. ¿Reconciliación nacional o el derecho al revés?

 

"No importa ganar o perder,

hasta que pierdes"

(Snoopy , tira cómica)

 

En todo proceso de competencia el escenario de la derrota es evidentemente indeseable. Esa condición de indeseable cuando se supone superioridad se convierte en impensable. En la medida que es impensable la posibilidad de enfrentar con la suficiente inteligencia y gallardía una improbable pero siempre posible derrota es escasa . El 6-D en el juego electoral venezolano parece que seremos testigos de derrotas. ¿Sabremos enfrentarla?

La pregunta no es inocente. En Venezuela, los procesos electorales se saludaban como un evento festivo. La fiesta de la democracia es la etiqueta con la cual los candidatos y miembros de los partidos les gusta referirse al proceso electoral. Sin embargo, desde hace varios años, la oposición venezolana se ha encargado de empañar la fiesta aún cuando han tenido victorias. Se habla de fraude en procesos donde algunos de sus candidatos han resultado favorecidos e insisten en concentrar laa victoria y la derrota en una persona: Chávez y ahora Maduro. Las elecciones parlamentarias son eso, elecciones. Elecciones porque son muchas y en justa lid, se escogen los voceros para el máximo espacio de pluralidad política del país. Ahora bien, ¿Qué ocurre cuando la derrota que se pensó improbable se convierte en una derrota histórica reiterada?

Probablemente si intentamos ponernos en lugar de quien nunca pensó en la derrota porque a fin de cuentas el proceso electoral estaba bajo su control absoluto, el proceso electoral es la prueba continua y reiterada de un fracaso histórico que ocurrió por la indiferencia de quienes siempre creyeron que las mayorías excluidas e inconformes de Venezuela tenían el deber de perder. Siempre se hizo en función de que ese deber se cumpliera. La historia reciente en Venezuela viene dando pruebas que en los procesos electorales van mostrando la reducción de la ventaja de las fuerzas revolucionarias con respecto a la oposición. Pero, curiosamente esa ventaja se ajusta al momento en el cual la amenaza de la derrota se cierne sobre las fuerzas revolucionarias. En esas ocasiones, la ventaja se restituye y se vuelve a erigir a las fuerzas revolucionarias como mayoritarias. ¿Qué ocurre en este caso?

Es verdad que esa mayoría no nos revelan la calidad de los revolucionarios. De ser así, el desempeño de las Asamblea Nacional siempre está en deficit con la revolución y los revolucionarios que los eligieron. Pero resulta que no todos los que votan por las fuerzas de la revolución son revolucionarios, del mismo modo que no todas las fuerzas de la revolución son realmente revolucionarias. Entonces, siendo así, ¿Qué se oculta detrás de ese apoyo a la revolución de quienes no son necesariamente revolucionarios?

Se oculta quizás el ejercicio más acabado y eficaz hasta ahora de sabotear al poder que impera desde hace siglos en esta inquieta paz venezolana. Es el sabotaje al poder desde los juegos que el poder inventó para legitimarse. Es quizás una exageración, pero es el hilo que el discurso salvaje va descubriendo para entender su laberinto (ver Briceño Guerrero, El laberinto de los Tres minotauros). Porque no se trata del discurso aborigen..sino el discurso que se mezcla y convive con la modernidad sin molestarle pero tampoco sin cautivarle hasta el extremo. Es probable que las fuerzas de apoyo a la revolución tengan una razón más profunda y en esa misma medida, incomprensible. Es la razón de la contradicción, es aquella que se enfrenta tan sólo para negarle a la razón su validez permanente. Porque negarle su validez permanente es poder re-encontrarse con la posibilidad de crear sin que este mediada por el instrumento, la eficiencia, la utilidad. En suma, lo que sería la razón para apoyar las fuerzas de la revolución es porque con ese nombre se bautiza a la derrota de los que nunca conocieron el revés, la derrota. Es la posibilidad de las mayorías excluidas de romper con ese incómodo deber impuesto desde hace siglos de perder siempre. Es la posibilidad de que los poderosos tengan el derecho al revés. Es decir, el derecho a perder.

De lo anterior, podemos intuir que la reconciliación que algunos personeros de la política de los poderosos demandan para Venezuela, es una reconciliación tramposa. Lo que ellos llaman reconciliación es que los derrotados de siempre se recuerden que ese es su papel de siempre. Esa es la reconciliación con la que sueñan, aquella que es sólo posible cuando el pueblo derrote al pueblo, para que gobiernen los que nunca han reconocido al pueblo.

El debate de las ideas en estas elecciones deberá pasar entre otras cosas, por eso que definimos como el pueblo venezolano y las condiciones históricas para su construcción, protagonismo y co-responsabilidad. Puede ser que entre los candidatos de todas las fuerzas hayan buenos y malos ejemplos para esta tarea. Lo que si parece evidente es que quien se sume a la búsqueda de patear el tablero del juego democrático lo hace porque asume como enemigo histórico al pueblo. Al fin y al cabo, Bolívar y Chávez, cada uno a su tiempo y modo, señalaron las leyes como la única posibilidad de igualdad real entre los hombres. Leyes del pueblo, con el pueblo y para el pueblo son el sustrato para la re-constitución del pueblo venezolano. En ese acto radica su valentía y se mide el tamaño de su corazón de patria.

A Tiempo Una campaña de terror para conseguir votos en contra del gobierno puede ser que aporte resultados inmediatos pero es la siembra absurda de una guerra en ciernes de quienes votarán para tener lo que los terroristas le han quitado desde siempre. Es casi una apuesta neurótica que se regocija de tener la razón aunque eso signifique su propia muerte.



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Alejandro Elías Ochoa Arias

Profesor Titular de la Universidad de Los Andes. Profesor Invitado de la UBV Zulia, Universidad Politécnica Territorial Kleber Ramirez. Ha sido autor de varias publicaciones en revistas científicas nacionales e internacionales. Ha sido conferencista invitado y profesor invitado de la Universidad de Hull en Inglaterra, la Universidad del Cuyo en Argentina y la Universidad de Santiago de Chile en Chile. Ha contribuido en la definición y puesta en marcha de los centros de investigación: Centro de Investigación y Desarrollo en Tecnologías Libre (CENDITEL) y del Centro de Investigaciones en Gestión Integral de Riesgos en Mérida.

 dioseses@gmail.com

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