Exxon, ¿el Goliat de Granger?

Desde el principio, la actitud del presidente guyanés David Granger está basculando entre la agresión territorial y la diplomacia del “big stick” (gran garrote), inaugurada por Teodoro Roosevelt hace un siglo. Primero, da por terminadas de manera unilateral e inconsulta las conversaciones sobre el conflicto con Venezuela y luego ejecuta un acto temerario e ilegítimo de soberanía marítima, al mantener las operaciones de Exxon en el yacimiento Stabroek, internacionalmente declarado bajo reclamo.

Sin embargo, el “big stick” no es coser y cantar. Requiere “diplomacia muscular”, como aconseja Henry Kissinger, discípulo de Roosevelt, y tan experto en despojos territoriales como el Reino Unido, que negoció con EEUU el Laudo “arbitrario” de 1899, que pretendió extender su territorio hasta el Orinoco.

Es decir, además de razones jurídicas, Guyana necesita poder económico, militar e internacional, pero su “músculo” diplomático es muy débil. Ni los 15 países del CARICOM ni la COMMANWELTHA, apoyan el petrogarrote, -al menos hasta ahora- a despecho de las agencias internacionales que insisten en lo contrario. Mucho menos la UNASUR, la ALBA, la CELAC, PETROCARIBE o algún otro bloque regional calificado.

Por otra parte, en un gobernante, -peor aún si fue alto profesional de las armas y ex asesor presidencial de seguridad de su país- es absurdo considerar la presencia de Exxon en aguas nuestras como la fase disuasiva, simbólica y pacífica que recomiendan los manuales de estrategia militar.

Al contrario, su posición es una temeraria provocación a “un país cuatro veces mayor, con una población más de cuarenta veces superior y con unas fuerzas armadas veinte veces más potentes”, según él mismo reconoce. Veámoslo en su real perspectiva: en sentido estricto, las incursiones ilegales en aguas venezolanas son “casus bellis” (causa de Guerra), suficientes para que nuestro país defienda militarmente su territorio.

Se puede entender –sin compartir- que el mandatario guyanés desconoce la realidad geopolítica de Guyana y el Caribe, porque ha sido formado en la escuela militar británica y norteamericana, que tiene una visión usurpatoria de los conflictos limítrofes, pero su inexperiencia no justifica la torpeza.

La respuesta más cercana a la lógica –no tan lógica- es que David Granger no se siente bien en el simple papel de David. Quiere ser Goliat, y no puede serlo sin el “lobby” de Exxon, que ahora probablemente navegará hacia la Corte Internacional de La Haya, una instancia que le es más favorable, porque no es diplomática sino judicial, y en la que comparte representación con Estados Unidos.

 

raulpineda47@gmail.com



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