La Guerra Total

En 1914 en el Hibbert Journal, el profesor Gilbert Murray, de Oxford, manifestaba en referencia a aquella alma grande que fue Mohandas Karamchad Gandhi (El Mahatma):

“Hay que tener cuidado al tratar a un hombre a quien no le interesan los placeres sensuales, a quien no le interesan la comodidad, el elogio, ni el ascenso, sino que esta resuelto a hacer simplemente lo que cree justo. Es un enemigo peligroso e incómodo, ya que su cuerpo que uno siempre puede conquistar, no nos permite comprar su alma”

Estas palabras referidas al Mahatma Gandhi pueden servir para ilustrar un poco la esencia de la ardua lucha de los revolucionarios de esta hora de la historia. No es poca cosa, los que habitamos este planeta estamos asistiendo desde finales del siglo XX y en este principio del XXI al declive de un sistema hegemónico en lo económico, político, social y cultural que oprime y avasalla a los pueblos y destruye sistematicamente su propio hábitat. Como ustedes y yo sabemos bien ese poder hegemónico mundial posee la mayor riqueza, la mayor capacidad de alienación cultural y el mayor poder destructivo que jamas en la historia conocida haya tenido imperio alguno, y lo está utilizando para garantizar su permanencia histórica. Disfrazado muchas veces (Agradescámosle esa canallada a las poderosas corporaciones mediáticas estupidizadoras) y otras veces sin mas opción que la cruda realidad, eso es lo que está ocurriendo en el mundo.

No obstante eso no ha podido evitar el surgimiento de diferentes fuerzas que lo confrontan en el marco de un reposicionamiento estratégico de las fuerzas globales. Buena parte de ellas insurgen desde esta latinoamérica nuestra, con Fidel y Chávez a la vanguardia, pero que se ha venido amalgamando a lo largo de siglos de lucha e irreverencia. Siglos de renuncias de nuestros pueblos en el interín del combate por una vida digna para todas y todos.

En este marco, en algunos momentos, los que militamos en la vereda de las luchas por la justicia social estructural debemos preguntarnos si es la comodidad el precio por el que estaremos dispuestos a negociar nuestra alma, nuestra conciencia, nuestras manos y nuestro amor ¿Acaso el aplauso o el elogio? ¿Estaremos labrando la capacidad de renunciar a las máscaras que el sistema mundo nos ha enseñado a llevar? ¿A que estamos dispuestos a renunciar en medio de esta lucha sorda por un mundo mas justo, mas diáfano, mas humano? ¿Cuanta presión somos capaces de soportar? ¿Cuanto de nosotros va quedando en el camino? ¿Cuanto de nosotros va muriendo en cada paso y a que nueva realidad nacemos cada día en cada paso que damos? Las respuestas a estas preguntas difícilmente podamos registrarlas, ni pueden ser objeto de análisis estadísticos, solo algunos signos pueden ser percibidos por los que miran profundo y oyen mas allá de los sonidos. Signos que aparecen de cuando en cuando en medio de la lucha y la renuncia, pero que son invisibles para la soberbia y la arrogancia del sistema mundo y sus propiciadores.

Entonces en el sur del mundo asistimos al despertar de un pueblo que su rabia la conjuga en poder de transformación y que por ello es castigado por las fuerzas hegemónicas desde el mismo instante en que se levanta del avasallamiento y la ignominia con sus propios pies para construir no solo las fuerzas que rijan su futuro sino las que edifican su presente.

La mayoría de nosotros somos protagonistas de ese proceso histórico que está cambiando toda una era social. Estuvimos presentes cuando, después de una campaña de disociación feroz en las corporaciones mediáticas estupidizadoras nacionales, elegimos al comandante Chávez presidente de Venezuela. Estuvimos cada vez que nos decían que Chávez nos iba a quitar nuestros hijos, que nos iba a quitar nuestros negocios o aquello de que nos quitarían nuestros carros, o de que Fidel nos espiaba por un bombillo (¿A quien se le ocurre semejante estupidez?), o que estábamos fabricando bombas nucleares (Dime tú), o que éramos el nicho de la ETA o que el pueblo humilde se estaba organizando en Círculos Bolivarianos para asesinar a los burgueses de este país (¡Por dios!). Cuantas estupideces dichas en tan poco tiempo y cuanta gente disociada creyó eso por andar por ahí creyendo en pajaritos preñados, pero bueno cada quien es dueño de vivir sus cuentos de reinas y reyes y besos despierta muertos y bosques y lobos y chimeneas. Todo eso por cierto inexistente por estas tierras, incluido reinas y reyes (Aunque a la oposición venezolana le gustan bastante).

Estuvimos presentes cuando nos dieron un golpe de estado y secuestraron a nuestro presidente, y entonces se les fue el yoyo y de inmediato cada quien dijo quien era y que había hecho para sembrar de terror esta patria nuestra. Estuvimos cuando la fuerza de un pueblo y su carga histórica trajo al presidente de vuelta (¿Cuando en la historia de este mundo?). Sin olvidar que marchamos para recuperar PDVSA de manos de la oligarquía nacional que la había paralizado hasta el punto de cerrar toda producción petrolera.

Hicimos colas por gasolina, por gas, que nos lo habían secuestrado también y nos tocó buscar leña y quemar lo que pudiera ser quemado para cocinar, mientras ellos nos generaban mas de 10,000 millones de dolares en pérdidas por cerrar oleoductos y otras menudencias de estos bienintencionados creyentes de blancanieves. Hasta que tomamos nuestras instalaciones petroleras. Pero también nos hemos calado sus amenazas desde hace 15 años, sus pronósticos de que el cielo se está cayendo y de que nos dirigimos al infierno (Pobres angelitos). Hemos estado en cada cola de la guerra económica, en cada minuto de suspenso porque no sabemos si conseguiremos lo que buscamos para comer, para bañarnos. Nos hemos calado sus burlas y sus improperios.

Pero llegaron las primarias del PSUV el 28 de junio y un mar de pueblo salió a votar con el alma, sin importar lluvia, ni hora, ni guerra económica ni psicológica, ni pronósticos de debacles, ni de que nos van a matar en el camino, o de que se están robando a los niños. Nada paró a este pueblo. Y aunque la soberbia opositora quiere tapar de nuevo el sol con un dedo nosotros lo vivimos, fuimos los protagonistas. Sin embargo no pudimos evitar ser también sorprendidos por tanta entrega y tanta claridad política. Hasta los Chavistas fuimos sorprendidos por tanto pueblo resistiendo.

Que hay errores, claro que los hay, unos ligeros, otros profundos, pero es el signo de lo que estamos construyendo a lo que no estamos dispuestos a renunciar ni a abandonar al compañero Nicolás Maduro en esta ardua batalla por la dignidad nacional. ¿Quedó claro como la luna llena? Luego vendría el referendum en Grecia y nuevamente otro pueblo avasallado, irrespetado, amenazado con tormentas y vendavales se pone de pie y se enfrenta a sus miedos y a sus avasalladores. Signos profundos de lo que ocurre en el mundo en esta hora que nos toca vivir. Signos de grandezas sublimes de pueblos enteros. Algo profundo está ocurriendo. Algo profundo va a ocurrir inevitablemente. Se percibe un giro en la conciencia colectiva, una capacidad de renuncia impresionante.

Hay una batalla colectiva en desarrollo, no solo en los campos, en las calles o en la economía; la batalla fundamental de hoy se está librando en las mentes y almas de cada uno de nosotros. Algunos de manera consciente y otros inconscientemente asistimos a una batalla individual; silenciosa, pero profunda; invisible, pero determinante.

En el proceso siempre hay bajas. No hay “daños colaterales”, la guerra es total.
Los de la acera del frente sucumben ante los placeres sensuales, ante la comodidad, se les gana con el elogio, con el ascenso. Dentro no siempre la lucha es clara. Hay muchos del frente que viven dentro y se muestran orgullosamente, pero como el rey de aquella historia que desfiló desnudo asumiéndose portador de un traje invisible, estos, aunque vivan dentro, sueñan, respiran y viven con los estertores sanguinolentos de los de la acera del frente. Otros, por el contrario, llevan en sí, incluso sin ellos mismos percibirlos, el fuego de las gestas de acá dentro.

La Guerra es por el alma.
Los de acá, en medio de los estruendos de la batalla silenciosa, intentamos aportar al engrandecimiento del espíritu revolucionario, del espíritu de la humanidad; los de allá sólo compran y venden fantasías e intentan trocarlas por realidades.

La permanencia de cualquier proceso revolucionario dependerá a fin de cuentas de cómo se muevan las piezas a lo interno. De si nos ganan los placeres, la comodidad, el elogio, el ascenso, e incluso la necesidad; o si por el contrario hacemos como aquella referencia al Mahatma y avanzamos y nos hacemos peligrosos e incómodos en tanto podamos impedir que a través de nuestro cuerpo se pueda comprar nuestra alma en la inaplazable tarea de hacer lo que es justo.

La existencia de la humanidad depende de este resultado.


amialmagrande@gmail.com
@ottoaaron



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