La Soberanía obstáculo para el imperialismo

Una de las grandes ventajas imperialistas de la colonización ideológica del pensamiento y, por tanto, del conocimiento (Lander) es, tanto a nivel de las periferias del imperialismo como de sus centros, mundiales, mantener a los pueblos, cultural y políticamente, ocupados en no pensar los grandes problemas que, como miembros de la humanidad, les conciernen, por cierto, no contemplativamente sino, activamente, implicando sus (nuestras) vidas.

La atmósfera ideológica del imperialismo es como la capa más tangible y cercana de la biósfera, cultural o histórica, de su dominación que se esparce y difumina con una gran capacidad de penetración intersticial, por así decirlo, de la vida humana, de la vida mundializada de los pueblos sojuzgados silenciosamente; y es semejante a la propiedad física de expansibilidad de los gases ilimitadamente.

Esta "ocupación" fundamental tiene prelación sobre toda otra ocupación y condiciona, limitante y sesgadamente, la comprensión de la realidad, que surge normalmente de todas otras ocupaciones.

Es una "ocupación" que ocupa, invasivamente, el campo de la conciencia (general y cognitiva, individual y social) sin que nos demos cuenta de ello, o lo que equivale a decir, que nos damos cuenta de este fenómeno de nuestra realidad sólo, transfiguradamente, como si nos hiciéramos conscientes de otro algo, de otra cosa.

En tanto que la dominación imperialista global, así descrita, nos induce a "ocuparnos en no pensar" en los grandes y fundamentales problemas que nos acucian y nos instan, mundial y nacionalmente, como miembros activos de la humanidad, simultáneamente desliza, de una manera muy "normal", la vulneración y la agresión flagrante a las Soberanías de las naciones que, en su gran mayoría, son, mundialmente, las de menor capacidad defensiva, y de manifiesta inferioridad ofensiva, militar, económica, política y culturalmente.

El mecanismo que potabiliza y hace, insensiblemente, digerible la agresión a la Soberanía nacional de cualquier pueblo del mundo, como un procedimiento "normal", es la manipulación mediática o presentación mediática de las razones y justificaciones que, supuestamente, reordenan lo que las Soberanías nacionales quieren desordenar, respecto del orden "lógico" y "sensato" del mundo; en otras palabras, la presentación encubierta mediante el sentido común y la "naturalización" del orden internacional del mundo, como el espacio y el lugar histórico del poder y la dominación del imperialismo, como sistema de producción y reproducción social de la vida humana en la civilización del capital.

La Soberanía nacional es un obstáculo que tiene que ser removido, una resistencia que tiene que ser abatida, en los Estados capitalistas de las periferias, para que el constructo, jurídico-político e histórico, del Estado- nación pueda cumplir su rol geopolítico de viabilizar, como instrumento internacional, la penetración de los intereses de la "burguesía imperial", para amalgamarse a los intereses de las "burguesías autóctonas", con el objetivo de exponencializar las condiciones y posibilidades, reales, de la "máxima ganancia", para lo cual precisan convalidar y acendrar la impronta, imperializante y transnacional, de la dominación hegemónica del capital, en tanto relación social (económica) fundamental para la reproducción capitalista de la riqueza.

El Estado-nación, como sabemos, fue un producto social y político del proceso de desarrollo histórico de la producción capitalista. La Soberanía, inicialmente, como expresión del poder y la condición supremacistas del Estado monárquico y, por tanto, privilegio del monarca absoluto, es decir, del soberano, con la Revolución Francesa, como gran revolución de la burguesía, pasó a ser un atributo del Estado en tanto que organización política de la "voluntad popular" que se basaba en la Ley (el Derecho), como expresión del consenso y poder de "todos", sobre la voluntad de los individuos.

De esta manera, soterrada y miméticamente, la burguesía instauraba, más allá de los privilegios y, por primera vez en la historia de la praxis política de los pueblos del mundo, la igualdad formal, la igualdad abstracta, la igualdad de derecho de todos los hombres (la igualdad ante la ley), lo que condicionaba y disponía, materialmente, a la libertad individual, como la base sobre la cual el trabajador "libre" decidía la disposición, libremente, de su fuerza de trabajo, que era requerida, imprescindiblemente, por la relación social del capital (relación de producción eje del capitalismo) bajo la figura del contrato (de compra-venta de la fuerza de trabajo del trabajador) como expresión práctica, individual, del "contrat social", que a su vez fundamentaba la Ley, el Estado, y la voluntad popular como la "voluntad general" de la sociedad.

Así, en el Estado liberal burgués, como forma clásica del "Estado de Derecho", la Soberanía pasaba a "residir" en el pueblo, prolongada como Soberanía del Estado, que el derecho internacional del capitalismo se asimilaba como pilastra del orden internacional que entrelaza a las naciones "libres" del mundo. De este modo, los organismos mundiales (multilaterales) basados en el derecho internacional capitalista actual, reconocen la Soberanía de los Estados-nación, lo cual le ha resultado al imperialismo una contradicción insalvable, dentro de los cánones que pauta el derecho internacional capitalista contemporáneo para las relaciones internacionales entre los países libres del mundo, con iguales condiciones de autonomía nacional.

El imperialismo a través de su frontal y a la vez encubierta contraposición a la Soberanía de los pueblos del mundo, en realidad, se enfrenta a la cerrazón de sus propias contradicciones (económicas, políticas, ideológicas, sociales y culturales) las cuales ha heredado, aunque hoy, ya, en condiciones muchos más complejas, como el producto de la consolidación y desarrollo, estructuralmente desigual (Samir Amín), tanto externa como internamente ( como "modo de producción") de sus estadios o fases históricos previos, en tanto que capitalismo preimperialista, lo cual nos evidencia que el capitalismo, devenido imperialismo, puja por sobrepasar sus propios "límites históricos" (I.Mészáros), en la fantasía megalómana y suicida de autoconsiderarse portador de una inmanente condición suprahistórica que se acredita en la supuesta "eternización de las relaciones de producción" (Marx), sobre las que se sustenta y a partir de las cuales se ha desarrollado, históricamente, no obstante su trágica tozudez, de consecuencias tan funestas y predatoriamente terminales para la humanidad y las fuentes naturales e insustituibles de su vida.

Si, como decíamos anteriormente, el Estado-nación es un importante e imprescindible instrumento en la geopolítica de la dominación imperialista, la Soberanía, que es un principio medular en las constituciones formal-normativas de los Estados capitalistas de las periferias como de los centros, se erige, antagónicamente, ante el imperialismo y sus políticas de asedio, esquilmación y rapiña, como un obstáculo de poderosa complexión, internacional, en tanto que todo pueblo del mundo, en general, se sabe soberano por principio, y así es reconocido, por lo menos formalmente, en el concierto internacional de las naciones, trenzado por el derecho internacional contemporáneo que, en tanto tal, para bien y para mal, es un producto histórico del capitalismo.

Cuando Estados Unidos, como cabeza mundial, insustituible, del imperialismo, "tuerce los brazos" de algún país, para que "haga lo que éllos quieren que ese país haga", con "esa dosis de realismo sin la cual no podrían alcanzar nada" y además "utilizando las herramientas necesarias para que se encaminen en la orientación correcta" quiebra, intencional y necesariamente la Soberanía y manipula la dependencia sobre la cual se sostiene la aparente independencia de dicho país, que, por cierto, no es el caso nuestro, porque no somos "torcibles".

La independencia de los países, en el contexto de la geopolítica global del imperialismo norteamericano y sus aliados occidentales y orientales, es frágil y evanescente; por lo cual las praxis políticas, económicas e ideológicas, especialmente, de los países de las periferias, como un entramado integrado y coherente de pensamiento y realidad, tienen que construir y consolidar, históricamente, pero en tiempo real, las vías y procesos de liberación, mediante los cuales puedan lograr la construcción de la independencia, que sólo se consolida en la "Soberanía concreta", que en tanto praxis integrada y real, constituye el proceso verdadero de la Soberanía material, que otorga fundamento basal al principio ético-político (teórico) de la Soberanía, y que es, en sí mismo, el movimiento del proceso real y material de la construcción de la libertad como realidad social, histórica, y no como entelequia, ni como fuero interior, ni mucho menos como principio abstracto.

La destrucción y el avasallamiento, predatorios, que el imperialismo desata y propaga sobre la esfera, hoy expandida y compleja de la vida humana y, en general, sobre toda forma de vida en la faz de la tierra, ha hecho surgir y diseminarse, en las conciencias y en las culturas de los pueblos contemporáneos, el antiimperialismo como una cosmovisión liberadora, y como un derecho defensivo que les es ínsito e inalienable, so pena de un duelo radical, de un enfrentamiento a muerte. El imperialismo –lo sabemos- no deja más alternativas que la sumisión y la obsecuencia enajenante, la miseria de la vida como legado único y oprobioso de la dominación.

Las luchas políticas de las revoluciones socialistas del siglo XXI que, sucesivamente y en concomitancia, advendrán –y es, hoy, el caso de la Revolución Bolivariana- tendrán como tarea inmediata y persistente, sedimentar, mineralizar y tallar las piedras humanas de la independencia, constitutivas de los contrafuertes, amurallados y graníticos, de la Soberanía concreta, de la Soberanía realmente existente, de la Soberanía. Anticapitalista, con lo cual construiremos, finalmente, una gran confederación civilizatoria basada en la mundialización solidaria del comunismo.

americoideofil@hotmail.com



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