Pobre Puerto Rico

Este 29 de mayo de 2015 se cumplieron 32 años de que el patriota
puertorriqueño Oscar López Rivera, fuera recluido como preso político
en establecimientos penitenciarios estadounidenses. Doce de esos 32
años de encierro los soportó en dos unidades de control de un programa
conocido como Super Max, ubicadas en Marion, Illinois y en Florence,
Colorado. En 1998 fue trasladado a la prisión de máxima seguridad de
Terre Haute, Indiana, donde aún permanece.
López Rivera, en la actualidad con 70 años de edad, es el prisionero
político latinoamericano que más años ha cumplido en cárceles
estadounidenses.

Veterano de la Guerra de Vietnam y condecorado por su valor en el
combate, Oscar López Rivera fue detenido en 1981 a causa de sus luchas
en defensa de los derechos humanos y la afirmación de la identidad
nacional puertorriqueña. Fue sentenciado a setenta años de prisión.
Este patriota boricua rechazó la posibilidad de obtener una
excarcelación condicionada que le fuera ofrecida  durante la
administración del Presidente William Clinton, quien indultó a la
mayoría de los prisioneros puertorriqueños que por entonces habían
cumplido cerca de 20 años de prisión. Lopez Rivera no la aceptó en
solidaridad a sus compatriotas Haydée Beltrán y Carlos Torres quienes
entonces permanecían encarcelados y hoy se  encuentran fuera de
prisión.

La indignación popular por el caso de López Rivera comienza a ser
motivo de grandes protestas y las autoridades colonialistas temen
nuevos episodios demostrativos de lo hondo que mantiene el pueblo
boricua la idea independentista, no obstante la sistemática y violenta
coerción colonialista que Estados Unidos viene aplicando contra ese
pueblo desde comienzos del siglo XX.
Como ha citado el escritor venezolano Freddy J. Melo, “en quinientos
años largos de existencia, a partir del momento en que los taínos
fueron despojados de su tierra y diezmados, el pueblo multiétnico y
mestizo formado allí, sensible, capaz y creativo, no ha vivido un solo
día de historia propia”.

Bajo el signo de la explotación colonial clásica, formalmente
disimulada, Estados Unidos lo controla todo, desde el Servicio Militar
Obligatorio con que nutre sus fuerzas para sus incesantes guerras
imperialistas; el comercio exterior; la moneda; las comunicaciones; el
otorgamiento y retiro de la ciudadanía y la nacionalidad; la
inmigración y la emigración; la tenencia de la tierra; los espacios
aéreos; los límites marítimos y las costas; los bosques; los puertos;
los minerales; los procedimientos laborales…todo.
Puerto Rico fue un botín de la guerra oportunista lanzada por Estados
Unidos contra España a finales del siglo XIX para hacerse de su
decadente imperio colonial en el que estaban incluidos Filipinas, Cuba
y Puerto Rico cuyos pueblos luchaban heroicamente contra el imperio
colonial español y se acercaban a la obtención de sus respectivas
independencias por sus propias fuerzas.

Desde el desembarco estadounidense de 1898 en la Isla, los boricuas
han conocido, en sucesión: la ocupación militar en los dos primeros
años; el gobierno civil con gobernador y juez supremo nombrados por
Estados Unidos, hasta que en 1948 fue designado primer gobernador un
nativo incondicional a Washington, así como un Legislativo bicameral
restringido a propietarios bilingües, sujetos a veto imperial. En 1952
fue la instauración del ELA (“Estado Libre Asociado”) como fórmula
para enmascarar el status colonial. Se le otorga derecho a una
Constitución y a la elección popular del gobernador y de los
parlamentarios, aunque siempre manteniendo y asegurando la
subordinación a la voluntad de la Casa Blanca. El juego político en la
isla lo controlan dos partidos: el Partido Nuevo Progresista y el
Partido Popular, que obviamente no son ni “progresistas” ni
“populares” y sí incondicionales a Washington.

Los puertorriqueños nunca han dejado de pelear y contra ellos la
represión ha sido brutal, como lo testimonian las masacres, los
asesinatos selectivos, las persecuciones y el apresamiento de miles de
combatientes, cuyos nombres pueden representarse en el de una mujer,
Lolita Lebrón, y un hombre, Pedro Albizu Campos.
Desde la defensa permanente de su derecho al uso del idioma de
Cervantes a inicios de la ocupación, hasta la memorable batalla de los
puertorriqueños hace pocos años para sacar a la Marina estadounidense
de la isla de Vieques, el pueblo de esa nación caribeña ha sido
ejemplo de voluntad patriótica latinoamericana.

En 2012, los puertorriqueños libraron una exitosa campaña para
rechazar en un referéndum la intención del gobierno colonial, con
apoyo del partido supuestamente opositor, de enmendar la Constitución
para limitar el derecho a la fianza y alterar la composición
legislativa en la isla. Los boricuas dijeron NO en el referéndum y
muchos consideraron que esa victoria popular frente a una fabulosa
campaña oficial a favor del SÍ entrañaba una muestra de repudio al
sistema.



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Manuel Yepe

Abogado, economista y politólogo. Profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana, Cuba.

 manuelyepe@gmail.com

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