Develación del "Cinismo Inapelable"

Los Decretos Ejecutivos del imperialismo Norteamericano

(Parte I)

Lo hemos analizado en artículos anteriores, el imperialismo es una presencia poderosa y cercana a nuestras vidas individuales y, aún, socialmente consideradas. El imperialismo es una modalidad, extensivamente diseminada en su totalidad, de la civilización del capital que, contemporáneamente, y de manera desarrollada, integra lo que pudiéramos llamar, con Wallerstein, la madurez del "sistema- mundo". El imperialismo es, por tanto, esa forma de la conciencia (social e individual) que incorpora, como comprensión espontánea y habitual, la versión que de la realidad nos suministra o presenta, a través de la "normalización" fabricada por el sentido común, la dominación, presente en la cultura, de aquella civilización; cultura –sabemos- que es el hábitat actual de nuestro mundo (es decir, del "mundo humano").

Sobre fondo de lo anterior, cabría preguntarse, ¿qué es lo que está causalmente presente en el descaro y desparpajo de los Estados Unidos y su política exterior, geoestratégicamente planteada, de manera encubierta, como terror en las sombras, como terror mimetizado en "humanismo" y "democracia universal", en la complexión y el talante, formidables, de un cinismo inapelable, como hemos preferido llamarlo. Qué es lo que yace en el trasfondo de ese cinismo incontrastable y actitudinal que, intencionalmente, nos enrostra el imperialismo norteamericano, en tanto que política exterior de Estados Unidos diseñada, especial y operacionalmente, para ser activada más allá de los límites del Derecho Internacional (público, por supuesto) en flagrante contravención a este?

Comenzaremos por decir que ese cinismo inapelable es, fundamental y frontalmente, una actitud internacional de desafío mundial, de soberbia supremacista, de duelismo multilateral, que reta, de manera miserablemente pendenciera, la fuerza política civilizacional que se ha venido construyendo, sobre un inmenso y doloroso lastre de sangre, a partir de las convenciones y organismos, internacionales, que han generado el Derecho Internacional vigente, el cual ensambla, básicamente, las relaciones entre los Estados contemporáneos y que, de modo aparentemente paradójico, es fruto del desarrollo mundial de las contradicciones históricamente irresolubles del capitalismo (nos referimos al Derecho Internacional vigente).

Este cinismo inapelable –que es inapelable por ser rotundamente renuente, irreductible e inconmovible- trasluce y lleva dentro la seguridad balcanizada de un descomunal aparato tecnológico-militar que presagia, para el mundo, el acabamiento de la vida; que punza con la agudeza lacerante de la amenaza de muerte.

Es el cinismo que revela y oculta, en el mismo acto, el terror como instrumento de la supremacía de un Estado-nación que, como los Estado Unidos, pretende recordar y entronizar, internacionalmente, que es la cumbre y el centro, incontestados, del imperialismo global. Es el cinismo que muestra a un poder absoluto que sojuzga, "silenciosamente", a través de su hegemonía, la cual impone por la fuerza de "mecanismos diplomáticos, económicos, militares", o por la fuerza definitiva de la guerra. Una hegemonía que renueva su vigencia a través del terror y la sangre de los pueblos del mundo.

El cinismo inapelable, como conducta mundial de la política exterior del imperialismo norteamericano, revela y oculta el terror como humanismo -parafraseando a Merleau Ponty - el terror que se transfigura en el humanismo que se realiza y expresa en las "intervenciones humanitarias" de cualesquiera países, especialmente, de las naciones latinoamericanas, desatando, normalmente, la vorágine de las guerras "necesarias", "justas", de las "guerras humanitarias" (según la "doctrina Clinton", y las acciones de todos sus predecesores y continuadores, con mayor o menor gradación). El cinismo es un humanismo, podríamos decir parafraseando, irónica y ofensivamente, a Sartre.

El humanismo que en defensa y protección de los derechos humanos y la democracia universal (que es una entelequia manejada por los Estados Unidos y sus aliados occidentales y no occidentales, de manera oportunista y cruelmente pragmática, según la conveniencia de sus intereses, tanto permanentes como coyunturalmente variables) promueve el bombardeo, y abatimiento bélico indiscriminado de los países que defienden el "antihumanismo" de sus soberanías y de la justicia de sus intereses.

El cinismo inapelable es el humanismo como justificación del aniquilamiento genocida de la vida humana mediante la "solución final" de la guerra, ventajista y asimétricamente desatada sobre países ostensiblemente vulnerables que intentan, permanentemente, organizar sus vidas desde la paz.

El cinismo inapelable es el envalentonamiento que exhibe el imperialismo norteamericano, como política exterior, ante los ojos de Latinoamérica y del mundo, en el "saber" y "poder" de que hay un conocimiento global, divulgado permanentemente, por todos los "medios", de sus cruentas tropelías cometidas, "legalmente" e históricamente, contra una multitud creciente de países, de todas las latitudes del mundo.

Este conocimiento, por fuerza, insoslayable, de la muerte, como amenaza efectiva que forma parte de la conciencia cognitiva y de la cultura de todos los países del mundo, hoy, activa el terror en estos, como desmoralización y ataraxia defensiva, como desmovilización defensiva, diríamos.

El cinismo inapelable del imperialismo norteamericano es el disfraz del terror como instrumento político de conminación y sojuzgamiento; es la escafandra y el mascarón de proa del antihumanismo presente en la herencia doctrinaria y filosófica del humanismo teórico de la ilustración, y del inhumanismo contemporáneo –para decirlo con Marx y Lyotard respectivamente- en tanto es un constructo siniestro que induce, en los Estados, el auto sometimiento, tras la comprensión de la advertencia realista que hay en la impunidad y en la impudicia de su mensaje.

Este es el sentido político del cinismo inapelable que exhibe y prolonga el imperialismo en su política exterior y que también –huelga decirlo- entraña y esconde el temor a ser develado y enfrentado como lo ha sido por la República Bolivariana de Venezuela y por los organismo de integración regional, que reúnen, de diversas maneras, al bloque de los países latinoamericanos (Unasur, Celac, Alba, Mercosur, Petrocaribe) y otros importantes bloques y países del mundo.

La esencia de este cinismo y su acanallada catadura está, vívidamente presente, tanto en el procaz decreto de Obama que forja la condición de "amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y política exterior de los Estados Unidos", de la República Bolivariana de Venezuela, así como también en la anterior excresencia jurídico-política que representa la llamada "Ley de protección de los derechos humanos de los Venezolanos y de la sociedad civil".

Son exabruptos jurídicos nulos, de toda nulidad, por la extraterritorialidad de su condición y pretendidos alcances, y por estar en clara, franca y frontal contravención con los principios neurálgicos del Derecho Internacional público positivo (vigente) de la igualdad soberana de los Estados, la no injerencia en los asuntos internos de otros Estados, la independencia y el derecho a la autodeterminación.

De modo que es inviolable el "respeto" a la "soberanía", la "personalidad" y la "independencia" de cada país, según el Derecho Internacional, que, curiosamente, es un producto histórico del capitalismo, como proceso económico, político y, en general, civilizacional.

Por otra parte, y en el anterior sentido, podemos decir algunas cosas, puntualmente referidas, como antesala a nuestro artículo siguiente y como reflexiones conclusivas de éste:

­ - Respecto del Decreto y de la Ley, imperialistas, anteriormente referidos diremos que la respuesta mundial se produjo como una "caja de resonancia", de decibeles muy elevados, ante el carácter injustificado de la amenaza desmesurada y sin ninguna proporción del Decreto Ejecutivo de Obama contra la República Bolivariana de Venezuela.

-Como quedó explicitado, anteriormente, es evidente y palmario que el campo de la política exterior del Estado imperialista norteamericano ha sido la vertiente más prolífica de la producción de las diversas formas de la dominación imperialista sobre los países del mundo, en general; esto es, aliados y no aliados. Así mismo, este ha sido el campo desde el cual se han violado, desconocido y bloqueado las normas del derecho internacional (ONU, OEA, Ginebra, etc.) que además, como hemos establecido anteriormente, es un derecho internacional que ha sido, históricamente, una especie de plataforma internacional, por así decirlo, condicionante del desarrollo mundial del capitalismo.

- Se ha intentado corromper y subvertir el sentido de la relación de cooperación e integración del bloque constituido por las naciones del Caribe (Petrocaribe) y la República Bolivariana de Venezuela, pronosticando, en una especie de ejercicio prospectivo de futúrica apocalíptica, que "Venezuela" será responsable de la crisis humanitaria que advendrá, en esas naciones, al no poder continuar, la República Bolivariana de Venezuela, a la que el gobierno del imperialismo yankee llama, simplemente, Venezuela, suministrando petróleo, debido al descenso internacional de los precios del mismo; todo lo cual conllevará a una "intervención humanitaria", por parte de los Estados Unidos, para socorrer a aquellas naciones del Caribe, y para ajusticiar, ejemplarizantemente a Venezuela por ser causante de las migraciones masivas que se producirían como consecuencia de la terrible crisis humanitaria desencadenada allí.

- El cinismo inapelable es también una conducta política de enceguecimiento intencional y autoprovocado, que esconde la extraordinaria importancia, geopolítica y geoestratégica, de América latina. La territorialidad contigua y limítrofe es vista por el Estado norteamericano como una inmensurable cantera de recursos naturales y enérgico-estratégicos fundamentales, sobre los cuales se erige y prolonga, materialmente, el inmenso poderío del imperialismo Yankee.

- Pero hay un nudo gordiano que parece torcer el juego de todas las variables geoestratégicas de las periferias, a favor del imperialismo norteamericano, y es el hecho que al ser quebrantado el Derecho Internacional por éste, que puja permanentemente por su supremacía, no parece existir, realmente una instancia que invalide o anule, efectivamente, la "legislatividad y la jurisdiccionalidad extraterritoriales", que en sus acciones unilaterales esgrime y redarguye el Estado norteamericano, legislando a su favor, autónomamente, con pretensiones de unanimidad internacional, amenaza de fuerza mediante.

- La política exterior del imperialismo norteamericano ha girado, peligrosamente, en su condición y elaboración estratégica, del Departamento de Estado al Pentágono, abriendo, así, el campo, soterradamente, de la "inteligencia" como política exterior, y de la política exterior como "inteligencia".

- La República Bolivariana de Venezuela es amenazada y sancionada por el imperialismo norteamericano, de manera ilegal y arbitraria, fuera de toda jurisdicción legítima, por defender su Soberanía e intereses legítimos; todo lo cual conlleva, ipso facto, -lo sabe perfectamente el imperialismo- a la defensa geoestratégica de los intereses de la región, porque promueve, a través de la nueva integración Suramericana y Latinoamericana, una Soberanía regional, por propia naturaleza, antiimperialista concebida y planteada, geopolíticamente, de forma independiente y autónoma. Así, Venezuela es "un mal camino" y "un mal ejemplo", para Latinoamérica y para el mundo, entonces.

- La República Bolivariana de Venezuela, contraviniendo las ejecutorias, írritas y extraterritoriales, del imperialismo norteamericano, encarna la vigencia y el protagonismo del Derecho Internacional (público). Defiende y protege los Derechos Humanos de los ciudadanos y de los países del entramado internacional, al defender la Soberanía, la Independencia, la No Intervención y la Autodeterminación de los Estados, y lo hace a través de la defensa de su Soberanía, de su Independencia y de su Autodeterminación, lo que la acredita en la condición de una "militancia viva" en el respeto de los principios del Derecho Internacional que pauta las relaciones equitativas, paritarias y reciprocas entre las naciones, los cuales (dichos principios) han asumido, hoy por hoy, una investidura y un carácter, francamente, antiimperialistas.

- Algo muy importante. La República Bolivariana de Venezuela hace lo que no hace Estados Unidos. En el 2014 (4 de marzo), fue a ratificar, públicamente, a viva voz, por enésima vez, y, en esa oportunidad, mundialmente, ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en reunión con su presidente Ban Ki Moon, su compromiso inmutable con el Sistema de Naciones Unidas y con la Convención Universal de los Derechos Humanos y demás organismos que, en materia de garantía de derechos, comprende el sistema. Así lo hizo, por instrucciones expresas del Presidente Revolucionario Nicolás Maduro. El Canciller de la República Elías Jaua Milano. El Presidente del Organismo, Ban Ki Moon reconoció la importancia capital de los esfuerzos venezolanos aportados, regionalmente, al proceso de paz colombiano, así como también el proceso de apoyo a la región caribeña, amén de la Conferencia Nacional de Paz, que como iniciativa del Presidente Maduro, impulsó el dialogo y la paz en Venezuela.

- ¡Cuidado!, debemos observar con atención y cuidado una, muy seria, política de provocaciones, diseñada y dictada desde el exterior. Además, en relación con esto, debemos tomar muy en cuenta la presión ejercida por los grandes consorcios monopólicos, petroleros y energéticos, sobre el alto gobierno de Estados Unidos, para que promueva y viabilice, por diversos y efectivos medios, la desestabilización y el derrocamiento del gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, lo cual propicie el apoderamiento de los recursos petroleros y demás, con la consecuente y provechosa desestabilización de toda la región latinoamericana, empezando por Sur América.

- Han sido, realmente, sísmicas y contundente, contra el imperialismo norteamericano, las políticas que los presidentes Venezolanos, Chávez en su momento y Maduro en la actualidad han desarrollado, exitosamente, para lograr la disminución drástica el índice de pobreza, para acabar con el analfabetismo, y la utilización, en general, de los recursos nacionales, para la satisfacción de las necesidades del pueblo venezolano, y no para las élites de consabidos e históricos compromisos trasnacionales.

Los Decretos Ejecutivos del imperialismo Norteamericano:

Develación del "Cinismo Inapelable"

(Parte II)

Respecto del "Cinismo Inapelable" habíamos dicho, entre muchas cosas, que es "…el envalentonamiento que exhibe el imperialismo norteamericano, como política exterior, ante los ojos de Américalatina y del mundo, con el "saber" y con el "poder" que hay un conocimiento global, por todos los "medios", de sus cruentas tropelías, cometidas "legalmente" e históricamente, contra una multitud creciente de países de todas las latitudes del mundo".

El imperialismo norteamericano domina, plenamente, la trama operacional de su política exterior, en mucho, montada sobre la base del "terror sugerido", del terror encubierto que aparece y se muestra, nítidamente, en el conocimiento vivo, presente e insoslayable que tienen todos los países del mundo, por todos los "medios", de sus acciones transgresionales e inescrupulosas contra los Estados-naciones que "no han hecho lo que su gobierno quiere que hagan". Cínicamente seguro, como está, que ha sido asimilado el mensaje terrorista de aniquilamiento, globalmente esparcido y diseminado por la retaguardia omnipotente de su poderío mediático infoglobal.

El cinismo internacional de Estados Unidos es un recurso necesariamente ineludible y fundamental de su política exterior, en tanto es, precisamente, imperializante y supremacista. Es, en sí mismo e inmediatamente, la mostración inconmovible de una fuerza inapelable que es enrostrada, como desafío incontestable, a cualquier Estado-nación que, en contravención a sus interés, se yerga, autónomamente, sobre su soberanía e independencia, para hacer aparecer, frente a sí, el campo, de los supuestos justicia y equilibrio, habidos en las relaciones inter- Estatales que pauta el derecho internacional.

El cinismo inapelable del imperialismo norteamericano, como arma política, soterradamente consciente y agudamente intencional, se esgrime mundialmente con una discrecionalidad a ultranza que conlleva un desvergonzado descaro, sumamente ofensivo para la dignidad de países, como son en su mayoría, encarnados civilizacionalmente en secciones o agrupaciones diversas de la humanidad (es decir, los pueblos del mundo, culturalmente estimados), histórica y mundialmente considerados. Es un tratamiento diplomático hacia los demás países del mundo que supone el cretinismo y la estolidez de los pueblos; la segregación de los mismos a partir de un mesianismo perverso, habida cuenta de la auto-abrogación[a1] paranoica y autoritarista de un "destino manifiesto".

El cinismo imperialista es parte importante del poderoso sistema defensivo de la diplomacia de la dominación contraliberadora y hegemónica del Estado norteamericano, desde el cual no hay autocritica posible ni argumento en contrario; es expresión de una soberbia inapelable sustentada por la más sofisticada y poderosa tecnología instrumental de exterminio de la vida.

Así como el capitalista –nos lo explica Marx- es una "personificación del capital", análogamente, el presidente de Estados Unidos es una trágica y deplorable personificación del poder imperialista y, en tanto tal, una consciente personificación de su diplomacia, como línea y procedimiento de su política exterior. En este sentido sostenemos que hay una diplomacia imperialista que enmarca, define, justifica y encubre la política exterior del Estado norteamericano.

Vimos como en la VII Cumbre de las Américas que recién concluye en Panamá, el presidente Obama, haciendo gala de un desplante grosero e inmerecido hacia sus homólogos y coparticipantes de Argentina, Cristina Fernández y de Venezuela, Nicolás Maduro, se marchó, sorpresiva y abruptamente, prefiriendo así evadir su responsabilidad en importantes señalamientos y en relación a propuestas que los mencionados presidentes realizaron.

Obama, cobardemente, se acogió al desprecio por América Latina que lo conminaba a rectificar respecto de sus agresiones sin causas hacia Venezuela, así como también se esperaba de él, su asentimiento en relación a las proposiciones nodales, que concitarían el consenso de la Cumbre, respecto de los derechos fundamentales referidos al desarrollo, Derechos Humanos, y "la transferencias de tecnologías, sin condicionamiento, a los países de menor grado, lo cual podría contribuir al desarrollo científico de nuestra América; el respeto del principio de responsabilidades comunes pero diferenciales respecto al cambio climático, y el reconocimiento de la salud como un derecho fundamental de toda la población para su desarrollo integral".

Su intervención fue breve, esquiva y anfibológica; y en su reunión con las organizaciones de la sociedad civil, en la Cumbre de los Pueblos, que se efectuó paralelamente, manejó con desparpajo un discurso solipsista-supremacista, suponiendo –según creyó, e histrionizó con espontaneidad- unanimidad a priori a su punto de vista y pretendida universalidad incontrastable a sus tesis políticas intervencionistas, "en pro y defensa de la humanidad".

El presidente Obama exhibió la misma soberbia y el mismo cinismo, inapelables, de la política exterior que maneja, desenfadadamente la diplomacia hegemonista –lo hemos dicho- como línea política imperialista del Estado norteamericano.

Obama vino a esconder, públicamente, lo que calladamente sabían él y su alto gobierno, y que fue la inesperada resonancia mundial de la insurgencia antiimperialista de América latina presente en el apoyo total a Venezuela respecto de la insólita amenaza recibida de su gobierno a través del "decreto" condenatorio y que se forjó, falsa e inconsistentemente, contra Venezuela.

La estrategia que se había preparado en el Departamento de Estado desde tiempo atrás (aproximadamente desde noviembre del 2014) consistía en propiciar algunos aspavientos y amagos de distensión con Cuba, liberando a los 3 prisioneros cubanos que, por su heroísmo e inocencia, daban realmente más dividendos políticos en libertad que retenidos oprobiosamente y proponiendo, al mismo tiempo, normalizar las relaciones diplomáticas, pero sin levantar el bloqueo, ni por equivocación, hasta "sacarle" el provecho suficiente a esta espera.

Creyeron que esta actitud volcaría, obnubiladamente y a bocajarro, la empatía de Américalatina hacia ellos, quebrantando así el apoyo que esta pudiera ofrecer a Venezuela en la ocasión de verse amenazada por su gobierno, como en efecto lo ha sido.

Pero esto resultó un inmenso error y una equivocación desmesurada. Américalatina ha demostrado, con creces, estar unida compactamente contra la supremacía y la dominación hegemónicas de Estados Unidos y de cualquier otro imperio, aunque aún no halla conjurado estas dos plagas opresivas definitivamente; lo cual es un profundo cambio nuestro en relación a la geopolítica hemisférica del imperialismo.

Americalatina respondió, a una sola vez, por Cuba, por Venezuela, y por élla misma.

El poder político, prolongado en la dominación ideológica, del imperialismo norteamericano, en Americalatina, se volvió contra sí mismo, en la forma sorprendente de una respuesta política hemisférica, de cerrado y contundente apoyo a Venezuela, haciendo visible e incuestionable que la región se ha hecho estructuralmente reactiva ante la dominación foránea, y ha cambiado, sustancialmente, respecto a las antiguas relaciones de dependencia política y económica que la sometían, geopolíticamente, al yugo estratégico del poder hegemónico de los Estados Unidos.

Esta vez, sin percatarse de la brecha política de su dominación en la región, profundizada por su ausencia y por el transcurso del tiempo político, el mayor error del imperialismo consistió –desesperación mediante- en un enceguecimiento ideológico que le hizo creer que con el amago respecto de Cuba tendrían, en cantidad suficiente, los "espejitos de la conquista", como para engañar a la región y desagregarla, dejándola sin cohesión y sin mirada política clara para comprender qué significaba, geoestratégicamente, lo que se quería lograr a través de la simulada y filosa agresión a Venezuela.

Así, el artilugio de la distención con Cuba se pretendió utilizar como trapo rojo distraccionista, por una parte, y como anzuelo, por otra, para volver a hacerse de la región, política y económicamente.

El imperialismo norteamericano descoyuntado, geopolíticamente, de la región no tuvo esta vez la serenidad, la seguridad y la claridad, en la visión geoestratégica y dentro del juego de la nueva correlación de fuerzas de la región, para calibrar acertadamente una respuesta ante el avance antimperialista de la influencia de China y Rusia en Américalatina.

Pareciera que, en el ocaso de los "límites históricos" del capitalismo mundial, sólo les restara (al gobierno de los Estados Unidos y sus aliados igualmente imperiales), ahora, la ruina de las armas y la opción desesperada del avasallamiento de los pueblos que, bien vista las circunstancias actuales de Américalatina, lucen harto fallidas.

Al imperialismo norteamericano –y sostenido, como sabemos, por el propio Obama- le interesa borrar la historia, pero no para adentro sino para afuera; no para sí sino para los demás países. Por supuesto, al borrar el pasado desaparecen el sentido y la continuidad de los contextos, así como también las perspectivas, invisibilizando, por tanto, el futuro, lo cual impide saber hacia dónde vamos, o hacia donde podemos ser llevados por la mimetización confucional de los intereses globales del imperialismo.

Por eso el cinismo esgrimido indiscriminadamente y de manera inapelable contra los pueblos de Américalatina y del mundo, por el gobierno y los gobiernos (pasados, que son y serán un continuo, según "la lógica del sentido", parafraseando a Deleuze, del imperialismo en su fase superior de globalización) del imperialismo norteamericano, constituye la musculatura a ser mostrada, táctica y permanentemente, por la diplomacia, veladamente guerrerista, de la hegemonía imperialista.

Las cumbres reacuñadas por Clinton, desde 1994-95, fueron el mecanismo de organización y aseguramiento de la dominación de Latinoamérica y formaron parte fundamental de lo que la administración del antedicho presidente norteamericano denominó "Estrategia de Seguridad Nacional para el siglo XXI".

En esta estrategia, como dijimos, las "Cumbres" fueron reconceptualizadas sobre el diseño estratégico de un mecanismo que sirviera como una forma de control político y económico de la región, donde harían funcionar un sistema de seguridad hemisférico que se integraría, en su completitud, con la implementación del ALCA, el Plan Colombia como modo de militarización de la región, y la OEA como arma política fundamental del hemisferio, todo lo cual, aunque parezca inverosímil, fue desnaturalizado por la irrupción, para fines de 1998, de la Revolución Bolivariana liderizada por el presidente Hugo Chávez y que derivó en un cambio profundo en la correlación de fuerzas de la región que ha alterado, drásticamente la geopolítica del imperialismo y su estrategia hemisférica, al punto que las "Cumbres", de ser aquel mecanismo que referimos, han pasado a ser, potencial y activamente, un campo de colonización para el desarrollo de la "emancipación de la humanidad", desde la libertad política, material y estratégicamente entendida, es decir, desde la construcción regional de liberación, o lo que equivale a decir, Américalatina como región insurgente de construcción de liberación.

Las Cumbres de las Américas siempre fueron susceptibles de convertirse, tras las posibles y progresivas derrotas políticas del imperialismo norteamericano, en un campo de construcción y desarrollo de liberación, de emancipación. Esta fue la verdadera razón, histórica y política, de la exclusión de Cuba desde el principio.

Finalmente, convenimos en que algo ha quedado dramáticamente develado ante el panorama imperialista de la geopolítica mundial y es el hecho, ostensiblemente lapidario, del victorioso contragolpe asestado por la "Mundialización solidaria" contra la "Globalización imperialista", al cerrar filas, la mayoría abrumadora de los países del mundo, en el apoyo a la defensa de Venezuela contra la agresión, políticamente a mansalva, del gobierno de Estados Unidos.

Movimientos sociales y organizaciones de los pueblos, todos insurgentes frente a la opresión mundial del imperialismo norteamericano, el 20 de abril próximo pasado han marchado, solemnemente, en apoyo a Venezuela, como ha ocurrido, entre otros muchos países, en Francia, Bélgica, Portugal, Rusia, España, México, Bolivia, Puerto Rico, Colombia, Perú, Cuba, Brasil, Ecuador, Argentina, El Salvador, Guatemala, Chile, y Trinidad.

Sin duda, hay una fiera batalla dentro del mundo que parece liberadora y al mismo tiempo terminal; es en favor de la humanidad y del planeta y en contra de la humanidad y de la vida.

Lic. Américo Alvarado Benítez.

americoideofil@hotmail.com


[a1]



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