Guantánamo: posible salto al futuro

La Base Naval de Guantánamo, ubicada en territorio soberano de Cuba contra la voluntad de su pueblo, carece actualmente de la importancia estratégica que pudo tener en otros tiempos y representa para Estados Unidos, aún sin tomar en consideración los aspectos morales, un costo político que ha ido creciendo exponencialmente a partir de su uso como prisión y parte de una red de cárceles secretas donde se han cometido y tal vez se cometen todavía muy graves violaciones de los derechos humanos. Conlleva, además, un excesivo costo económico que paga el contribuyente norteamericano, pues la prisión de Guantánamo es la más cara del mundo.

Con el próximo restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, se abre la posibilidad de encontrar una solución definitiva al problema de Guantánamo. Se restañaría con ello una vieja herida del pueblo cubano, facilitaría el diálogo de Estados Unidos con América Latina y quedaría relegada en el pasado la horrible imagen que actualmente tiene la base-prisión en la opinión pública mundial.

Una solución que me parece no solo aceptable por ambas partes sino que recibiría con toda seguridad el aplauso universal, sería la devolución del territorio de la base al estado cubano para su conversión en un complejo médico internacional docente-investigativo-asistencial, abierto a la cooperación financiera, técnica y científica de todos los países del mundo.

Este complejo podría contar entre sus instalaciones iniciales, por ejemplo, con una intitución destinada a estudios de posgrado en enfermedades tropicales, facilidades para entrenamiento de personal sanitario, laboratorios de investigación médico-farmacéutica, salones para reuniones científicas y un centro de informática en el campo de la salud.

La creación y desarrollo de este complejo contaría seguramente con el apoyo de organismos especializados de la ONU, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de diversas organizaciones gubernamentales y no gubernamentales de muchos países, todo lo cual permitiría precisar las prioridades de utilización, pues el esfuerzo mancomunado internacional ofrecería posibilidades ilimitadas, desde aprovechar condiciones de aislamiento para internaciones terapéuticas hasta la fabricación y almacenamiento de suministros médicos para utilizar de urgencia en epidemias, campos de refugiados y desastres naturales.

Este centro internacional podría llevar el nombre del sabio cubano Carlos J. Finlay y, las diversas edificaciones, los nombres de otros médicos del mundo que consagraron sus vidas a cuidar la salud del ser humano.

Me parece que éste es el camino y no el de la confrontación y la guerra. ¡Avancemos al futuro!.



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Salvador Capote


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