James Halloran dijo: “(…) La deformación de las masas es vital para el imperialismo, en cambio, la formación de todas las capacidades humanas es un prerrequisito del socialismo.”
Pues bien, el capitalismo ha sufrido (o gozado) a través de su historia, cambios o reformas que lo han fortalecido y garantizado su subsistencia. Gracias a la aprobación de las masas que son afectadas por este mismo, imagínense ese disparate.
El capitalismo se reinventa constantemente, tiene que hacerlo, transforma sus sistemas de opresión en formas más “aceptables” de esclavitud. Bien lo puntualizó Marx en 1850, escribiendo que los pensamientos reinantes se irían haciendo cada vez más abstractos y que esa abstracción era una condición para que la burguesía pudiera hacer que sus ideas particulares fueran aceptadas como universales por todas las demás clases.
¡Ah! ¡Embrutecer a las masas! excelente medida para fortalecer al sistema, tal cual flautista de Hamelin, sectores “acomodados” atraen seguidores “complacidos”. Porque es más fácil oprimirlos pero mantenerlos contentos y engañados, de esta manera se disminuye el riesgo de una posible rebelión de las masas.
Se ha mantenido este sistema por tanto tiempo; comiendo de él (o pasando hambre por él), viviendo en él… que ya forma parte de nosotros, es una forma de vida. Que más de unas miles, millones de veces a arrebatado vidas de familias que se encuentran hundidas hasta los hombros en el barro más profundo de la sociedad, y que seres en decadencia sean capaces de aceptar injusticias, disfrazadas de medidas justas, son otro vivo ejemplo de lo oprimido moralmente que puede estar una persona dominada bajo los efectos de un imperio flautista.
Mientras sigamos avanzando en una sociedad dispuesta a arrodillarse a la política cínica de un imperio, movernos hacía una dirección opuesta que nos lleve a una sociedad avanzada sumergida en leyes sociales que promuevan la igualdad, se ve cada vez más y más al horizonte.
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