Más agua pa’ mi pozo

La narradora y amiga Laura Antillano me hace llegar un artículo del escritor británico Seumas Milne publicado por el diario londinense The Guardian y traducido por Le Monde diplomatique. En el texto titulado Venezuela: la protesta como defensa de los privilegios, Milne plantea la realidad que se vive en nuestro país desde una perspectiva histórica como parte de la estrategia implementada por las “potencias mundiales” desde la década de los 50’s. Vamos por partes.

En clara alusión a los derrocamientos a gobiernos a escala planetaria señala el periodista inglés que “Si antes no lo sabíamos, el recrudecimiento en los últimos dos años de manifestaciones masivas nos ha dado una lección y es que éstas pueden tener significados sociales y políticos totalmente diferentes. El hecho de usar pañuelos y construir barricadas –que tienen significados genuinos– no significa automáticamente que los manifestantes estén luchando por la democracia o la justicia social”. Parece ser que los periodistas internacionales que no se dan cuenta de los verdaderos intereses de las llamadas “manifestaciones pacíficas” son los de CÑN y sus réplicas mal olientes en los medios privados venezolanos.

Milne señala que: “Desde Ucrania a Tailandia, pasando por Egipto hasta Venezuela, las protestas a gran escala han tenido como objetivo –y a veces lo han logrado-, derrocar gobiernos electos. En algunos países, las protestas masivas han sido encabezadas por organizaciones obreras, apuntando contra la austeridad y el poder corporativo. En otros casos, los disturbios, predominantemente de clase media, han sido la palanca para restaurar a elites expulsadas.”

En el caso Venezuela la modalidad utilizada es la del tipo clase media, aunque no podemos dejar de referir también las manifestaciones de la clase trabajadora en determinados sectores como las empresas básicas y el sector eléctrico, muchas de ellas con reclamos legítimos o en todo caso no violentas.

El articulista dice que “EE.UU. y sus aliados han llevado al campo el patrocinio de las llamadas "revoluciones de color", financiación de ONG y formación de activistas estudiantiles, para alimentar la protesta social y denunciar o ignorar –según convenga- la represión policial violenta”. En Venezuela es una realidad constatable el financiamiento y de organizaciones políticas y sus mamparas expresadas en ong’s y otros entes de patrocinio incierto. En el caso de la protesta estudiantil, se viene ensayando con mayor o menor éxito desde el 2007 con la excusa de la protesta por la no renovación de la concesión al canal privado RCTV. Es en ese año cuando emergen los grupos de estudiantes liderados por operadores bien formados en el programa Otpor (resistencia), organización creada bajo los preceptos de expertos en “revoluciones no violentas” como Gene Sharp y otros elaboradores de manuales de derrocamiento de la Albert Einstein Institution.

Smolansky, Goicochea, Sánchez y más recientemente Loren Saleh, Requessens y Gaby Arellano son expresiones diversas del bloque monolítico de la juventud de ultra derecha venezolana. Parecemos estar ante los mismos objetivos y prácticas de la Hitlerjugend (Juventud Hitleriana). Algunos de esos jóvenes nazifacistas hoy ocupan cargos en gobiernos locales, son diputados al Asamblea Nacional o los vemos como concejales en municipios de clase media. Otros están construyendo su carrera política bajo los auspicios de partidos como AD. Tal es el caso de Requessens y su relación con el logorreico Ramos Allup, aunque él insista en deslindarse del tutelaje. En el caso de Saleh sólo basta hacer una búsqueda en internet para ver cuál ha sido su recurrente participación en hechos violentos en Carabobo, de la mano de su mentor Pablo Aure.

En su escrito Milne dice de Venezuela “que durante los últimos dos meses ha sido sacudida por protestas contra el gobierno encaminadas a derrocar al gobierno socialista de Nicolás Maduro, presidente electo el año pasado para suceder a Hugo Chávez”. En obvio el retrato de lo que los opinadores de derecha llaman “barricadas pacíficas” o “civilizados e inocuos cierres de vía”, el periodista pone las cosas en su lugar al señalar lo que verdaderamente se oculta detrás de esas acciones: un nuevo golpe de Estado.

Algo que tiene claro el escritor de The Guardian es la legitimidad del Gobierno venezolano quien dentro del marco de la legalidad burguesa ha ganado 18 de 19 eventos electorales desde el primer triunfo del Comandante Hugo Chávez en 1998. Milne deja ver la profunda frustración que anida en el campo opositor cuando nos dice que “Sus esperanzas fueron truncadas en abril pasado cuando el candidato de oposición perdió frente a Maduro por sólo el 1.5 %. Pero en diciembre, en elecciones a escala nacional, los resultados dieron una ventaja de 10 puntos a la coalición chavista”.

Lo cierto es que, tanto para el periodista inglés como para los que hemos vivido en tiempo real esta nueva maniobra imperial, lo que se escuda detrás de lo pacífico es un pliego de acciones terroristas multimodales que, sobre la base de problemas de impacto nacional, algunos por ineficiencia y otros creados como parte del plan fascista, han causado una "campaña de terror contra sus ciudadanos, la evidencia sugiere que la mayoría de las víctimas han sido asesinadas por partidarios de la oposición. Entre los fallecidos hay ocho miembros de las fuerzas de seguridad y tres motociclistas degollados por alambres colgados en las barricadas de calle. Cuatro simpatizantes de la oposición han sido asesinados por la policía, por lo que han sido detenidos varios oficiales” en palabras de Milne.

Lo expuesto por el articulista inglés es una verdad incuestionable. De lo que no habla Milne es del compromiso de los medios de difusión nacionales y transnacionales con la conspiración en contra de nuestra Patria. Quizás es porque tigre no come tigre y, si lo come, le cae mal.

arcar660@gmail.com


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