El ataque a Siria cierra con broche de uranio la III guerra mundial

Sendero Luminoso interpretó con estrecheces históricas a Mao. La guerra referida por Mao es la guerra de la burguesía contra el proletariado, que es la que ha movido al mundo desde cuando la raza dejó de ser igual y humana, y se dividió en clases sociales; la humana es la única raza animal que no diferencia sus atributos entre machos y hembras, sino entre ricos y pobres.

La humana es la única raza que abandonó y traicionó motu proprio, la naturaleza, para confiarle su sobrevivencia a los explotadores del trabajo alienado, a los que diseñan el modo de producir riqueza social para que el patriarcado la acumule en forma de propiedad privada. Los machos ricos se adueñan de las hembras, de los machos pobres, y de lo producido en el transcurso de la vida entera por los esclavos y las esclavas, por los siervos y las siervas, por los asalariados y las asalariadas. La semántica artificiosa del posmolenguaje de género, invalida el discurso abrogatorio de la explotación del hombre por el hombre, porque en la sociedad patriarcal, patria es la nación del padre, de la familia, y de la propiedad; plusválico es el género.

Para regir la muchedumbre sistemáticamente desmovilizada, sistemáticamente empobrecida, los enriquecidos de todos los tiempos han usurpado y aprovechado a su favor, la fuerza popular, pero armada y organizada en ejércitos represores, invasores, genocidas, rapaces, mercenarios, incultos, asesinos. La historia humana la han gestado: la violencia de unos pocos ricos de comarcas contra todos los pobres de la Tierra; y la religión, la herramienta bélica más poderosa utilizada por los perros de la guerra de todos los tiempos, hasta nuestros tiempos.

Cuando a mitad del siglo XX, los pírricos vencedores y vencidos europeos rubricaron con tinta made in USA, el fin de la II Guerra Mundial librada entre decadencias monárquicas e imperios feudales, Norteamérica se declaró de hecho, Imperio emergente de origen netamente capitalista, plebeyo de toda plebeyez, sin más pedigrí que los ceros a la izquierda, sin más Dios que el dinero y sin religión distinta a la ganancia. Para los ideólogos de la globalización está bien que Paris valga una misa, pero está mejor que el planeta valga todos los dólares de Wall Street.

USA, finiquitó la II Guerra Mundial y en contraprestación confiscó el modo occidental de hacer cultura: invadió la luna y sus romances, privatizó la civilización judeocristiana, embargó el libre albedrío, tecnificó mitos y leyendas, envasó en televisores la milagrería popular, edificó los más altos templos de culto mercantil -verbigracia las inmoladas Twins-, desechó elegancias, protocolos y pendejeras diplomáticas; masacró en el transcurso de dos bombas y sus secuelas inmediatas, 220 mil japoneses civiles, para poner punto y seguido entre la II y la III guerras de la Era Atómica Global.

El liberalismo norteamericano fagocitó cualquier escrúpulo o reserva ética que se le hubiera adherido del humanismo o el romanticismo burgués decimonónico. El pragmatismo WASP dispone arroparse de Patria hasta donde alcance la bandera; los dólares suplen todo lo demás y por ello la guerra es el medio y es el fin de una Nación que prescindió de nombre propio para poder plagar al mundo de miseria a nombre de la libertad mercantil.1

La III Guerra Mundial va de salida, la civilización capitalista agoniza, el cambio es de Era. Al capitalismo monopólico no lo sostiene la sociedad de consumo porque millones y millones de paupérrimos no pueden saciar el hambre y contrastan con la sobreabundancia de mercadería efímera, de cachivaches tecnológicos, de baratijas suntuarias. La etapa más cruel y barbárica conocida por la humanidad es esta, la Tercera Guerra Mundial Global transcurrida desde la rendición de Japón hasta nuestros días, la que la resistencia popular vietnamita derrotó en su momento. A partir de Vietnam, USA descartó el anticomunismo como excusa e hizo de la guerra una necesidad civilizatoria, la convirtió en insumo moral para dividir al mundo en dos hemisferios culturales: el judeocristiano financiado por el sionismo; y el ajeno de los otros, de todos los demás, de los algodescendientes.

Sin guerras, el neoliberalismo se desploma por el peso del capital acumulado en pocas manos, lo cual reduce el mercado a su mínima expresión, satura al máximo la oferta, y exagera la brecha entre burgueses y proletarios. La culebra devorándose a sí misma evidencia la ficción política que sostiene, históricamente, la civilización capitalista. La compra y la venta asumen libre e indistintamente, el rol de medio y el rol de fin, no importa quién compre, ni quién venda, en la etapa de acumulación monopólica de bienes y de capitales sólo los que ofertan tienen capacidad de demanda, y sólo aquellos que demandan tienen capacidad para ofrecer.

Sólo comprando y vendiendo muerte, el neoliberalismo puede sostener en pie al capitalismo, la guerra global es la argucia con la cual, desde hace más de medio siglo, el sionismo oligopólico se paga y se da el vuelto, produce, se compra y se vende a sí misma: cadáveres; cirios, flores, y sahumerios; portaviones, submarinos, misiles, satélites, bunkers; espionaje, inteligencia, celulares, videojuegos, cámaras; prótesis, ataúdes, recordatorios, pañuelos, colirios, textiles; prensa, radio, televisión, teatro, literatura, música, cine, y todos los estupefacientes habidos y por haber, para mitigar dolores, para evadir horrores, para aletargar conciencias. La muerte es más rentable que la vida. La guerra de todos los apátridas, de ejércitos privados y tropas mercenarias, la Tercera Mundial, la comenzó el sionismo el mismo día que USA declaraba el fin de La Segunda.

La ciencia y la tecnología han superado toda ficción bélica, la ficción política ha superado toda realidad bélica; conflagración tras conflagración, el Pentágono reitera cada día, -desde Hiroshima, Nagasaki, Afganistán, Irak, Libia, Egipto, todos los intentos fallidos contra Venezuela, y ahora Siria-, que haciéndonos USA la guerra de fuego amigo, nos fortaleceremos para la paz de los sepulcros, pero no está fácil la película, no son tan imbatibles los drones, ni tan inmortales los contratistas, ni tan valientes los sicarios, ni tan inteligente el sionismo, ni tan incólume la burguesía transnacional, ni tan infalible la tecnología.

No debemos pedirle peras al olmo, ni aguacates al roble; el infeliz Obama es instrumento ciego de la autodestrucción, ni a Cancerbero llega, cuando mucho conserje del Tío Sam, muchacho de mantenimiento, descendiente del Tío Tom, Guasón de la comparsa. Después de Obama, el Nobel de la Paz será escarmiento de ingenuos, blasón de cínicos, recompensa maldita.

Llegó la hora de interpretar a Mao en su exacta connotación: O la revolución detiene la guerra, o la guerra hace estallar la revolución.

1 Huelga acreditar la paráfrasis.


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Kloriamel Yépez Oliveros


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