Algunas lecciones del caso Snowden

Graves errores comete Estados Unidos en el manejo del escándalo creado por las revelaciones del excontratista de la Agencia de Seguridad Nacional Edward Snowden. Estos errores se basan en la incapacidad de la administración Obama de entender los cambios que han tenido lugar en el mundo y en especial en América Latina.
Estados Unidos reaccionó con el caso Snowden de la misma manera que lo ha hecho durante décadas ante todo lo que percibe como amenaza a sus intereses, es decir, mediante el uso de su inmenso poder mediático y las presiones diplomáticas, económicas y militares. Pero estos métodos, que otrora funcionaron, resultan ya obsoletos y contraproducentes. Estados Unidos enfrenta ahora un mundo ingobernable.

En lugar de enfocarse en disminuir el daño político causado por la revelación de secretos de estado concernientes a programas masivos de espionaje, el gobierno de Estados Unidos enfocó todos sus esfuerzos en la cacería del autor de las revelaciones, considerado por muchos en su propio país como un héroe y a quien otras naciones agradecen el haber puesto al descubierto las acciones de Washington violadoras de sus soberanías. De este modo, la persecución a escala internacional de Snowden, a la cual no es ajena la prepotencia imperial, es sal sobre las heridas de un mundo cada vez más desobediente.

El 17 de junio, China, mediante su vocera en el Ministerio de Relaciones Exteriores, Huan Chunying, pidió explicaciones: “Creemos que Estados Unidos debe prestar atención a las preocupaciones y demandas de la comunidad internacional y ofrecerle la necesaria explicación”. Aunque el intento de arresto de Snowden en Hong Kong fue rechazado por las autoridades basándose en tecnicismos legales (en la solicitud de arresto no aparecía el número de pasaporte de Snowden y en algunos documentos las autoridades norteamericanas escribieron por error Edward James en lugar de Edward Joseph, nombre verdadero de Snowden) el rechazo chino dejó claro que Estados Unidos ya no es capaz de imponer su voluntad hegemónica.

La obcecación en proseguir la vengativa cacería al llegar Snowden al aeropuerto moscovita no tuvo otro resultado que provocar un encontronazo diplomático con las autoridades rusas. El Ministro de Exteriores, Serguei Lavrov, respondió a las críticas estadounidenses: “Todos los intentos que vemos de acusar a Rusia de violar leyes de Estados Unidos, casi de conspiración, acompañadas de amenazas hacia nosotros, son completamente infundadas e inaceptables”. Como era de esperar, el presidente Vladimir Putin se negó a entregar a Snowden, aduciendo que no existía un tratado de extradición entre Rusia y Estados Unidos y, además, que Snowden estaba en zona de tránsito por lo cual, técnicamente, no se encontraba en Rusia.

El chasco diplomático fue aún mayor al Rusia ofrecer asilo a Snowden a cambio de que éste cesase de revelar detalles de las acciones de espionaje estadounidense. La negativa de Snowden elevó su estatura moral y despertó simpatías para su causa en la comunidad internacional.

Pero el mayor error de Estados Unidos, el que pasará a la historia de la diplomacia y servirá como material de estudio en las escuelas de relaciones exteriores, tal vez durante siglos, como ejemplo de ineptitud, desinformación, violación de las leyes y normas de convivencia internacionales, y prepotencia en las relaciones entre estados, fue la presión ejercida sobre gobiernos sumisos del occidente de Europa para que impidiesen el sobrevuelo sobre los territorios de sus países del avión del presidente de Bolivia Evo Morales. No tengo otro remedio –al referirme a la actuación diplomática estadounidense- que utilizar la manida comparación del elefante enloquecido por su encierro en la cristalería, pues no existe otra mejor. Estados Unidos no solamente hirió los sentimientos nacionales de los pueblos europeos al humillar la soberanía de medio continente, sino que ofendió a toda América Latina y El Caribe, despertó el repudio universal y aumentó exponencialmente la solidaridad con Snowden y su causa.

Antes del incidente europeo, Estados Unidos trató de presionar al presidente Rafael Correa para que no continuase considerando la solicitud de asilo a Snowden, incluyendo amenazas del representante de la ultraderecha mafiosa cubano-americana, el senador Robert Menéndez. La respuesta de Quito no pudo ser más digna y contundente: Ecuador renunció a las preferencias del tratado comercial con Estados Unidos y ofreció a este país 23 millones de dólares anuales, equivalentes a los beneficios del tratado, para financiar su educación en derechos humanos y que aprenda a evitar violaciones de la privacidad, torturas y otras acciones denigrantes para la humanidad. Después del incidente, ya son tres (Venezuela, Nicaragua y Bolivia) los países que han ofrecido asilo a Snowden.
Otra de las lecciones preliminares que nos deja el caso Snowden y que resultó evidente en la sesión especial de la OEA del 9 de julio, es que no es posible esperar rectificación alguna de serviles y corrompidos gobiernos europeos y, menos aún, en un foro que cuenta con la presencia arrogante de Estados Unidos.

No obstante, las acciones de Estados Unidos, que pusieron en peligro la vida del muy querido presidente boliviano, permitieron dar un paso más en la consolidación de la unidad de los países de América Latina y El Caribe, que supieron dar una pronta y valiente respuesta y mostraron al mundo que la América bolivariana comienza a ocupar el lugar que le corresponde en la arena internacional.


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Salvador Capote


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