Globovisión española o el oficio de retornar colonias

Miro la TV antigubernamental nuestra hoy en la mañana (Globovisión, pues, y no me pregunten el nombre del programa) y oigo cómo los adláteres de la contrapatria y lo foráneo defienden lo indefendible:  la inocencia del diario El País (de España) por el hecho de reconocer su bache al publicar una fotografía equivocada de un presunto Hugo Chávez se dirá agónico.

Ellos razonan (los periodistas venezolanos defensores) y sueltan que fue un error y que el diario español es magnánimo al reconocer el equívoco.  Dizque el diario retiró apresuradamente ─reflexionan─ las ediciones impresas con la fotografía prácticamente necrológica de Hugo Chávez (un hombre intubado, en nada compatible con la dignidad de un presidente de país habilitado).  Que debiera ser suficiente y ¡punto!

Ellos argumentan que no debiera haber luego alharaca alguna, dado que dos cosas disculpan la metida de patas del impreso español:  su retracción y el hecho de que el mismo diario ─según el sesudo analista del programa, Jesús Torrealba─ fue fundado en sus orígenes por gente de la izquierda política.

Ellos y ellas, en fin, Globovisión completa, si vamos al caso, declaran inocencia porque barruntan que todo este embrollo ─que hace que otros de buena fe se equivoquen─ viene a cuento precisamente porque el gobierno venezolano no ha dado suficiente testimonio sobre la salud de Hugo Chávez.

Y así seguí oyendo un montón de paja sonora cuyo inevitable fruto fue la idea en mi cabeza de que no había pizca de amor nacionalista ni respeto constitucional venezolano en semejantes bichos se dirá ufológicos.  Apagué, pensando en guerras, invasiones extranjeras, traiciones, siempre imaginando que ese canal y sus operarios son más de otro lado que de la tierra sobre la cual respiran, que aspira a la paz y democracia.  Pensando que eran españoles está vez, y no gringos, como es costumbre en ellos signficar.  Extranjeros y no venezolanos, pues, en todo caso.

El breve contrarrazonamiento que les traigo a tales elementos (si no son nuestros, nos parecen fríos, como números) es el que sigue:  la fotografía, con todo y la retracción excusatoria del diario español, ya había rodado en el tiraje impreso.  Que recogiesen los impresos no repara del todo el daño difamatorio inferido.  Ya había calado en la opinión pública, como es prueba el escándalo mismo que se ha formado en la actualidad respecto del tema.  Ante eso se pide excusas, se procura ser, aunque sea mínimamente, ético, señores periodistas “venezolanos”.  ¿Qué te parecería, María Elena Lavaud ─una de las periodistas del programa en cuestión─ que un medio impreso se equivoque y publique unas fotitos tuyas en posturas nada decentes, pero que luego, como dicen ustedes que es suficiente, pida disculpas y las retire, subsanando el lío, aunque a las tales fotitos las haya mirado una asombrada parte de Venezuela?  ¿No te gustaría una reparación, por lo menos, un desmentido, una aclaratoria de que esa que aparece allí, pelada, peluda y perempenpuda, no eres tú?

¿Que no debe haber escándalos?  Medio mundo sabe de las tales técnicas de los golpes bajos:  se pide luego disculpas, pero lo importante es que el daño queda hecho, se acepten o no las tales y devaluadas disculpas.  Sabemos eso, es la guerra mediática.  Que el diario dizque fue fundado con gente de izquierda política ─Sr. Jesús Torrealba─ no atenúa en nada el impacto de la inmoralidad cometida.  ¿Estarías de acuerdo si publicaran por error la fotografía de tu progenitora en tangas?  Estoy seguro de que no te bastarían unas fofas disculpas para desmentir que esa señora mayor que aparece en tal accionar no es tu amada madrecita.  En España no hay izquierda, hombre, aprovecho para decírtelo; hay una derecha aberrante que ha poco es posible remonte lo que le falta para volver a la monarquía originaria.  Si la hubiera, no estaría como está hoy en día:  en degeneración, inhumana.

El argumento de que el gobierno no ha informado suficientemente no vale como pieza de contraataque:  van como 30 reportes.  Lo que ocurre es que ustedes, señores de Globovisión, ven la cosa muy sencillamente:  ustedes lo que quieren es la foto de un Chávez muerto y punto.  Fin de cuento.  ¡Allí sí que celebrarían que hay democracia y una eficiente gestión gubernamental de comunicación en Venezuela!  Tal es vuestro apetito necrofílico.

Confieso que luego de apagar el TV, me fui al baño y me duche meticulosamente, como si así me desinfectara de semejante rocío “profesional periodístico” mañanero.  Duele corroborar que nos gastamos una oposición que, siendo nuestra, no lo es al mismo tiempo, por aquello andar soñando con la destrucción cívica del país mismo que ella habita, que nos cobija a todos.  Alguien de la familia no va contra su propia casa, como dijer Lincoln.  ¿Cómo se entiende que un marino, para acabar una rencilla sobre la cubierta, se halle en la tarea de hundir el barco completo para solucionar el problema?  ¿De qué locura hablamos?  ¿De donde diantres es esta “nuestra” oposición (estos políticos, estos periodistas), que siendo venezolana se siente más gringa o española pero menos venezolana?  Gente que se esperanza con modelos de derrocamiento y destrucción contra otros países (Libia, Siria, Irak) aplicables al propio.  Gente cuyo oficio y efecto parece ser la degradación… Y, ojo, corrijo, digo “nuestra” porque es el hecho de que está con nosotros, los venezolanos, aquí sobre cubierta, constantemente zarandeando el barco e instigando a la tripulación. 

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Oscar J. Camero

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental.

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