Los pueblos ricos de Honduras y Paraguay dijeron la última palabra y punto

¿Epa, se nos olvidó Paraguay?  Así es la vida.  Así nos impone el ritmo el mundo dinámico de la noticia globalizada hoy.

Antier fue Honduras, ¿recuerdan?  Nos llenó de indignación la vaina esa de sacar a un presidente elegido por el pueblo sólo porque fue su intención implementar una medida que acomodase el mando un poquín a favor de los desmadrados de siempre, es decir, el supernumerario pueblo.  ¡Joder, sólo un poquito, un mohín apenas, una simple concesión que en nada afectaba sustancialmente a los ricachones!

Entonces se trataba de una sencilla consulta, sin proyecciones de incidencia significativa en el estatus de los ricachones de siempre, la extrema derecha enquistada en ese país centroamericano.   ¡Por favor, a quién se le ocurre!  Que en el país donde los imperiales EEUU tienen el campo abierto para sus apetencias se instale la izquierda, así-así, sin disparar un tiro ni derramar sangre, constitucionalmente, con la voz de ese sarmentoso pueblo que lo que haría a la final es pinchar la delicada piel de quienes lo gobiernan.

Era la posibilidad de llamar a una asamblea constituyente.  ¿Se acuerdan?  Un mecanismo de consulta para el pueblo por el pueblo, para decirlo en clisé, pero lo más limitado posible, en un país donde la extrema derecha es un quiste conocido por todos.  ¿Qué tanto se podía hacer allí con eso?  Una que otra concesión para un pueblo jodido durante años, caramba, un mohín de que te queremos, señor sudado, nosotros tus gobernantes y que tomaremos en cuenta tus solicitudes y necesidades para resolverte algunas penas, tal de vivienda, de servicios públicos, de seguridad, etc.

Nada que ver con desbancamiento alguno de la burguesía y castas gobernantes.  ¿A quién se le ocurre en semejante país con forma de bota yanqui?  Sindéresis.  Una limosnas, pues.

Pero no, ahí saltaron los extremados de siempre, esos que espolean el jinete de la derecha política hacia el exterminio de cualquier señal que encabrite la cabalgadura de sus bolsillos.  Y chillaron soltando que había llegado el comunismo, que Hugo Chávez ─el demonio continental del socialismo─ había mandado beneficios para un pueblo pobre tratando de despertarlo del sueño vampiresco de sus gobernantes.  Como si alguien les hubiera querido rasgar ese velo de que “por la ignorancia nos han dominado más que por la fuerza”.

Y salió Zelaya, terrateniente y todo, acusado de socialista.  ¿Estamos?  ¿Coincidimos en semejante desafuero de la inteligencia humana, de la razón violada?  No podía ser bueno para el pueblo que llegase a ejercer democracia, que pidiese cosas constitucionalmente.  Su obligación consistía en ir a votar periódicamente para reiterar a sus gobernantes, su patria.  Además, lo decían los gobernantes, los burgueses, los potentados, los terratenientes, los padrinos gringos, los dueños de todo; total:  pueblo eran ellos también.

Hasta que la rueda de la noticia da otra vuelta y nos vomita sobre el Paraguay, golpeado también, suavemente, constitucionalmente, mediante órdenes judiciales o legislativas contra el presidente electo por las masas.  Un tanto igual a lo hondureño, hombre.  Ejercicio de democracia.

Nada que ver con el cuento comunista ese de que la derecha y su sistema soporte capitalista se caen en el mundo y se ven obligados a dar coñazos para mantenerse en el poder.  Son medidas legales, procedente del pueblo y para el pueblo; ¿o es que nos dirán, a nosotros los golpistas, los ricachones, los potentados, los vampiros de siempre, que no somos pueblo?  ¡Por favor!...  Sindéresis.

Ya mucho es Chávez en Venezuela, el sandinismo en Nicaragua, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Cristina Fernández en Argentina y varios otros países como para seguir haciéndose de la vista gorda para aplicar la constitución, es decir, el golpe suave o fuerte y frenar la peste.  Porque el cuento es que la izquierda avanza como peste y no es que la derecha política se desmorone como plaga.  Para ello hay contención y legalidad efectivas.

Así, señor mío, alza su voz la extrema derecha política continental y grita “No pasarán”.  ¡Fuera, fuera!

En Paraguay Lugo quiso ponerles un impuesto a los ganaderos. Una miseria humana.  Una morisqueta, una estupidez que en nada afectaba significativamente el opulento bolsillo del que explota. Un mohín o concesión para con el pueblo, como llevamos dicho, acto de justicia para que el pobretón creyera que los ricos también pagan tributos y el intelecto humano se comiera lo justo y bello que es el sistema.

Nada que ver, por favor, con la instalación de un terrible sistema comunista en el Paraguay, país de columnas y capiteles intactos de dictadura stroessnerista.  Allí lo único que falta es declarar una monarquía, monarquía absoluta, romana, española, parlamentaria, europea, constitucional, autoritaria, inglesa, centralizad o cualquier cosa que tome al pueblo como lo es para sus fines:  una alfombra, un granero, un banco de sangre, sudor y lágrimas.  Un sistema feudal.  Porque rico, amigo mío, rico que no sufre el rigor de su dinero enriqueciéndose, no es pueblo.

Porque en Paraguay los ganaderos no pagan impuesto y punto.  Así, con acento stroessnerista en las palabras.  Y hubo que arreglar, sacar curas, tumbar iglesias.  Lo necesario.  Punto.  Comprar un legislativo completo, a punta de billete, es poco precio a pagar contra la factibilidad de tener a un Chávez en el poder, a su satélite (locura que nadie cree), a un comunista, a un bicho socialista de esos del siglo XXI.  Montar una celada para los efectos, una matanza en Curuguaty, es pan comido.  ¡Carajo, ¿es que setenta años de maestría dictatorial no enseñan?!  El pueblo es una masa que adopta la forma del puño.

Porque, si te pones a ver, ¿quién es más pueblo?  ¿Esa cuerda de campesinos sucios que trabajan un campo o el dueño de la tierra que les da trabajo y comida?  Y así tiene que derivarse la idea con el resto de los magnates o empresarios.  ¡Es que el pueblo, la patria, son los terratenientes, si cualquiera razona debidamente!  No puede ser patria un miserable con las patas en el suelo, cenagozo que lo que hace es sudar y chupar nutrientes.

Es por eso que un comino ha de importar que en Paraguay el pueblo no coma carne ni tome leche a pesar de que se contabilicen más de 10 millones de cabezas de ganado.

Punto.

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Oscar J. Camero

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental.

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