¿Ciencia para el pueblo?: Comentarios acerca de una ciencia de pertinencia y pertenencia social

En la actualidad, el proceso de producción de la ciencia se caracteriza por su alta especialización y jerarquización. La fragmentación del conocimiento científico conlleva una forma particular de organización de las relaciones de producción de la ciencia. Existe una gran cantidad de especialistas que trabajan en laboratorios igualmente especializados, los cuales generan conocimiento básico o aplicado sobre problemas de investigación específicos. Un biólogo no se dedica a estudiar por ejemplo, los procesos y mecanismos de mutación de todos los genes, sino de un gen en particular. Un físico no estudia todos los fenómenos de la termodinámica sino uno en particular, y así sucesivamente. El alto nivel de jerarquización y especialización de la ciencia fragmenta el mundo, por lo cual el científico es incapaz de integrar su conocimiento y su práctica profesional a su experiencia de vida individual, social y colectiva. La parcelación del conocimiento ha propiciado un sistema de producción alienante, en el cual, el científico no es valorado por lo que es sino por la cantidad de datos que produce. 

Otra de las características del sistema de producción científica, es la existencia de relaciones de dominación entre los grandes centros hegemónicos de la ciencia y los centros de investigación latinoamericanos. Recordemos como hasta hace poco, solo los venezolanos privilegiados llegaban a la universidad y los más ricos salían del país a complementar su formación en muchos de estos centros. Una vez capacitadas estas personas en el área científica y luego de la asimilación de la cultura extranjera en la que ellos se habían formado, regresaban a Venezuela a reproducir el modelo de producción aprendido y la estructura de dominio implantada desde el Norte o Europa. Al cabo del tiempo, las condiciones y dominio o líneas de investigación del país promotor terminaban imponiéndose. Muy pocos han dado el paso de reinterpretar el conocimiento adquirido en los países “desarrollados”, para que los beneficios de ese conocimiento queden en su propia sociedad. En consecuencia, cuando se reproducen las condiciones de dominación, la actividad del científico es ideológica porque a pesar que se declare neutral, utiliza la ciencia o deja que otros la utilicen, para preservar o acrecentar el orden de explotación capitalista. Frente a este penoso panorama, el científico socialista debe contraponer una ciencia en la que su conocimiento y su práctica, estén al servicio de las personas, es decir, una ciencia con compromiso social que permita develar las relaciones de explotación en las que viven sus congéneres; una ciencia tal, que ayude a quitar el manto de misterio con el que otros científicos e ideólogos han distorsionado la realidad objetiva del sistema capitalista. El científico socialista se opone al uso irracional de la invención, porque su conciencia le permite entender que el fin último y la principal razón de su práctica, es el beneficio de su propia especie sin detrimento del de las demás. El científico socialista por definición es humanista y ecologista. 

También se debe considerar que una gran parte de la investigación que se hace en Latinoamérica, es financiada por asociaciones extranjeras, tales como multinacionales energéticas, farmacéuticas, o del sector de las telecomunicaciones, etc. Esta “ayuda” implica que buena parte del conocimiento que se produce en nuestros países, termina en manos de estas compañías, por lo que los beneficiarios no son nuestros pueblos, sino los grandes capitales transnacionales. En ese sentido hay que distinguir, el hecho de que las clases dirigentes autodenominadas del “primer mundo”, hace mucho adoptaron un compromiso ante la ciencia, el cual está fundamentado en la idea de que si la ciencia es buena a largo plazo para el capitalismo entonces, lo que es bueno para el capitalismo “primer mundista” es bueno para la humanidad. Este compromiso conlleva una expansión del sistema científico capitalista occidental a nuestros países, bajo el eslogan del desarrollo y el progreso que desde hace por lo menos 500 años nos ha esclavizado. En este aspecto Venezuela a dado un gran paso en estos últimos diez años bajo el gobierno del Presidente Chávez, al buscar su soberanía científica y tecnológica a través de la promulgación de leyes como la LOCTI, que brindan recursos económicos para las investigaciones científicas, no obstante esta situación, muchos “científicos capitalistas” denuncian la supuesta falta de apoyo del gobierno Bolivariano. Venezuela en la actualidad es uno de los países que ofrece las mejores condiciones para hacer ciencia, no lo decimos nosotros, lo dicen nuestros colegas de otros países latinoamericanos, quienes realmente no tienen el apoyo de sus gobiernos locales, gobiernos que por cierto han hecho del científico un mendigo.  

Pese a estos importantes avances, hoy en día una gran parte de los resultados de la investigación en ciencia básica, sigue siendo apropiada por empresas privadas y transnacionales, las cuales desarrollan formas de aplicación que posteriormente se nos regresan en forma de productos-mercancías. Recordemos que esta es una de las condiciones de la colonialidad y el imperialismo, comprar materias primas baratas a las colonias y venderles productos terminados muy costosos. Así sucede con los medicamentos y vacunas, ya que al no poseer una industria farmacéutica propia (lo cual debería ser una de las tareas estratégicas del Gobierno Revolucionario Bolivariano), no hay posibilidad de que en nuestros países dichos productos sean elaborados. En el caso de muchos medicamentos, los agentes activos provienen de especies de plantas originarias de nuestra región, plantas que han sido utilizadas por las comunidades indígenas desde hace cientos y miles de años, pero que al ser estudiadas y sintetizadas en laboratorios y posteriormente comercializadas, pasan a ser propiedad de las industrias farmacéuticas. Igual ocurre en el campo de la biotecnología. Por ejemplo, la producción  de  la agricultura “moderna” que no es otra cosa, que la utilización de las técnicas de la biología molecular para producir una gran variedad de “plantas transgénicas”, ha reemplazado la agricultura tradicional a tal nivel que hoy ocupa el 90 % de la producción agrícola a escala mundial. Tal es el caso de los cereales como el maíz y la soya transgénicas, que están en manos de 2 o 3 trasnacionales que manejan gran parte del germoplasma de semillas para la agricultura. Muchas de estas semillas provienen originalmente de nuestros países, pero paradójicamente han ido a parar a los monopolios trasnacionales que dominan el mercado mundial, como son MONSANTO, NORVATIS, MICOGEN.  Con una gran inversión en propaganda ideológica, estos monopolios han hecho creer al mundo que con el uso de estas tecnologías, van a acabar con el hambre y la miseria. La contracara de esta moneda nos indica que esto no es así. Esta tecnología es demasiado costosa por lo que los países más pobres no pueden adquirirla, quedando excluidos de este tipo de mercado y condenados a la hambruna. Así que, con la aplicación de la ciencia biogenética se reproducen las condiciones de explotación del ser humano y la desigualad en la distribución de los beneficios de la investigación científica, causado por la desigualdad en el acceso a las tecnologías, ya que el interés de estas empresas es reproducir su ganancia, aumentar la acumulación de capital y no el beneficio de las personas. También hay que mencionar que dentro de este gran negocio a estas transnacionales capitalistas no les importa las consecuencias que el consumo de este tipo de alimentos pueda tener para la salud humana, tampoco les interesa el impacto ambiental que pueda causar el uso de esta tecnología. He aquí un ejemplo más del uso de la ciencia para hacer que la balanza se incline hacia el lado del más poderoso.  

Muchos de nuestros científicos saben que esto ocurre pero guardan silencio, otros lo ignoran producto de su alienación y otros tantos participan de las utilidades del mercantilismo en la ciencia. Surge acá una cuestión ética. Pocos se preguntan ¿cómo hacer que nuestra investigación sea para el pueblo? Un primer paso es denunciar el uso inadecuado del conocimiento que producimos, la explotación y dominación que a través de él se genera sobre nuestros pueblos. Es difícil que los científicos asuman esta posición pues al hacerlo, estarían traicionando a su propia clase y sus propios intereses.  

Ahora, en cuanto al sistema de consumo del conocimiento científico, hemos de decir que también está altamente localizado. Los resultados de las investigaciones científicas solo son divulgados entre los especialistas a través de publicaciones especializadas, congresos, seminarios, foros, etc. La relevancia e importancia de una investigación, es medida a partir de los índices de impacto asignados a las distintas publicaciones, estos índices son definidos por los mismos científicos y los puntajes más altos lo tienen las publicaciones norteamericanas y europeas (Science, Nature, etc.). Aunque publicar allí no es garantía de calidad, pues estas mismas publicaciones reconocen que materiales publicados por ellos han recurrido al plagio y a la falsificación de datos, nuestros esquemas de evaluación de impacto dan prioridad a la participación en estas revistas. No tenemos nada en contra de estas publicaciones, pues las entendemos como un medio por el cual los científicos pueden poner a prueba sus modelos e hipótesis, mediante el debate y la crítica con otros colegas nacionales y extranjeros. En lo que no estamos de acuerdo, es que publicar en estas revistas sea lo que defina el impacto de una investigación y en muchos casos se constituya en la razón de la ciencia. Por eso nos preguntamos si acaso ¿no sería más pertinente medir el impacto de una investigación por el impacto que tenga sobre la población? ¿Cómo podría hacerse esto? Estas son preguntas que debemos empezar a respondernos. Si bien entendemos que la mayor parte del volumen de publicaciones están en idioma inglés, porque como dicen algunos colegas ésta es la lengua de la ciencia, ¿quien dice que esto deba seguir siendo así? En ese caso valdría la pena pensar en la edición de publicaciones regionales, por ejemplo entre los países del ALBA, o entre países que estén trabajando en líneas de investigación similares. Estas nuevas publicaciones deben asegurar la calidad de los artículos y también la participación de colegas que deseen publicar en idiomas distintos al inglés. Al hacer esto se estaría dando un gran paso en la descolonización del conocimiento. Debemos creer no solo en la calidad de nuestros científicos, sino también en la grandeza de nuestra cultura. Es una lástima ver a muchos colegas que reniegan y difaman a sus propios países, y obnubilados por el “american dream” solo aspiran a ser remedo de la cultura más decadente del planeta. Otro problema relacionado con la distribución del conocimiento, tiene que ver con la escasa (por no decir nula) divulgación científica dirigida a público “no especializado”, es decir al pueblo. Las pocas publicaciones que existen no pasan de ser manuales e inclusive volantes que solo abordan la investigación científica superficialmente, esto sucede porque para muchos el pueblo no entiende, pero es contradictorio plantear esto pues ¿cómo va a entender si no se le explica? Por esto los departamentos de divulgación y prensa científica deberían estar dedicados en divulgar lo que los científicos hacen, para que las comunidades puedan acceder a un conocimiento que hasta ahora les ha sido negado. No es justo que ¿el beneficio de lo que nosotros hacemos llegue a sus legítimos dueños, es decir a aquellos que con sus impuestos y su trabajo financian las investigaciones científicas en Venezuela?   

Por otra parte hay que reflexionar acerca de quienes tienen acceso al conocimiento científico, es decir cómo se distribuye. Como dijimos en el artículo “Los científicos y la Revolución Bolivariana”, la mayoría de las personas que hacen ciencia provienen de un pequeño círculo de complacencia y complicidad. Para que una persona pueda investigar un problema en particular tendrá que adquirir el conocimiento necesario para ello. Este conocimiento será transmitido por aquellos “sabios” que conocen todos los “secretos” de esa esfera de la ciencia en particular, lo que permitirá que exista una jerarquización entre el “experto” y el “iniciado”. La propiedad privada individual del conocimiento específico, entonces permite que al interior del proceso de producción científica surjan relaciones de poder y dominio, es decir que las relaciones de producción entren en el espacio de lo político.  
 

Otro de los rasgos del conocimiento científico es que está rodeado por un aura de misterio que hace que para la mayoría de “simples mortales” sea inaccesible. Más que ser ciencia lo que en muchas de nuestras instituciones hoy se hace es cientificismo, es decir ciencia como religión. Para ser iniciado en el conocimiento científico, el discípulo debe tras una serie de pruebas que validan su vocación, vincularse a una de las “castas clericales” científicas en las que será instruido en todos los secretos de la ciencia. Lo primero que debe aprender es el lenguaje de su respectiva casta, al igual que los métodos para realizar su rito científico. Dicho lenguaje y método estará vedado para los “simples mortales” y se practicará en el círculo privado de su casta. Las batas blancas de científico ya no representan la actividad científica, por el contrario, esas batas blancas lo que realmente representan es la indumentaria de los sacerdotes de la nueva religión: el cientificismo. Átomos, genes, bacterias, virus, mecanismos, vectores, fuerzas, protocolos, instrumentos, microscopia, mecanismos de redistribución, transculturalidad, son muchas de las palabras sagradas que usan los “iluminados”. Los “creyentes” por su parte, observan y acatan los designios de los sabios, pues son ellos los que tienen el conocimiento, la razón. Los “creyentes” ven en la ciencia el camino al paraíso, la solución a los problemas terrenales como el hambre, las enfermedades, el analfabetismo, la miseria, la guerra y la muerte. Los grandes “obispos” desde sus “catedrales cientificistas”, deciden la jerarquía eclesiástica, dictan los grandes nuevos designios, las verdades absolutas. Los creyentes están excluidos del ámbito sagrado: En un sistema académico como el que aún existe en Venezuela, la elección de un candidato a científico se da sobre la base de sus aptitudes intelectuales y académicas. Pero, si bien es cierto que en un inicio todo ser humano está dotado de las mismas aptitudes, el contexto social crea diferencias. No es lo mismo estudiar con el estomago vacío, que con el estómago lleno. Sin embargo, ésta condición no es determinante pues hay quienes a pesar de todas estas dificultades han logrado seguir el camino de la ciencia, tal es nuestro caso. La cuestión acá es el principio de segregación presente en el sistema de distribución del conocimiento científico, que hace que la práctica científica sea un asunto de élites, que nada saben sobre las necesidades de su pueblo, porque solo el que ha soportado el hambre y la miseria puede hablar de ella. Hacemos esta afirmación radical, porque para muchos de aquellos que hablan de defender los intereses de los “más débiles” y de hacer “ciencia para el pueblo”, la pobreza es solo una curiosidad, algo que solo ven cada mañana a través de los vidrios de sus automóviles, en el kilómetro tres de la vía Panamericana, cuando se dirigen a sus laboratorios en el IVIC y que pueden elegir ver o no ver. El pobre, el humilde solo tiene su pobreza así que no puede evitar verla.        

Entonces vale la pena preguntarse si ¿lo que hacemos los científicos en Venezuela realmente es CIENCIA PARA EL PUEBLO? La respuesta la dejamos a su propio juicio. Nosotros queremos ir un paso más allá y preguntarnos ¿CÓMO HACER UNA CIENCIA PARA EL PUEBLO?  

La ciencia y el conocimiento son formas de dominación, es decir la ciencia es poder. Si queda alguna duda, vasta solo con mirar cuales países tienen predominio político y económico a nivel mundial, la respuesta es bastante clara: aquellos que han desarrollado la suficiente tecnología y conocimiento para subordinar a aquellos a los que se les ha impedido. Esto indica que en nuestra época es imposible escapar a las consecuencias políticas que tiene el hacer ciencia. Ante la encrucijada a la que nos ha llevado el capitalismo y el cientificismo del capitalismo (es decir la ciencia como nueva religión), se requiere algo más que una simple reforma, es necesaria una REVOLUCIÓN EN LA CIENCIA, una estrategia de oposición frente a aquellos que defienden el modelo capitalista de la ciencia.  

Los CIENTÍFICOS SOCIALISTAS deben buscar formas de hacer que su conocimiento llegue a las comunidades para que ellas puedan hacer uso de él. Nuevas formas de PRÁCTICA SOCIAL de la ciencia, en la que el conocimiento fortalezca la capacidad de lucha de los oprimidos y explotados, conocimiento que permita develar el grado de alienación y explotación en el que se encuentran, para que de esta forma, puedan asumir su propio proceso de transformación. Una estrategia que puede implementarse es que todos los descubrimientos o nuevas técnicas, sean de libre acceso, tanto material como financieramente, lo que permitiría reducir su utilización con fines lucrativos por parte de individuos o instituciones privadas. También podemos vincular a las comunidades en la producción de ciencia básica a través de estrategias que permitan transferir el conocimiento científico que producimos, para que éstas se apropien y hagan uso de él. De hecho, es algo que desde hace mucho tiempo se ha venido haciendo por la medicina científica, la cual se ha apropiado sistemáticamente de los conocimientos de la medicina ancestral de las comunidades indígenas, sin que hasta la fecha se haya hecho reconocimiento de ello. Otra de las acciones que se pueden emprender para avanzar en la construcción de una CIENCIA PARA EL PUEBLO, es la desmitificación del quehacer científico, para lo cual, una gran parte de la labor debe realizarse al interior de la comunidad científica. Los investigadores deben desenmascarar y oponerse a las actitudes tecnocráticas y elitistas de las que están impregnadas nuestras instituciones (el IVIC, por ejemplo). Se debe superar la fragmentación del conocimiento, que conlleva a la reproducción de “expertos” incapaces de vincular su trabajo con las necesidades de su sociedad, para ello el trabajo multidisciplinario es fundamental y creemos, mucho más estimulante que el que le ofrece el microcosmos de su experticia. 

La doctrina según la cual los problemas de orden tecnológico no pueden ser resueltos sino a través de soluciones tecnológicas, es una ideología que la clase dominante utiliza para legitimar su poder. Como dijimos anteriormente, con la idea del desarrollo tecnológico se han esclavizado históricamente nuestros pueblos. ¿De que sirve la tecnología que no está al servicio del pueblo?, ¿De que sirve la tecnología si ella es usada para explotar al ser humano? Así que antes que una revolución tecnológica, debe haber una revolución cultural y de conciencia, tal como lo plantea el Presidente Chávez. Es por esta razón que surge la necesidad de “instrumentar una política científica de intensión socialista, es decir al mismo tiempo comunitaria y no autoritaria”, como indica Manuel Sacristán, que permita una transformación política radical (una revolución) al interior del proceso de producción científico, y que vaya más allá de una simple “revolución tecnológica”. Incluir al pueblo en la teoría y práctica científica es el camino, para que de esta forma podamos transformar las relaciones de producción y adaptar los medios de producción a esas nuevas relaciones. La creación de los comités de ciencia y tecnología en los concejos comunales debe ser una actividad prioritaria dirigida en primera instancia a detectar las necesidades de las comunidades en esta materia, para poder plantearnos estrategias desde la ciencia que den respuesta a ellas. Hay que impulsar una discusión de estas cuestiones en ambas direcciones, desde abajo hacia arriba y viceversa, a través de la constitución de mesas de trabajo, en las cuales los diferentes actores estén presentes y donde la igualdad prevalezca, donde pueda haber un diálogo amplio y respetuoso, para que todos emprendamos la vía de solución a los problemas que hoy nos plantea el uso del conocimiento científico, basados en una mirada multidisciplinaría y de amplio espectro social. Estas son algunas ideas que debemos discutir no solo aquellos que hacemos ciencia, también deben intervenir aquellos para los cuales hacemos ciencia: el pueblo.  

Esperamos poder seguir ampliando y contribuyendo a esta discusión. Para finalizar queremos reproducir un fragmento de Eduardo Rothe: 

“La ciencia al servicio del capital, de la mercancía y del espectáculo, no es otra cosa que el conocimiento capitalizado, fetichismo de la idea y del método, imagen alienada del pensamiento humano. Seudograndeza de los hombres, su conocimiento pasivo de una realidad mediocre es la justificación mágica de una raza de esclavos”. 

El debate está planteado esperamos escuchar muchas más voces.   

karlzapata75@gmail.com



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Saúl Flores - Juan Vargas


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