A propósito de la nueva ley del IVIC

En el marco de lo expresado por el Comandante Eterno Hugo R. Chávez F., en el Aló Presidente Nro. 329 y en función de las disposiciones transitorias de la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación del año 2010, quienes suscribimos, trabajadores del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), en el año 2013 elaboramos el siguiente documento.


HACIA UN NUEVO PARADIGMA PARA EL DESARROLLO

DE UNA CIENCIA Y TECNOLOGÍA NACIONAL



Primera.—El Fondo Nacional de Ciencia Tecnología e Innovación (FONACIT), el Observatorio Nacional de Ciencia y Tecnología (ONCTI), así como todos y cada uno de los órganos y entes adscritos a la autoridad nacional con competencia en materia de ciencia, tecnología e innovación deberán reestructurar su organización, a los fines de adecuarse a los principios señalados en esta Ley, con miras a su refundación y cumplir con el objeto y las atribuciones establecidas en esta Ley.

A tal efecto, se fija un lapso no mayor de un año, contado a partir de la publicación de esta Ley.


DISPOSICIONES TRANSITORIAS

Ley Orgánica de Ciencia Tecnología e Innovación (LOCTI)

(Gaceta Oficial 39.575, 16 de diciembre de 2010)





Introducción



El proceso revolucionario ha reconocido el papel fundamental e irremplazable del sector Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI) para lograr el imperativo del desarrollo del Estado Socialista, el Estado que garantice el objetivo supremo de construir una sociedad de la felicidad: asignándole rango ministerial (1999), decretando su ley orgánica (LOCTI, 2001; reformada en 2010), asignándole considerables volúmenes de recursos financieros (2,69% del PIB en 2007, superando en más del doble el promedio de la región), y estimulando, mediante convocatorias a postulación de proyectos, la atención a las líneas y prioridades de los Planes Socialistas de la Nación.

Un balance de estos hechos y acciones permite reconocer que apuntan en cierto modo en la dirección correcta, sin embargo, en lo sustantivo y estructural los avances y resultados no se compadecen con el esfuerzo, el tiempo y la inversión realizada. Paradójicamente, el sector de la CTI aún no emerge protagónicamente para impulsar la materialización de los medios y condiciones para la estabilidad económica, la soberanía alimentaria, o un desarrollo sustantivo en materia de salud, tecnología u otros sectores, para garantizar así la definitiva independencia de la República y una instauración irreversible del socialismo bolivariano.



Lamentablemente también debemos reconocer que la concepción fragmentaria y parcializada, meritócrata y academicista (no académica), e hiperespecializada del quehacer científico nacional actual, junto al aparato burocrático que lo gestiona, impiden propiciar una ciencia emancipadora, sustentable e inclusiva, a favor de las mayorías y de las necesidades humanas y ambientales. La Revolución aún no ha construido una concepción social, colectiva y articulada para la generación y democratización del conocimiento y por ende, para su aplicación al servicio de las necesidades cotidianas y más inmediatas del pueblo, capaz de involucrarse en los aspectos socioculturales y espirituales, locales y regionales. La incorporación protagónica del diálogo de saberes y los esfuerzos por la inclusión participativa de sectores históricamente excluidos del proceso, no solo no son suficientes para la impostergable transformación del sector, ni pueden reemplazar un modelo tradicional de CTI que es ineficaz para este propósito, sino que debe ser entendido como un elemento catalizador de la impostergable transformación de las instituciones existentes.



Por consiguiente, aún avanzando en la consolidación de una plataforma crítica y transformadora para la fundación de una nueva concepción y aplicación de la ciencia, la estructura organizativa que la sustenta, sus órganos de gestión y normativas, están destinadas a mantener y consolidar un modelo aislado de las necesidades prioritarias, al servicio de grupos privilegiados, quienes gozan de inexplicables niveles de control de las instituciones. La ciencia se ha constituido en una institución dominada por factores de poder que legitiman la ideología que la sostiene, y a la vez esgrime el discurso de la neutralidad para evadir el debate y su transformación. Por ello, creer que el IVIC no puede aportar soluciones a los problemas del país, simplemente porque los investigadores no son revolucionarios, es una ingenuidad.



El modelo neoliberal se ha apropiado del conocimiento y lo ha transformado en un producto más del mercado. Como dice Rosa Tristán: “La ciencia ha dejado su carácter de búsqueda del entendimiento del universo, para convertirse en instrumento de grupos económicos, políticos y militares. La vanguardia del conocimiento ha sido capturada por el capital.”. Por ello, en el sector CTI nacional impera la ley de la meritocracia, donde los títulos académicos limitan el ejercicio creativo de la ciencia y quien no posee un título de doctor no es reconocido con capacidades para la práctica científica. Esto limita seriamente la participación de otros sectores de profesionales y no profesionales que pueden contribuir igualmente a la construcción de un nuevo modelo científico que rompa con el paradigma de este sistema clasista, meritócrata y hegemónico constituido.



Por otro lado, la producción y los logros científicos no se miden por su impacto en la solución de los problemas nacionales o en la construcción de una sociedad cada día más justa, independiente y soberana, sino en la cantidad de “trabajos científicos de vanguardia“ publicados en “prestigiosas revistas internacionales”; los sistemas de calificación y clasificación imperantes garantizan que toda iniciativa contraria a este precepto sea reducida y excluida del sistema.



Bajo estas premisas, se desvían las miradas que deberían abordar nuestras realidades y requerimientos, para responder a las agendas de las editoriales transnacionales, que dictan de manera clara e inequívoca las necesidades del “mundo desarrollado”. Resulta paradójico que mientras nuestras capacidades científicas lucen desarticuladas para responder a las prioridades de Venezuela, logren articularse tan eficazmente a las pautas de la ciencia del norte. Como si esto fuera poco, el Estado venezolano paga para que un artículo de un investigador criollo sea publicado en una revista internacional, donde todos los derechos son cedidos a los emporios editoriales, y que como “retorno” el Estado debe volver a pagar para que sus propios investigadores puedan leer los resultados de los estudios que se llevan a cabo en el país, con los recursos de la Nación. Surge como una medida impostergable asegurar el acceso a nuestros propios productos científicos, garantizando que toda producción científica lograda al amparo del uso de fondos públicos, sea puesta al servicio de un acceso tan público como los fondos que la hicieron posible.



El arquetipo del imaginario científico criollo es el de la meritocracia y el IVIC su modelo de inspiración y aspiración. Por ello, asumir la “Nacionalización del IVIC”, para la implantación de un nuevo paradigma al servicio de una ciencia, tecnología e innovación soberanas, que responda a las impostergables necesidades del modelo socialista de desarrollo nacional, trazado en el Plan de la Patria del Comandante Hugo Chávez, es, desde lo simbólico, el espacio natural a partir del cual diseminar una nueva institucionalidad que haga posible la transformación verdaderamente productiva de la plataforma científico-tecnológica-innovativa nacional.



Remplazar este modelo hegemónico heredado y aún imperante, no solo requiere de un proceso amplio de participación, discusión franca y maduración individual, colectiva e institucional, sino también de la transformación de la estructura burocrática que valida y justifica la preservación de ese modelo. No es posible modificar el modelo sin construir previamente las bases materiales de una institucionalidad que lo haga posible, viable y útil a la construcción de una sociedad de justicia y equidad, de lo contrario, la burocracia seguirá conteniendo, como hasta ahora, toda posibilidad de transformación. Este propósito seguirá siendo un imposible sin una voluntad política desde la gestión, que permee las posibilidades reales de construcción desde las bases de los trabajadores.



Inmerso en esta realidad, el IVIC es un ejemplo clásico que exhibe las graves limitaciones de carácter estructural y funcional que se han señalado, porque ambos niveles de gestión del Instituto son “impermeables” a las políticas de Estado y a los propios lineamientos institucionales. Las unidades de organización que deberían ser “funcionales” son fundamentalmente administrativas, garantizando que los recursos fluyan ciegamente, desde la administración hasta los investigadores (extremos de esta cadena); pero así como fluyen los recursos, no fluyen las directrices y en consecuencia, tampoco los lineamientos de las políticas públicas. Para decidir sobre la políticas y su valoración (institucional e individual), están los propios investigadores.




Gobernabilidad del IVIC



Es una idea generalizada que toda actividad de un investigador, que responda al Artículo 2 de la Ley de Creación del IVIC (“El Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas tendrá por objeto la investigación fundamental y aplicada en las diversas ramas de las ciencias biológicas, médicas, físicas, matemáticas, y químicas y servirá de centro de capacitación avanzada y de consulta en esas ramas, en particular del Ejecutivo Nacional”), estará cumpliendo con su responsabilidad. Obviamente se trata de una declaración enunciativa que carece por completo de especificidad, que no tiene asidero en la interpretación de una realidad en profunda transformación como la nuestra, ni con las políticas emanadas de su propio órgano rector, y mucho menos con cualquier otra instancia de organización colectiva que desde sus planteamientos pertinentes den legitimidad a los destinos que deberían tener los recursos que el Estado asigna al Instituto.



Es cierto que existen investigadores que por propia iniciativa, por convicciones ideológicas, religiosas, sensatez u otros motivadores de carácter personal, llevan adelante proyectos pertinentes a las necesidades prioritarias del país, vinculando su desarrollo y resultados con los propios beneficiarios y con otros organismos del Estado con los cuales la sinergia podría representar el escalamiento de sus alcances. Pero ésta no puede ser una estrategia de Estado para enfilar el capital científico nacional hacia la instauración del modelo socialista.



Sin el ánimo de eximir de responsabilidades a quienes ha correspondido propiciar este proceso, las posibilidades reales de transformar el Instituto y alinearlo con el modelo socialista del Plan de la Patria, están definitivamente negadas en el marco de las limitaciones que la ley impone al ejercicio del gobierno institucional.



La Ley del IVIC establece una estructura de poder que excluye de toda participación a los trabajadores, en su sentido más amplio: la participación de dos representantes laborales ante el Consejo Directivo niega el sustantivo modelo participativo impulsado por la revolución, manteniendo la cómoda representatividad cuartorepublicana. La estructura legal de gobierno del IVIC va en contracorriente al país que pretendemos construir, donde la propia Constitución de la República Bolivariana de Venezuela desde su propio preámbulo, llama a garantizar la participación y el protagonismo del pueblo en la construcción de la patria socialista: este no puede seguir siendo, dentro del IVIC, un discurso que no se compadece con la realidad.



Una rápida revisión de la Ley permite observar que prácticamente todas las atribuciones que se les confiere a los órganos e instancias de “conducción” del Instituto (Director, art. 10; Subdirector, art. 12; y Consejo Directivo, art. 15), son de giro administrativo. En contraposición a éstas, le está reservado a la Asamblea de Investigadores, no solo la elección de la terna a partir de la cual el Presidente de la República está obligado a designar al Director, sino que tiene también la atribución para dictar y modificar todos los reglamentos internos del Instituto para su posterior aprobación por el Consejo Directivo, y es la instancia que aprueba o desaprueba el informe que el Director debe presentar anualmente al Ejecutivo Nacional (Art. 17). Cabe preguntarse: ¿a quién rinde y a quién debe rendir cuentas el Director?. En la referida Asamblea de Investigadores no participa el personal obrero ni el administrativo (859 trabajadores), como tampoco el resto de los trabajadores de “menor rango” que realizan actividad científica (351 trabajadores), quedando conformada exclusivamente por 239 investigadores (jubilados y activos) y de los cuales sólo 208 cuentan con derecho a voto: representan el 14% de un total de 1449 trabajadores del Instituto (cifras aproximadas, a mediados del año 2013).



Las facultades de la Asamblea de Investigadores se ven reforzadas por las atribuciones de la Comisión Clasificadora (postulada y conformada por los investigadores), que en este caso actúa “aguas abajo” garantizando que la visión meritocrática se imponga de manera rigurosa. Es allí donde los investigadores son “evaluados” para decidir su ingreso, clasificación y permanencia (o no), en base a lo que ya describimos como el criterio academicista de la “producción científica”, asegurando una rigurosa selección de quienes preservarán una institucionalidad científica hecha a su imagen y semejanza. Aunque le corresponderá al Consejo Directivo ratificar o no las recomendaciones de la Comisión Clasificadora, es evidente que los nudos neurálgicos de la vida institucional se encuentran intervenidos por una reducida parcialidad, en general desentendida de las políticas públicas y de las necesidades de la Nación.




Formación



Resulta improductivo pretender solventar la falta de adecuación del proceso de formación de cuarto nivel con las necesidades actuales, incidiendo únicamente en los problemas en el último eslabón de la cadena: los estudiantes de postgrado provienen de un sistema educativo deformado, con principios enfocados en la generación de talentos humanos desvinculados de la realidad nacional, formados por docentes que a su vez han sido formados por tecnócratas y meritócratas.



Es por ello que la estrategia de formación debe iniciar desde las primeras etapas de educación básica, media diversificada y universitaria, lo que amerita una articulación de los Ministerios de Educación, Educación Universitaria y Ciencia Tecnología e Innovación. En este sentido, es necesario retomar el proyecto de la Universidad de Ciencias Básicas y Sociales del IVIC, concebido en este proceso revolucionario (actualmente paralizado) y la creación de PNF (Programas Nacionales de Formación de Pre y Postgrado), con el fin de impulsar la formación de investigadores con pensamiento humanista, comprometidos con una práctica científica orientada a la generación de conocimiento y el desarrollo tecnológico que de respuestas a las necesidades del país.



Una plantilla de docentes seriamente preocupada por el logro de un prestigio personal (mediante sus publicaciones), seguramente formará profesionales individualistas, preparados para correr la misma carrera, y que no tendrán tiempo de mirar “hacia abajo”, para encontrarse con un país que espera mucho de ellos. Estamos formando profesionales dirigidos a forjarse su propia carrera y trayectoria, incapaces de visualizarse como prestadores de servicios, entre otras razones, porque el Estado tampoco le ofrece a los comprometidos, suficientes espacios para insertarse y llevarlo a cabo.



Para la construcción del modelo socialista, los hacedores en ciencia y tecnología deben estar orientados y articulados a las necesidades prioritarias del país y a los procesos sociales de cambio. Es incongruente que se formen de manera aislada, ajenos a las verdaderas necesidades de la patria. Los procesos de formación deben estar orientados como instrumentos de transformación y no como replicadores del mismo modelo.



La estrategia del sistema de formación debe partir de la consideración del perfil del estudiante y futuro trabajador, enfocada en el logro de la independencia científico-tecnológica. Para ello es necesario intervenir de manera radical el sistema de enseñanza-aprendizaje, asegurar la aplicación de ejes transversales, transformar el perfil del docente y del estudiante, garantizar una permanente revisión, actualización y rediseño del currículum, implantar mecanismos de evaluación soportados en la valoración de los procesos y no de la memoria, introducir al estudiante en las dimensiones éticas de la ciencia, para solo después transitar el terreno de lo técnico, valorar e instrumentar carreras profesionales con salidas intermedias, y ofertas de diplomados y especializaciones que respondan cabalmente a especificidades requeridas para una demanda capaz de insertar a los profesionales en la estructura productiva de la Nación.



Debe establecerse de manera normativa, que todo profesional del IVIC, directamente vinculado a la actividad de investigación, participe en la formación de generaciones de relevo tanto en las aulas, como en las comunidades y en los laboratorios, con miras a asegurar la continuidad de aquellas líneas de investigación prioritarias a los intereses nacionales; el cumplimiento de esta responsabilidad debe incorporarse como un criterio de evaluación de primer rango para la promoción, tanto en el IVIC como en el resto de las instituciones públicas. Si bien la misión del IVIC asigna a la formación una relevancia equivalente a la investigación, entre los criterios de la Comisión Clasificadora las actividades docentes tienen muy baja ponderación, motivo por el cual aquellos investigadores concentrados exclusivamente en la publicación de trabajos científicos, pueden ser promovidos aún sin haber formado estudiantes, lo que conduce irremediablemente al cierre de líneas de alto interés, por no contar con generación de relevo.



El IVIC debe avocarse inmediatamente a la formación de generaciones de relevo capaces de participar en soluciones concretas para la superación de la dependencia de la renta petrolera, donde el trabajo y la producción vayan en consonancia con una economía social, fortaleciendo el desarrollo endógeno.



Para transformar desde sus raíces la concepción determinista de la formación actual, también le corresponde al IVIC por su papel protagónico en materia de innovación y tecnología, impulsar a lo interno y a nivel nacional, un amplio y profundo debate sobre un tema tantas veces evitado: la propiedad intelectual. En el marco de la creciente privatización global de todos los recursos y procesos heredados del capitalismo, es pertinente que la ciencia en transición al socialismo revise los modelos restrictivos que hoy conforman el sistema internacional de la mal llamada “propiedad intelectual”, que se adueña de los derechos de los saberes tradicionales, la inventiva popular y los hallazgos científicos. Este conjunto de herramientas y principios legislativos plasmados en las leyes del sistema de patentes y del copyright constituyen un pilar fundamental del neoliberalismo, como se demuestra al identificar que es éste uno de los nueve temas del ALCA y los TLCs, que legitima la colonización del saber desde hace varios siglos. Hoy la apropiación de los elementos tangibles ya forma parte de la cotidianidad aceptada universalmente, pero la privatización de lo intangible avanza de manera alarmante, para continuar limitando el acceso a nuevos conocimientos e inventos que tanto requerimos.





Resolución de problemas prioritarios



Resulta evidente que la estrategia actual del IVIC, como ente de la administración pública en materia de CTI, para asumir las responsabilidades que le competen en materia de generación de conocimiento científico, no es eficaz de cara a los requerimientos del Plan de la Patria: un conjunto de investigadores aisladamente no podrán incidir de manera integral en las necesidades del país. Para poder entrar en sintonía con la realidad actual, la generación de conocimiento científico debe estar intrínseca y recíprocamente nutrido por su contexto social y político; la sustancia con que están hechas las bases conceptuales del IVIC y su cultura organizacional responden a otros tiempos, carecen de funcionalidad para el contexto político y social que el país hoy demanda, y al cual debe responder.



Los trabajadores del Instituto en su sentido más amplio, participativo y protagónico, deben aportar a la formulación de las políticas públicas en el ámbito de su competencia, entendiendo que dichas políticas además de tener contenido técnico (para el cual los trabajadores del IVIC tienen mucho que aportar), deben tener orientaciones de carácter político, que no son otra cosa que la “hoja de ruta” que el soberano aprobó cuando, al elegir a Nicolás Maduro como Presidente de la República Bolivariana, también eligió el Plan de la Patria 2013 – 2019. De aquí deben surgir los qué y los cómo.



Un centro de investigación capaz de dar respuestas pertinentes a las necesidades del país, debe proponerse una “concentración” de objetivos, capaces de atender eficazmente las situaciones emergentes de lo cotidiano y lo coyuntural, pero sin perder de vista las metas de largo aliento y alcance: se debe reemplazar el “rosario” de pequeñas iniciativas individuales y aisladas, por la consolidación de grandes líneas con claros objetivos a corto, mediano y largo alcance y de impactos certeros en puntos focales prioritarios en soberanía alimentaria, energía, salud, biodiversidad, desarrollo y escalamiento tecnológico, o cualquier otro que las grandes líneas programáticas del gobierno establezcan como prioritarios. La mirada del más largo plazo debe fijar un horizonte donde estos objetivos permitan sentar las bases para dar origen a Centros Nacionales del más alto nivel en sus áreas de especialidad, con respuestas que trasciendan de la solución de coyunturas y se constituyan en impulsores de saltos cualitativos signados por la creatividad y el compromiso social, llamados a determinar una definitiva y real independencia en los temas cruciales de la Nación.




La Nacionalización del IVIC



Después de 14 años, durante los cuales el país ha recobrado su independencia y soberanía política, y sentado bases ciertas de transformación legislativa e institucional del aparato del Estado para ponerlo al servicio de los más altos intereses de la Nación, creemos que el Instituto de Investigaciones Científicas y Tecnológicas IVIC no ha sabido insertarse en las nuevas realidades nacionales, al no apartar su mirada de las directrices que la institucionalidad científica global dicta. Se impone una decidida confrontación con una cultura organizacional que requiere ser debatida, con la inercia conservadora que la paraliza y con los privilegios meritocráticos, que se esforzarán porque esa cultura permanezca inalterable en el tiempo, a menos que se produzca una ruptura desde la propia institucionalidad.



Una “Nacionalización del IVIC” debe estar signada en el logro de dos objetivos fundamentales: a) romper con la concepción fragmentaria y parcializada, eurocéntrica y neocolonial, meritocrática y academicista (no académica), e hiperespecializada del quehacer científico nacional actual; y b) transformar el aparato burocrático que lo gestiona, porque impide propiciar una ciencia emancipadora, sustentable e inclusiva, a favor de las mayorías y de las necesidades humanas y ambientales del país. Sin las bases materiales para la construcción de una nueva ciencia, tecnología e innovación, toda reformulación filosófica se encontrará con el muro de la continuidad.



Para el logro de estos propósitos se sugieren ideas que pretenden orientar el sentido y la magnitud de las principales acciones que ayudarían a movilizar al IVIC hacia un nuevo estado:



Derogar la Ley de Creación del IVIC por ser ineficaz para el logro de los fines y propósitos que la consecución de los grandes objetivos nacionales enunciados en el Plan de la Patria demandan de su emblemático centro de investigación.
Dictar un estatus legal y normativo transitorio que permita el desarrollo de los procesos participativos de discusión y reflexión (interna y externa), dirigidos a la re-fundación de las bases de una nueva institucionalidad, signada por la participación, que en lugar de responder a los intereses de grupos privilegiados, garantice desde su estructura organizativa, órganos de gestión y reglamentos, la adecuada y oportuna implementación de los proyectos que respondan a la nueva realidad socio-política del país.

Establecer una nueva institucionalidad, dirigida inequívocamente a garantizar que los recursos financieros, técnicos y humanos con que cuenta el Instituto, sean puestos de manera estratégica y eficaz al servicio de las políticas públicas y sus lineamientos programáticos, para su materialización.

Instaurar desde su nueva normativa, como una práctica cotidiana y sustantiva del quehacer científico del Instituto, el permanente debate, amplio y participativo, sobre el papel que éste debe cumplir frente a los Planes de la Nación, con el propósito de consolidar una plataforma crítica y transformadora, para una nueva concepción y aplicación de la ciencia dentro del IVIC, capaz de responder a una realidad en permanente transformación en su tránsito a la instauración del socialismo.

Construir un discurso idóneo y una práctica consecuente con una ciencia al servicio de la transición al socialismo bolivariano, desde una concepción social, colectiva y articulada para la generación, socialización y democratización del conocimiento y el bienestar.

Reemplazar la meritocracia academicista por una valoración de logros científicos capaces de aportar de manera sustantiva a la construcción de una sociedad cada día más independiente y soberana, y responder eficazmente a los principales problemas y urgentes demandas del pueblo, demostrando que la crítica según la cual la nueva ética socialista conduce de manera irremediable a la pérdida de la calidad y el rigor científico, es un chantaje para la preservación de una institucionalidad decadente.

Asegurar el acceso a nuestros propios productos científicos, garantizando que todo resultado alcanzado con fondos públicos, sea puesto al servicio de un acceso tan público como los fondos que lo hicieron posible.

Adecuar los criterios del sistema de normas y procedimientos de ingreso, evaluación, clasificación, ascenso y permanencia de todos los trabajadores; aplicando el seguimiento conjunto de los procesos y la coevaluación.

Instituir una mayor horizontalidad organizativa y operativa, que reemplace el actual esquema estrictamente jerárquico, por uno participativo, orientado por equipos de trabajo que participen aportando colectivamente a los planes y programas del Instituto.

Asegurar que las diversas actividades vinculadas con el proceso de investigación científica, intercambio de saberes, socialización del conocimiento y otros de especial importancia para el nuevo modelo científico nacional, sean reivindicados en su justa medida dentro de los criterios y parámetros de evaluación del personal directamente vinculado a la investigación.

Cuestionar, con la más amplia y sincera autocrítica de quienes levantamos las banderas de una ciencia para la construcción cotidiana del socialismo, la nociva concepción moderna de la ciencia fundamentada en la idea del orden, el progreso y el desarrollo, en el cual la naturaleza es un producto material disponible para su explotación, en función, no tanto de necesidades reales, como de otras necesidades creadas por el ser humano y que no deberían ser calificadas como tales.




El Plan de la Patria 2013 – 2019, nos convoca a contribuir con la preservación de la vida en el planeta y la salvación de la especie humana. Desde su Objetivo Nacional 5.1, nos llama a “Construir e impulsar el modelo económico productivo eco-socialista, basado en una relación armónica entre el hombre y la naturaleza, que garantice el uso y aprovechamiento racional, óptimo y sostenible de los recursos naturales, respetando los procesos y ciclos de la naturaleza”. Sólo un modelo de ciencia nacional, nacionalista y socialista, sumergida en las relaciones sistémicas, en los aspectos socio-culturales y espirituales de la sociedad que pretendemos construir, representa la única oportunidad frente a un discurso revolucionario que aún no ha sido capaz de materializarse en la praxis, y asume como infinitos los recursos finitos de un sistema cerrado como el planeta tierra.




“... Todas esas instituciones, ... tienen que orientarse, y el que no le guste que se vaya pa’ otro sitio compadre. Pero, fíjense ustedes, hay científicos, entonces, todo mi respeto a todos los científicos del mundo, todos, a mí me encanta la ciencia, pero, esto no es ciencia para complacer la que nosotros impulsamos y financiamos, con instituciones que son del pueblo... ...Entonces, cómo es que uno va a estar dando un dinero, para que venga don “Ciro Pera Loca”, por allá, encerrado en un laboratorio y esté investigando qué se yo, bueno, la vida en la planeta Venus. ¡No, compadre!, si tú quieres investigar la vida en el planeta Venus, busca financiamiento privado, pero, al Gobierno venezolano hoy no le interesa la vida en el planeta Venus, para nada, nos interesa la vida aquí en el planeta Tierra, y la vida en Venezuela... ”

Hugo Chavez Frias

Alo presidente 329, Año 2009


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