¿Dónde queda Tumeremo?

Cuando estudiaba tercer grado en la Escuela Piar de Tumeremo discutí con mis amigos la poca relevancia histórica del pueblo. Nuestras lenguas infantiles estuvieron de acuerdo porque sabíamos de oídas que Simón Bolívar había llegado hasta a El Callao, pueblo vecino, pero no a Tumeremo. Más tarde supe que el puerto de El Callao que pisó el Libertador estaba en El Perú. Recuerdo otra conversación de la época en que, niños aún, lamentábamos que el pueblo no fuera mencionado siquiera en una canción. Cuando a los doce años fui a estudiar bachillerato en Los Teques pocos de mis condiscípulos sabían de la existencia de mi pueblo; por aquellos tiempos, y en una que otra de mis escasas salidas del internado a Caracas, fui incómodo testigo de más de una conversación en la que mis coterráneos mayores de edad esquivaban identificar su verdadero lugar de nacimiento y decían que eran de Ciudad Bolívar o a lo sumo de Upata, para ahorrarse, supongo, las consabidas preguntas sobre la ubicación geográfica del pueblo, si teníamos o no luz eléctrica o si habían llegado hasta allá el automóvil o la Coca-Cola, entre otras.

Aprendí con el tiempo que Venezuela se terminó de articular territorial y culturalmente en los años que siguieron al derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez, pero Tumeremo tenía razones particulares para que se le desconociera. Fundado por un sacerdote catalán franciscano, Mariano De Perafita, en 1788, es el penúltimo pueblo fundado en el periodo colonial; el último, 33 días más tarde, fue San Fernando de Apure, el 28 de febrero de aquel mismo año. Luego de la Batalla de San Félix, en 1817, su fundador es hecho prisionero en Tumeremo por fuerzas patriotas y asesinado luego en Caruachi. El pueblo en plena adolescencia fue virtualmente saqueado bajo la figura de la confiscación. Poco o nada se sabe qué ocurrió con Tumeremo en los 50 años que sucedieron a aquel patriótico despojo… hasta que descubrieron las montañas de oro enterrado de El Callao, que no tiene acta de fundación, pero cuyo auge propició el paulatino repoblamiento de Tumeremo, que había conservado las formas urbanas esenciales que prescribían los decretos del rey de España, y que el fraile fundador trazó de manera cabal: cuatro largas calles, ocho bocacalles transversales y veinticuatro manzanas o cuadras de dimensiones semejantes.

Gente buena de Cumaná, de Barcelona, San Mateo, Aragua de Barcelona, Ciudad Bolívar, Upata, otros puntos de Venezuela y uno que otro extranjero se estableció junto a las familias oriundas del poblado para trabajar y hacer familia. Para vivir. Durante el siglo XX, a los auges de la explotación del oro o del balatá sucedieron años de poca abundancia, pero el pueblo de calles de tierra y altas aceras, con precario y epiléptico alumbrado, configuró su destino haciendo familias donde el abolengo jamás dependió de las monedas sino del trabajo, la honra y buena fama, y donde el sueño de la familia era que los muchachos "salieran a estudiar" y regresaran graduados.

Si algún rasgo cultural permaneció arraigado por décadas en el imaginario de los tumeremenses fue ese, "que los muchachos y muchachas salieran a estudiar" y se graduaran. Así fue como maestros, profesores, escritores, médicos, odontólogos, abogados, ingenieros, poetas, oficiales de las Fuerzas Armadas, comerciantes y de otros oficios, nacidos en Tumeremo, pusieron al pueblo en el mapa espiritual de Venezuela.

Creo conocer cuándo el pueblo de familias, estudio, serenatas, muchachas lindas, de sonoras campanas de la iglesia, de paz y silencio, de conciertos de gallos el filo de la madrugada y de vecinos conversando en las aceras hasta las nueve de la noche se convirtió en un espacio feo, desordenado, de ruido y peligro: alguien decretó que era ciudad y plantó un semáforo solitario, caricatura de modernidad y progreso. Pero eso es para otro artículo.

No se trata de nostálgica sensiblería, pero Tumeremo no es un pueblo ni una ciudad ni un barrio sano. Un inédito fenómeno económico-social, digno de estudios, con hondas raíces en la tolerancia y acostumbramiento a lo ilícito y lo criminal y a la corrupción, prosperó en poco tiempo y se hizo sólido; contaminó de diversas formas casi todo y una masacre que pudo prevenirse y ser evitada puso a Tumeremo en los portales digitales y noticieros del mundo entero. Los veinte y tantos asesinados, casi todos tumeremenses, no rebasan en promedio, creo, los 25 años.

Ahora todo el mundo sabe dónde queda Tumeremo.



Esta nota ha sido leída aproximadamente 4013 veces.



Eliécer Calzadilla


Visite el perfil de Eliécer Calzadilla para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Eliécer Calzadilla

Eliécer Calzadilla

Más artículos de este autor