Del país profundo: El Apure de "Indio" Figueredo

Contamos 1.013 kilómetros de distancia en un viaje de ida y vuelta entre Caracas y Achaguas, o mejor dicho Santa Bárbara de la isla de los Achaguas, por el nombre evangelizador que tiene desde el 4 de diciembre de 1774 cuando es fundada por Fray Alonso de Castro, aunque, de no resultar atrevido, también podríamos citarla como Achaguas la de las fiebres, porque después de ser Cuartel General de las tropas de José Antonio Páez y célebre capital de la provincia de Apure, este sitio de patriotas empezó a decaer desde 1836 a causa de las fiebres que le van destiñendo con sus estragos. En 1858 pasa a ser capital definitiva San Fernando. Perdió sus fuerzas aquel avivado imán de las guerras de independencia, establecido inicialmente a cierta distancia de los ríos Apurito y Matiyure con indígenas Achaguas y Otomacos. Ellos venían de la misión del Santo Cristo de la Humildad y Paciencia de Camaguán y estarán cerca de los Yaruro (Pumé), que pudieron sobrevivir mayoritariamente. Lo que no perderá fuerza en Achaguas, será esa sostenida creencia en los milagros del Santo Nazareno que el General José Antonio Páez entrega a la población llanera, como promesa cumplida por el triunfo en Carabobo.

Está reseñado que la figura del cristo moreno cargando la cruz llega a la iglesia de Achaguas siendo todavía capital en 1835. Fue Ignacio “Indio” Figueredo, devoto de esta imagen, quien mejor supo explicarnos, hace más de tres décadas los recorridos de su primera juventud sobre aquella Achaguas del Nazareno donde se alimentaba de morrocoyes y galápagos y que ya no es la misma. Los reelaborados anuncios comerciales, las esquinas de cerveceros y de tarantines de comida, la agitación de la compraventa, los centenares de motocicletas que derraman jeroglíficos sobre el asfalto de una localidad tan pequeña, hoy no guardan ninguna relación con el pueblo apureño donde el “Indio” tocaba su arpa cuando joven, y por donde anduvo aquella muchacha de 14 años llamada María Laya. ¡Qué belleza Dios Mío!, exclamó de nuevo el “Indio” Figueredo a sus 80, ya cumplidos, al recordarla un 19 agosto de 1980 en la ciudad de Carúpano, adonde lo llevamos a conocer al poeta de Canchunchú Luis Mariano Rivera. Ese mismo día pudimos compartir allá en oriente con nuestro querido Alí Primera y con el inolvidable César Rengifo, sin imaginarnos nunca que estábamos a pocas semanas de la despedida del gran dramaturgo. Allí se grabó una historia que hemos ido contando de distintas maneras y allí pudo aclararnos ese incomparable maestro de la música del llano que aquel pasaje María Laya de tanta fama, lo compuso en 1914, el mismo año en que también compuso El Gabán, uno de sus golpes más celebrados.

Con los recuerdos del viejo amigo, también un mes de agosto del 2013 salimos de aquel antiguo cantón-cuartel de Achaguas la del Nazareno hacia el San Fernando de luna llena. Cuando el nuevo día comienza ya estamos con nuestra gente de pueblo, que ha ido llegando de los lados altos del Arauca y de otros sitios del mapa apureño, estamos allí para saludar a quienes construyen los Consejos Comunitarios para la Salvaguarda del Patrimonio y Diversidad Cultural. Un plan de organización en red que crece por toda Venezuela. El colorido de las Calendas de San Fernando con sus grandes máscaras y sus vistosos trajes es lo primero que encontramos en el boulevard de la mañana, que hace esquina con la calle Aramendi, la del antiguo barrio Perro Seco. Nos perdemos con ellos y vamos reconociendo además a Los Locos de San Fernando de cada 28 de diciembre, las tradicionales Comparsas de Burriquitas que incluyen a niños y niñas muy alegres, Los Paleros de San Martín que juntan a hombres y mujeres ataviados con un verde satén para su danza, Los Locos de Elorza que bajaron desde  Paso del Viento con su algarabía, Los Fiesteros de Elorza que son otros parranderos de coplas, los celebrantes de Santos Caretos de Rincón Hondo que en el Municipio Muñoz han dado fama especial al baile de la Marisela, más otros colectivos, como La Negrera de La Victoria, Los Tambores Son de Apure que celebran a San Juan cada 24 de junio, Los Copleros de Caicara que representan los mejores bailes sabaneros, y se van sumando también unas 70 parejas del baile del joropo sanfernandino, sin que falten al encuentro los celebrantes del velorio de Cruz de Mayo de Biruaca.

Mientras esperamos que lleguen de Achaguas los Yaruros con el baile ritual Töhé de Palmarito y los chigüeros de Cunaviche, vamos viendo más y más rostros conocidos, como el Canario del Apure Enrique Contreras y Don Emilio Córdova que viene desde Mantecal con su violín de hojalata y nos dice que sigue enseñando a muchos niños a tocarlo.

El desfile está encabezado por dos muchachos, familiares de conocidos cantadores. Ellos montan sobre zancos, se cierra el tránsito y una masa multicolor se va agrandando cada vez más mientras nos acercamos a las calles de Las Queseras del Medio con Independencia. Atrás van quedando los antiguos lugares del malecón del siglo XX, donde atracaban barcos como El Masparro, El Apure, El Delta, El Arauca. Atrás van quedando los recuerdos de la inmensa Casa de Los Barbarito, propiedad de acaudaladas familias exportadoras de plumas de aves (solo en 1910 se registraron en la aduana de Ciudad Bolívar, puerto esencial de las tierras llaneras, exportaciones de 4.410 kilogramos de plumas de aves, según Apuntaciones de Eduardo Oxford-López). Hoy le dicen El Palacio de los Barbarito.

No es fácil entender por qué ahora se vive de espaldas al río Apure. Nuestros amigos de esas tierras, Ramón Ojeda y Freddy González, nos explican que en aquellos tiempos cuando se estaba frente al río y se salía a pescar, se caminaba sobre las aceras de esa Casa apartando con los pies peces caribes infiltrados en la faena. Parecían cardúmenes en las calles. No hemos salido todavía del otro compás de la memoria, cuando ya están distribuidos los colectivos culturales, unos adentro y otros afuera del salón protocolar. Debe comenzar el acto.

Resumimos en nuestra exposición ante la audiencia que en su Historia de la Conquista y Población de la Provincia de Venezuela, José Oviedo y Baños hace referencia a la travesía que Juan de Villegas realizó con 40 hombres por órdenes del gobernador Jorge Spira, cuando se trataba de descender desde la región occidental a esta tierra de los llanos que describieron como estéril y llena de quebradas y enormes dificultades para seguir avanzando y le pusieron por nombre mal-país. A la expedición de Juan de Villegas le siguió la de Damián del Barrio con 60 hombres que se retiraron con vergüenza tras la derrota sufrida, “dejando a los indios con la gloria de vencedores” relata Oviedo y Baños.

Serían muchas las noticias que después se conocerían sobre la región, pero pocas tendrían tan extraordinaria importancia, como aquellas surgidas de los viajes de Alejandro de Humboldt en 1800, quien permanece entre el 27 y el 30 de marzo en San Fernando hospedado en la casa del misionero capuchino Fray José María de Málaga y nos deja esta descripción: “... la posición de San Fernando sobre un gran río navegable, cerca de la boca de otro que atraviesa la provincia entera de Barinas es harto ventajosa para el comercio [...] Todos los productos de esta provincia, cuero, cacao, algodón, añil de Mijagual, que es de gran calidad, fluyen desde esta ciudad hacia las bocas del Orinoco. En la estación de lluvias remontan grandes navíos desde Angostura hasta San Fernando de Apure y desde el río Santo Domingo hasta Torunos, puerto de la ciudad de Barinas...”. Es un solo abrazo el Apure, el Arauca, el Capanaparo y el Sinaruco, como lo observó Humboldt en su viaje, cuando alcanzó a describirnos las faenas del llano con los peones desnudos hasta la cintura y armados con una lanza recorriendo a caballo la sabana. “...estos hombres pardos, designados con el nombre de peones llaneros, son unos libres o manumisos, otros esclavos...”, Humboldt observa además la forma de vida de los indios Achaguas y Yaruros que “tienen el mirar severo, ojos muy oblícuos y pómulos salientes”. Aquí comparamos los traspiés de la historia y de los tiempos, cuando se llamó mal-país a estas inmensidades de la patria, a esta tierra de la infinitud de las aguas donde se demostró que el pueblo de las grandes hazañas forjaría al buen país dentro del buen país que es Venezuela.

Para muestra, la pasión sin descanso de Ignacio “Indio” Figueredo quien nos dijo lleno de orgullo aquel día en Carúpano “Yo trabajé el llano y a mí en el Arauca, en esos altos se me reconocía como el mejor enlazador, el mejor coleador, el mejor torero, porque me le paraba a un toro con la cobija en la mano donde yo quería, en la mitad de la sabana o en rápido de sabana o en una corraleda, yo tenía demasiado pulso y por eso era bueno enlazando animales [...]Yo agarraba el caballo y con otros peones encerrábamos hasta 300 toros para caparlos y herrarlos en las posesiones de aquellos millonarios que tenían hasta 11 hatos de 5.000 y 6.000 reses y más, pero lo mío fue el arpa y cuando yo principié a tocar fue una cosa extraordinaria [...] estando donde llaman La Enmienda en San Juan de Payara, tenía 11 años y mi mamá María Luisa Figueredo cambió una vaca por un arpa para que yo aprendiera a tocar y aprendí, sin que nadie me enseñara, así afiné esa arpa por el oído como si sabía afinarla, entonces empecé a silbar, recordando la música que había escuchado en el llano y empecé a tocar con el arpa la quirpa, el seis por derecho, la guacharaca, el zumba que zumba, la chipola, el pasaje, y así seguí con el tiempo”.

Repetimos entonces, que buen país hemos tenido en el Apure y dedicamos un espacio de la intervención, para citar por ejemplo las tantas veces que escuchamos al Presidente Hugo Chávez Frías exaltando a este buen país, desde el mismo San Fernando del Paso Real de Apure hasta las alturas de Elorza. Lo imaginamos en sus recorridos por San Juan de Payara, Cunaviche, San Rafael de Atamaica, Guachara, Mantecal, Guasdualito, Palmarito, La Trinidad de Arichuna, cuando levantaba la voz con las canciones del pueblo que él mismo trató de enseñarnos para enaltecer al Apure que musicalizó Ignacio “Indio” Figueredo, este espacio del llano que en 1810 ya alcanzaba la cifra de 130.000 habitantes y tiempo más tarde, después de tantas batallas, adonde fueron hombres y mujeres, en 1854 solo quedarían 32.000. ¿Cuántos miles de miles se irían a recorrer la patria y a luchar en otras latitudes por la independencia de los pueblos de América?. Por todo eso y mucho más, seguimos diciendo sin lugar a equivocaciones ¡Que buen país hemos tenido en el Apure!.

El Indio Figueredo y Luis Mariano Rivera
Credito: Rafael Salvatore


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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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