Oda a mi perro

Querido perro mío, hermano del hambre, las penurias y las enfermedades comunes en este, nuestro grande y hermoso país, Venezuela; oye en este patio triste y desolado, las humildes reflexiones de quien, abatido por angustias, frustraciones e impotencia, acude a tus ojos caídos para echar a volar las penas.

Esta mañana no hemos podido comer nada, igual que ayer y antier. Mi humilde madre María Pérez tampoco ha comido nada allá, en su rancho pobre y mustio del barrio Simón Bolívar de El Tigre, porque mi noble anciana no ha cobrado la jubilación y demás beneficios que le adeuda el bendito Ministerio de Educación desde los tiempos de Aristóbulo Istúriz. Se han ensañado contra ella. No le quieren cancelar sus devaluados churupos, y no me canso de denunciarlo por aporrea.org; pero ellos, los del Ministerio de Educación, no se conduelen de esta pobre mujer que durante 27 años limpió los pisos de la unidad educativa Andrés Bello del barrio La Esperanza. Y vaya ironía, mi querido perrito, los nombres asociados a su lugar de trabajo, y al barrio donde vive: Andrés Bello y Simón Bolívar.

Querido perro mío, no he podido conseguir el penco ni la creolina para matarte esa llaga que está carcomiendo una parte de tu lomo. Veo tus costillas peladas por la hambruna porque tampoco hay alimento canino, ni cueritos ni arroz ni pellejitos de tara aunque sea, para darte algo de comer. Sólo comes conchitas de mango de las que te doy cuando la matica del patio, media seca también por la falta de agua del Turimiquire (hermano menor del Guri, otro triste peladero acuático), lanza a tierra una frutica pintona media comida por los pájaros; también hambrientos los pobres pájaros. Las palomas de la vecina se le murieron por el hambre. Los gatos suyos ya están a punto. Hace unos días el vecino tuvo que ir a botar su perro a la península de Macanao, y trajo muchas lágrimas en sus ojos y se encerró tres día sin salir de su casa. Poco nos falta ya para salir a botar los hijos.

Querido triste perro mío, durante las últimas semanas de abril de 2016 y las dos primeras semanas de este mes de mayo (pobre mes de una primavera que no existe en Venezuela), han muerto más de veinte neonatos sólo en el hospital de Porlamar. Otra cifra dolorosa semejante a esa, me la refieren de los hospitales de Anzoátegui, durante este mismo lapso de tiempo. ¿La causa? La falta de atención médica oportuna, grados severos de desnutrición en las jóvenes y no tan jóvenes madres, la ausencia de medicamentos esenciales para atenderles las urgencias y deficiencias respiratorias o cardíacas, oxigenación y demás asuntos de terapia intensiva. Todos morimos en este país flagelado por la desidia, la corrupción, los choques de poderes, la inercia, la ineficacia administrativa, el trafico de influencias, el usufructo, el descontrol del aparato productivo, la hipocresía y el chantaje de los grandes grupos económicos; la falta de amor al prójimo y de respeto a la vida, las guerras de las guerras del blablá, entre otras cosas.

Querido perro, nos cuesta creer en alguien del gobierno bolivariano y nos cuesta creer en los voceros de la oposición. La gente no se engaña, está clara. Son manzanas podridas en un mismo guacal. Todo huele mal. El país está fétido. Da dolor reconocer cuan profundo hemos caído. Se perdió la dignidad, el orgullo nacional, la diafanidad del venezolano. Andamos frustrados, cabizbajos, en un eterno lamento. Andamos ladrando, mi querido perro.

Se están muriendo personas hipertensas de manera flagrante. No soportan cinco días sin sus tratamientos. Los políticos y mercaderes hacen negocios con los insumos de la salud, de la comida, del parque automotor, del sector industrial, de los distintos dispendios de cosas de la vida diaria. La inflación nos carcome el alma. El poder se carcome el erario público. Las mafias se lucran con grandes contratos y los neo ricos exhiben su riqueza en nuestras propias narices para que sepamos que desde el poder se puede lograr todo. Nos estrujan en la cara su bonanza, su riqueza, con absoluto desparpajo. “Ese es un testaferro de un general del ejército”, “Este es un ex candidato a alcalde de Porlamar, diputado, etcétera”, “Este otro tuvo la administración de Mercal o Pdval”, “Aquel otro recibió un contrato para hacer una universidad en Juangriego”, “Este otro fue director del Ince”, “Aquellos sinvergüenzas tienen grandes contactos en Caracas y baten la crema como es”. Qué horror, querido perro. Si yo pudiera, reuniría toda tu caca de un mes para metérselas por la boca a esa cuerda de ladrones que tienen tanta responsabilidad como la llamada oligarquía o burguesía en esta debacle social, económica y política. Aquí no hay inocentes. No se crean ustedes, gobierno y oposición, que nosotros somos pendejos.

Mi querido perro, estamos derrotados. No tiene sentido oír boleros esta tarde gris del 15 de mayo, cuando estoy cumpliendo 50 años, mientas espero mi jubilación, si la burocracia administrativa de la universidad donde trabajo no sigue retardando injustamente mi jubilación. Pienso en el triste caso de mi madre y esto es para llorar. Sólo veo en lontananza el hambre que nos seguirá aplastando. No veo luz, querido perro. Este barco se hundió.

Querida mascota de las tristezas, si alguno de los dos sobrevive tendrá que comerse al otro. Si te comes a tu amo, hazlo con amor, hermano. Lámete mis huesos en nombre de mi patria mutilada, mancillada, destruida, pero con la dignidad de un guerrero. Si tengo que almorzarte yo, te comeré a las brasas para que el fuego purifique tus llagas, tus enfermedades de animal, aunque comerte sólo postergará mis angustias existenciales unos días más. Querido perro, a manera de despedida solidaria te compuse esta oda. A manera de caballero te doy las gracias por soportar a mi lado la derrota. También por enseñarme a enseñar los dientes aunque sea para protestar por el último dejo de dignidad que nos queda. Esta oda es de algún modo una parodia de tus dientes para morder imaginariamente a los canallas que nos llevaron a este extremo.

Querido perro mío, te llevo conmigo en mi corazón, del mismo modo que llevo en mi corazón al triste país mío, Venezuela. Incluso, más allá de la muerte.
Isla de Margarita, mayo de 2016


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José del Carmen Pérez


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