Cumaná, ¡Feliz cumpleaños!

¿Quién pudiera negarte tu primogenitura, quién tus glorias?

Arístides Rojas, Ciudades venezolanas.

Aquí en Cumaná decimos que cuando ellos, los invasores y colonizadores llegaron, ya nosotros estábamos aquí. En este terruño con el virgen acogedor paisaje de playas y cocoteros. Al decir de nuestro apreciado A.A. Alfonzo: "... esto no era la soledad. A esta tierra y a este mar y a estos ríos y a estos cielos lo poblaba el indio, el humo de los fogones de los indios, la alegría y la tristeza –o ambas cosas- del indio. Los llenaba de vida y movimiento y de muerte y de quietud la cacería del indio, que eran todos los animales de la tierra y de la mar de todas las aguas, y de todos los montes que era la de ellos, la tierra y la heredad de los indios. Todo les pertenecía. Todo".

Continúa AAA diciendo que ellos se decían entre sí hombre-luna, niño-llovizna, mujer-flor, aunque hay quien diga que se llamaban cumanagotos, tumuzas o pirichus. Pero la verdad es que unos y otros, gente, animales, palos del monte y todo lo que existía, era una misma suerte y un mismo destino.

Se trata, en el caso de esta Cumaná milenaria con 500 de fundación hispánica, de una hermosa historia cultivada por la férrea resistencia de nuestros originarios, héroes libertadores, ilustres escritores y sorprendidos visitantes. Se trata de esta nuestra linda señora que recibe todos los días los besos del mar Caribe. La novia eterna de las playas de San Luis que nos abraza y nos susurra al oído sueños y esperanzas. La Cumaná en cuyo vientre serpentea la caricia de su Manzanares, hijo predilecto, y vive del recuerdo de los tantos que se fueron, volvieron y conviven en su lucha contra la inclemencia del tiempo.

Desde el infinito vive y suspira uno más que sintió tus caricias y no se cansó de alagarte. El Chávez soldado y patriota que en cada uno de tus rincones exaltando amoríos, sintió el calor y el cariño de un pueblo que sabe corresponder con amor a quien le dio amor

Aquí está esta Linda Señora, al decir del inolvidable Andrés Eloy Blanco. La musa del Tin Fernández. Podemos imaginarnos ahora la sorpresa del sabio naturalista Alemán Barón Alejandro Von Humboldt aquel amanecer del 16 de julio de 1799, cuando por primera vez llega a esta ciudad que se extiende al pie de la colina es, según el investigador, "aislada, desnuda y blanca, despide al mismo tiempo una gran masa de luz y color radiante...un cielo puro, enjuto que sólo exhibe algunas ligeras nubes al ocaso del sol, reposa sobre el océano, sobre la península destituida de árboles y sobre las planicies de Cumaná...la tierra en estas costas presenta grandes oposiciones de serenidad y neblinas, de sequedad y chubascos, de esterilidad absolutas y verdes sin descanso renaciente..."

Esta ciudad, al decir del buen amigo Benito Yrady, nunca ha tenido eclipse. "Cumaná, a pesar de todas las amarguras impuestas al pueblo por los centros de poder, a pesar de todo siniestro y de todo horror, la inventiva popular no se detiene, se expande y se hace inagotable para refrescar la quemante vida de los pobres con alegría que tiene historia". (Revista especial con motivo de los 470 de Cumaná).

Cumaná ahora es la colina y más allá. Ha crecido de mil maneras. El Manzanares sigue en su vientre y se ha convertido en el palpitar de un corazón que guapea todos los días sin dejar de lucir su altivez y dotes de grandeza. Esta ciudad que con más reciedumbre se aferra a los besos, caricias y amoríos del Mar Caribe, exhibe con orgullo sus poetas, pintores y músicos. Celebra la humildad y prodigio de sus tabacos, la alegría del joropo con estribillo, el galerón, sus coloridas comparsas inspiradas en la sirena María Rodríguez, la perseverancia de sus pescadores y amabilidad de su gente.

Orgullosos y milenarios en la resistencia a invasores de toda calaña. Con un Sucre que nos inspira a nuevas batallas, desde esta Cumaná altiva y con gente espontánea y generosa, seguimos luchando por la ciudad aguerrida, de cuyas entrañas nacen cada día los miles de hijos infinitos de nuestro Andrés Eloy, para abrazarla, amarla y susurrarle al oído...¡ Feliz cumpleaños, dulce señora!

 



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Juan Azócar


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