Acabo de llegar de la Isla (de Margarita)

Después de ocho días de ausencia de mi querida Mérida, por estar vacacionando en las playas margariteñas, apenas llegué a mi casa y decidí compartir con ustedes lo que ví, viví, sufrí y también disfruté en la Isla, sede principal del Estado Nueva Esparta.

Les cuento que las cuatro personas que fuimos a la Isla llevamos nuestras comidas preparada y lista para consumir, pues ya sabíamos de antemano que no podríamos comer en los restaurantes de allá por sus altos precios. Todos somos adultos mayores y vivimos de la pensión del Seguro Social. Ese lujo no está a nuestro alcance.

Hay que ser bien "cara e tabla" para negar que la Isla ha tenido en los últimos 15 años un desarrollo exponencial en cuanto a infraestructura turística, comercial, servicios públicos y vialidad. Algunos lunares encuentra uno cuando se adentra en sus entrañas y vé algunas invasiones de ranchos de zinc y cartón recién construidos. Todavía se puede ver esa "pobreza dura" que en el país llega al 6% de la población.

Pienso que no hay una zona en el país que muestre tantas construcciones en ejecución como la que se ve en esta maravillosa isla cuando se recorre calle por calle. Miles de edificios para hoteles, casas vacacionales, apartamentos y casas para vivir los margariteños y los que se vienen buscando nuevos horizontes.

Como Puerto Libre si podemos decir que la Isla de Margarita es un completo fracaso. Y nos alegramos que así sea. Ojalá que el gobierno revolucionario se atreva a terminar con esa fuga de divisas y de enriquecimiento ilícito que no paga impuestos. Ya es tiempo de poner a producir a esos importadores de licores, cuya única misión fue y sigue siendo la de colocar a Venezuela como primer país del mundo consumidor de wiski y champan.

Como en toda Venezuela los comerciantes dueños de las cadenas de distribución de alimentos tienen a nuestro pueblo sufriendo en horrendas colas para venderles un kg. de leche, dos paquetes de HARINA PRAN y de vez en cuando detergentes y otras mercancías de primera necesidad. ¡Como juegan esos desgraciados con el hambre del pueblo!. Pareciera que disfrutaran como sádicos por el dolor que muestran esas mujeres con sus niños en brazos y a pleno sol, rogándoles que les vendan una bolsa de leche o un paquete de pañales.

En todas las colas que observé vi y oí a activistas pagados por la derecha maltrecha, deseándole la muerte y maldiciendo al Presidente Nicolás Maduro, porque según ellos él es el único responsable del desabastecimiento inducido y de la altísima inflación que hace inalcanzable los alimentos a nuestro pueblo. Parecían loros repitiendo las mismas consignas y maldiciones. Confieso no saber de dónde saca tantas fuerzas nuestra gente, para aguantarse y no saquear esos negocios donde las cajeras, porteros y vigilantes hacen lo imposible por humillarlos y faltarles el respeto. Me imagino que tomaron muy en serio al Comandante Eterno cuando decía que: "Águila no caza mosca"..

No hay palabras que puedan describir la arrechera que se siente al ver los precios de todos los productos, tanto nacionales como importados. Es imposible que un núcleo familiar de cuatro personas puedan vivir en la Isla con menos de cinco Salarios Mínimos (esto si tienen vivienda propia). El pescado en Margarita es más caro que en Mérida. ¿Explicación?: ¡No existe!. La mayoría de la población que observé en las calles sufren de obesidad. LA HARINA PRAN de Lorenzo Mendoza, tiene mucho que ver con eso.

Viendo lo que vi en esos ocho días pude entender el por qué le habían puesto a esa Isla el nombre de NUEVA ESPARTA, en verdad que sus habitantes son unos espartanos para aguantar y luchar sin quejarse. Allí se estrellaron El Tirano Aguirre, Morillo y los piratas ingleses que trataron de someter a esa brava nación caribe. Allí se estrellaran de nuevo los comerciantes hambreadores que tratan de rendirlos por el estómago.

Disfrutamos sus playas, la calidez de su gente y de los paisajes marinos. Sufrimos por ese pueblo que hace colas inmensas para comprar una mercancía, que luego algunos revenderán a sus vecinos y otros la consumaran para enfermarse de diabetes, colesterol y obesidad. Pobres margariteños, tan lejos del mar y tan cerca del Puerto Libre.

Juanveroes64@hotmail.com



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Juan Veroes


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