Táchira, dilema agrícola

Alguien por alguna circunstancia definió a un agricultor como aquella persona que tiene como actividad y misión producir comida para la gente que vive en la ciudad, y se le paga por su trabajo para que se muera de hambre.

La agricultura venezolana y particularmente la tachirense viene atravesando por un sinuoso camino que la está llevando paulatinamente a su desaparición; y los números no mienten, ya son mas de 150 mil litros de leche menos de producción diaria que ha decrecido esta actividad; de 37 mil hectáreas de café que se cultivaban en municipios como Rubio, Santa Ana, Pregonero, Seboruco y Queniquea, donde había toda una infraestructura de instalaciones en las llamadas paccas y un significativo grupo de agricultores con experticia y gran conocimiento del rubro, hoy solo quedan 13 mil hectáreas, languideciendo y como se dice en criollo, palo abajo.

Aquí vino en una oportunidad el presidente Chávez y desde Bramón hizo un Alo Presidente, donde preñado de las mejores intenciones "relanzó la caficultura nacional" con un importante paquete de dinero y con una serie de directrices que pedagógica y públicamente esbozó, todas acompañadas de instrucciones que parece nadie de su equipo técnico y mucho menos político entendió o simplemente hizo caso omiso, porque así lo demuestran los resultados; buena parte del café que consume actualmente el venezolano viene de Nicaragua, mientras muchos de los cafetales venezolanos siguen desapareciendo y muriendo de mengua.

El café tachirense siempre ha sido visto y así será, como un cultivo de doble propósito, pues aparte de ofrecer su exquisito grano para esta bebida tan preciada, es un cultivo altamente conservacionista de las cuencas y microcuencas que producen al agua para el consumo humano, industrial y agrícola, recuérdese que el Táchira Agrícola tiene más de 70 por ciento de sus suelos en relieve montañoso.

Dos ejes importantes tiene el Táchira para la producción de pollos de engorde, hacia la zona sur y norte de la entidad, donde por los años noventa hubo un boom de instalación de pequeñas granjas avícolas y un alto incentivo de la banca pública y privada para la producción de pollos de engorde, que permitieron también la instalación de modernos mataderos industriales que abastecían el mercado local sin ningún problema; y esas instalaciones están ahí junto a sus productores organizados en una asociación que también pasa penurias y ya ni siquiera cacarea.

Ahora bien ¿cómo le sucede esto al Táchira con su vocación agrícola como primera actividad económica regional? Aquí privan las más inverosímiles contradicciones políticas y técnicas, solo hay que ver este cuadro: se instalan dos plantas procesadoras de leche una en la zona sur muy cerca de Abejales con capacidad de procesamiento de 18 mil litros diarios, y otra en El Cobre con 60 mil litros diarios de procesamiento, unido a las mejores tecnologías de punta que existen hoy en el mercado en procesamiento de leche y producción de derivados lácteos; en La zona industrial de La Fría se instala una planta procesadora de hortalizas con capacidad para 4 mil quinientas toneladas año, y allí mismo muy cerca, la planta preparadora de alimentos balanceados para animales; de ello nadie duda que es tecnología de última generación y que debería apalancar el desarrollo regional para darle valor agregado a las materias primas que se producen, lo que se traduciría en empleos formales y dignos; ojalá y con el tiempo no corran la misma suerte que las cuatro agroindustrias que instaló el gobierno de Carlos Andrés Pérez, todos saben a dónde fueron a parar.

El Táchira ha tenido y tiene la mesa servida para un desarrollo y crecimiento económico endógeno, porque cuenta con los elementos básicos para la producción: agroproductores organizados, tierras, infraestructura, tecnología y servicios básicos en general en buenas condiciones; es decir, la orquesta típica del Táchira como tal siempre esta lista, tiene excelentes músicos, buenos instrumentos, extraordinarias partituras, pero lamentablemente no tiene escenarios y oyentes; ese y no otro es hoy el dilema agrícola del Táchira.



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Juan Alberto Sánchez García


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