Dos pintores Cabimeros…

En las obras de dos de los grandes pioneros de la plástica cabimense es notoria la etnografía y la historia de toda la región costanera que el petróleo vistió con esa diversidad cultural tan rica como su suelo. Riqueza que también la dividió en dos hermanas, dos paisajes, dos visiones del mundo: La Cabimas bonita de los campos petroleros, cercada y protegida hasta de nuestras más sublimes tradiciones, y la Cabimas que se inundaba  en los meses de invierno, en donde los ranchos, balancines y pantanos vieron a crecer a muchos pintores de esta tierra.

Si para un artista plástico pintar es un deleite, pintar a Cabimas es una exquisitez. Sabemos que muchos artistas la hemos pintado pero nunca con la pasión y frecuencia como lo hicieron Blanco Aparicio y Darío Suarez. Por supuesto, con el respeto de los artistas Ramiro Borjas, Margarita Soto y Simeón Ortiz, entre otros, Blanco Aparicio y Darío Suarez compraban y compran colores solo con la intención de pintar a su querida Cabimas.

Blanco Aparicio nació y murió en Cabimas. Artista popular e integral, fue fotógrafo, juguetero y amigo del no menos grande Rafael Chirinos. Blanco Aparicio fue  blanco, alegre, blanco como su esposa Consuelo, blanco como la caliente luz del guano marino que plasmó en la vieja techumbre del mercado municipal y su polícromo gentío, y en las tablas y ventanas de las calles, de los cocos con palmas y cabrias en los contornos.

Sus obras como “San Benito en El Barroso”, “El muelle número uno”, “La escuela El Trompito”, entre una cantidad hasta ahora incalculable de obras que solo Dios sabrá su paradero, es la herencia para muchos desconocida que este extraordinario hombre nos dejó. Y es que sus obras eran una tertulia: “Allá quedaba el almacén el Gato Blanco”… “Esa señora que pasa vendía conservas en aquel ranchito”… “Allá quedaba el almacén el Puño de Oro”. Blanco Aparicio pintó a Cabimas desde la Catedral y la Plaza Bolívar hasta donde se escuchaban las campanas de la iglesia y el pito de la compañía.

Y es que pintar a Cabimas es como comprar un pantalón acampanado en “Remates Cúcuta”, bonchar con la “Cotufa”, es como escuchar un furro en Barrio Obrero, un “rock and roll” en Tierra Negra o un chimbagle de San Benito en la Rosa Vieja, de la misma manera es detallar los cuadros de Darío Suarez.

“El Darío” de siempre, un pintor mágico que hace a Cabimas sencilla, surrealista y sorprendente. Se ocupa más por el sitio que por su forma. Su énfasis en integrar elementos narrativos fuera de su campo visual, lo convoca a variar libremente la perspectiva lineal y su punto de fuga y nos envuelve en una Cabimas orgánica y profunda.

Las obras de Cabimas que Darío Suarez ha pintado son de un valor estético incalculables: “La Plaza El León“ por ejemplo, es una obra que nos invita a un mundo de recuerdos con una visual fantástica. De igual manera en sus obras podemos encontrar pinturas como “La esquina de El País”, sitio donde los parranderos regresaban de las misas de aguinaldos, a donde llegaba “el Panorama”. También “La esquina de Atilano”, “El Impulso”, “El negocio de Max Larez”, “Las Navecas”, son algunas de las bellísimas obras que en este momento recuerdo de este amigo y que al igual que la obra de Blanco Aparicio, retratan el sentir y la historia de esta “matria mía”: Cabimas.

 


lenincalderon@gmail.com



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