El Táchira y el contrabando

En 1660, San Faustino de los Ríos, nació como un puesto militar español, por las constantes incursiones de los motilones a diferentes poblaciones de El Táchira, especialmente a sectores de La Grita. Estas invasiones, fueron una máscara para favorecer a una clase privilegiada que vivía y aún viven del contrabando, hoy, de cosas más sutiles, como el éter y la urea y menos polvorientas, que la sal y el licor de entonces. Este puesto militar, rondaba como protección, de un grupo, que manejaba el sentido especulativo y comercial de diferentes mercancías, traídas desde Europa a través de la población de Gibraltar, ubicada en los bordes del Lago de Maracaibo.

Desde antes de su fundación en 1578, San Faustino o Samaria, se manejaba como un puerto de embarque, que comunicaba al Táchira y Cúcuta con el Lago de Maracaibo. Su vieja navegación y activo comercio es descrita en la demanda realizada contra el Gobernador de esa entidad en el año 1699, el llamado Rodrigo Ferreira de Almeida; nombrado y protegido de las autoridades de la Villa de San Cristóbal, específicamente por Martin Omaña de Rivadeneira, los Joves Moncada, Juan de Santander, Los Cano y otros, los cuales saltarían en su defensa. Según la narración de los bogas de ese entonces, testigos de ese infame comportar, el viaje entre Gibraltar y San Faustino, duraba 40 días y se utilizaban entre 7 u 8 bogas al precio de 7 pesos cada uno. En esta labor participaban mulatos, indios esclavos, los cuales eran patronados por el gobernador en cuestión y, de quienes ejercían la dirección política de San Cristóbal.

El Gobernador de esta región, fungía como el principal mercader y utilizaba su poder para mancillar a los indios y forasteros, además de no pagar los impuestos en forma debida, a su jurisdicción. La anarquía y su estado de emergencia, eran maneras de encubrir para pocos, una riqueza vedada para muchos, ya fueron estos, españoles o canarios. En declaraciones de uno de los testigos, de las tropelías del Gobernador y su Teniente General, Miguel Márquez, acusaba que las mercancías que estos traían desde Gibraltar, constaba de: aguardiente, sal y ropas de Castilla. Ante el poder, vedado por la mentira, triunfó la decisión más atroz, en donde los reyes de España, pendejos eternos de la pedantería y la cursilería, creyeron que de un plumazo cortarían el paso histórico, de un río que invitaba, para ese entonces, ansiosamente que le navegaran. Dijeron y proclamaron “no al contrabando”, con ello legalizaron el ultraje de los bogas y facilitó, protegió y encubrió, el contrabando a una clase privilegiada que nacía, en estas tierras lejanas de Dios.

“El contrabando no puede ser”, de esta manera fue calificado por la realeza española, la cual para evitar que no le pagaran sus gravámenes por traslado de mercancía, pensó que eliminado el camino de San Faustino hacia el Lago de Maracaibo, evitaría la evasión de tributos. No les pasaba por la mollera, que quienes le tumbaban los tributos, eran los cobradores de tributos, los jefes de frontera, financiadores del contrabando, interesados en el desgobierno.

Hoy en día, 2013, existen ocho o diez alcabalas del gobierno Bolivariano de Venezuela, para evitar el contrabando, pero al igual que ayer no pueden evitar que La Laja, Ricaurte y San Faustino sean el paso más abierto de mercancía de América Latina, los símiles no dejan de sorprendernos. La pregunta sería ¿Son los mismos del ayer o se gesta una nueva legión de privilegiados?.

Veamos varias referencias históricas sobre este aspecto, mostremos la recreada por Tulio Febres Cordero en su libro “Clave histórica de Mérida”, sobre una proclama, que me sirvo presentarles, denominada Real Provisión de 16 de Diciembre de 1710, dirigida al Gobernador de Maracaibo y Justicia de Gibraltar en que reitera la prohibición absoluta de navegar con mercadería por el río Zulia, con ello sólo encubrían la especulación, aumentando las necesidades de un pueblo. Por cierto, este absolutismo y desgobierno, puesto allí al servicio de pocos, y la creencia que lo dicho por ellos, por ser reyes, era “santa palabra”. Lo jodido es, que los del centro nos creían pendejos, hoy están seguros, que lo somos. No se equivoquen con el hoy, no importa que esta sea una proclama del rey de España en el año 1659, vean todos ustedes, como la historia, parece ser cíclica, tan igual como el ciclo hidrológico:

“Don Felipe por la gracia de Dios Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias y otros sin fin de pueblos incluido por supuesto América, denominada para entonces Indias Orientales y Occidentales. Éste se dirigía al Gobernador y Capitan General de la Ciudad y Provincia de Maracaibo, vuestro Teniente General y a cualquiera de las justicias de la Ciudad de Gibraltar, sabed: que en virtud de mis reales ordenes tengo mandado no se trafique el río Zulia……..para que por ningún modo ni manera se trafique dicho río en embarcaciones ninguna así de las que vienen de la ciudades de Maracaibo y Gibraltar para la ciudad de San Faustino de los Ríos donde desemboca dicho río por las usurpaciones que se hacen de las ropas de Castilla y otros géneros pertenecientes a los derechos de mis reales haberes…. Y continua “ y así lo ejecutareis unos y otros cada ono por lo que os toca sin hacer cosa en contrario, pena de cada trescientos pesos de buen oro para mi cámara y fisco…..y demás menudencias

Entre políticos bobalicones hemos crecido, ya que la infame corrupción, los enchufados, el nepotismo y el miedo al otro, nacido en la colonia, ha sido el matiz más importante de nuestros desgobiernos. Juan Guglielmi, en el año 1939, en una exposición de motivos ante el Congreso Nacional, en cuanto una ley aprobatoria para la prevención y represión del contrabando, acusaba a los Ministros de Eleazar López Contreras, en estos términos “este Convenio no va a servir sino para demostrar ante el público en general que hasta los Ministros Plenipotenciarios se encargan a veces de hacer aparecer a las altas parte contratantes como de sufriendo de infantilismo cerebral”. Se equivocaba, esos resultados de desgobierno, no es cosa genética, ni producto del azar genético, es producto del nepotismo, la imposición, la dedocracia, ello y solo ello, es la mamá de la corrupción. Bien si, narraba Guglielmi la represión realizada por el gobierno venezolano contra los llamados maleteros a través de lo que ellos llamaron resguardo nacional, hoy Guardia Nacional Bolivariana de Venezuela, y, ninguna represión para aquellos camiones militares y acoplados al gobierno, que cruzaban la frontera vía Cúcuta-Caracas y hoy, viceversa. De los maleteros, decía: “son hoy un sinnúmero de gentes que se llaman ahora en el Táchira “los maleteros”, si señores, porque lo que compran ellos mismos se lo cargan a sus espaldas en grandes maletas, y así transportan de Colombia a Venezuela todo lo que quieren. Los Maleteros traspasan de día y de noche la frontera a todas horas a través de los montes, cafetales, por entre las hoyadas y vericuetos: es decir, ellos se dan el camino que necesitan en cualquier momento, y lo último que han descubierto los contrabandistas profesionales , es esto: se ponen de acuerdo a fin de venirse en pandilla de diez y doce o quince hombres armados todos, revólveres al cinto o en la mano, para que los guardias que los acechan no se atrevan a enfrentarse y los dejen pasar.

Bien por el discurso del diputado en cuestión, sin embargo él era uno de los financiadores de esos grupos de contrabandista, ya que eran muy pocos “los maleteros” que se autofinanciaban. La historia real, nos la pinta bien, Pedro Leobaldo Sánchez, el solo fue un “maletero”, lo grande se lo guardaban otros. Igual pasa hoy en día; lo pequeño se lleva en carritos y camiones de poca monta, serian los “maleteros” del ayer, “los bachaqueros” de hoy. En estos días, al igual que el ayer, lo grande pasa por las alcabalas a vista de todos. La urea, el plástico, el éter, la cabilla, la gasolina, la harina, los electrodomésticos, hortalizas, y con ellos la droga.

Ahora en el 2013, este sutil contrabando, en donde participan millones de dólares, es financiado por los grandes capitales de la región, ningún pendejo de esquina o maletero, tiene capacidad pa´arrimarse por allí con 100 mil dólares en el bolsillo. En estos días atrás, en el necesario protocolo que requiere el cultivo de Durazno, tuve que traspasar la frontera y llegarme a Cúcuta. Guardé mi camioneta cerca de la plaza Santander y tomé la búsqueda de la carrera seis, en búsqueda de una de las tiendas agrícolas más conocidas. Pregunté y pronto encontré la fitohormona necesaria para la floración de la maticas. Contento me puse y tomando rumbo a Venezuela, no me tomé ni un fresco, porque, que vaina tan cara. Crucé San Antonio y al llegar a Peracal, el Guardia Nacional me vio la cara de pendejo y me ordenó que desviara mi camioneta para un recodo donde ellos revisan los carros. Subieron la camioneta sobre unos pozos de revisión, le tiraron linterna por debajo, alzaron lo cojines, e ignorantes le metieron los perros, desconocen que ahora la coca es inolora e insabora; sin más detalles, violaron toda la camioneta. Yo sólo pensaba, seria que me metieron algo y me quieren joder. La cosa parecía haber terminado, pero los tipos persistían y en todo momento, yo, no les quitaba el ojo, por si ellos mismos me la envenenaban. Les fui hablando y les confronté, se molestaron, pero en ningún momento se alebrestaron o tomaron actitud de bravucones. Les conté que un Guardia Nacional, un joven brillante, el cual trabajaba conmigo en cosas ambientales, un día me dijo que él ya no trabajaría mas conmigo, porque se iba a meter a Guardia, al cual yo le pregunté, ¿pero usted es Guardia”. Para lo que él me respondió, “no, es que ahora me voy pa´una alcabala pa´hacer platica”. Al contarle esto a mis dos oscultadores, estos sin cortapisas, sin molestarse, me dijeron “aquí en tres meses uno se hace una plática, y se va”. Les dije debe ser cierto, porque yo como universitario he tratado de comprar casita y no he logrado reunir, y mi amigo, ya no solo tiene casita, sino un buen carro. Les recalque, pero no todos los Guardias son iguales, porque otro amigo lo que hace es ser chofer de un preescolar y vive mamando, uno de ellos refunfuño “es que aquí no caben todos”.

Pasado el susto, porque, aunque uno no deba, se caga. Aquí en la frontera no vale ese dicho, de que “el que no debe, no teme”, de repente pa´Caracas, si. En Caracas todo lo que hacen, lo hacen creyendo que todos vivimos, ahí mismito, por ahí en Catia o la Candelaria, no logran entender, como si lo entendió Santander, que la frontera, son palabras mayores.

Entre comparaciones del hoy y del ayer, volvamos a nuestro amigo Juan Guglielmi y su discurso en la cámara de diputados del año 1939: “Tales son las modalidad a que ha llegado el contrabando en el Táchira se ve cada día más arruinado, cuando el Táchira sufre las más terribles consecuencias comerciales, cuando esto que se ha llamado “calamidad pública” se cierne trágicamente sobre el estado Táchira, aquí se va a sancionar una ley aprobatoria de un Convenio que ni de la manera más remota podrá ponerle cese al contrabando en aquella Entidad Federal, que es, precisamente la mas acribillada por tal, mal”. He creído que el mal del Táchira, es por estar tan lejos de Caracas, esa percepción parece ser equivocada, ya que es más que ello, el discurso de Guglielmi de ese entonces lo ratifica, ya que agrega algo interesante, él dice “Los ministros en Caracas, no están muy bien enterados de la topografía de nuestras fronteras”.

Existe un virus más letal que la lejanía y el tiempo, la falta de formación, por ende de visión y de un mirar en contexto, la sindéresis se hace difícil. Inadvertidamente, hoy al igual que ayer vivimos en visiones equivocadas, nos vestimos de colores, vociferamos en voz alta nuestros compromisos políticos, sólo para ocultar que somos peores que los del lado, de aquellos que desdecimos. Los del lado parecen ser enemigos serios, ya que en forma abierta aceptan ser realistas y colonialistas. Mientras tanto el campesino pobre, los hijos de Bolívar y Santander, siguen doblándose la espalda en estas montañas, conformando los ejércitos de la patria y mirando cómo nos joden. En estos cuentos, el ayer no logra diferenciarse del hoy, el hoy no logra nuevos matices que le diferencien del ayer.

Hoy al igual que el ayer, la dureza de la aldea, su tierra, la zarza y el helecho, hacen al final de la solitaria tarde, de cada interminable tarde, valorar los momentos de alegría y convertirlos en expresiones de Dios, y como pajaritos en grama, sólo nos queda, como voltear la cabeza, a la derecha y a la izquierda, y preguntarnos “¿Qué pasó, que pasa?. En esta aldea de nieblas y sueños se criaron mis bisabuelos, abuelos y mis padres, hijos de una larga venezolanidad. Ellos para enfrentar la agreste montaña, para esculpir la dura tierra y hasta la misma roca y hacer brotar la dura arveja, el trigo y la gruesa caña de azúcar, solo pueden lograrlo soñando cada segundo, ganándole a la niebla en cada madrugada, rezar con devoción, para así aguantar y llevar la cruz del duro trabajo necesario, tal como lo hace hoy toda la gente de mi barrio y de cada aldea, por estos lados no poseemos poder, camiones ni dólares para traficar la miseria.

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Gabriel Omar Tapias

Investigador

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