La provincia de Guayana

La mayoría de las tierras de Guayana todavía hoy están a la intemperie. Los españoles del siglo XVI descubrieron la tierra, tomaron posesión de ella, poblaron parte de su territorio y configuraron una gobernación. En un primer momento, Guayana fue toda la inmensa región comprendida entre el Orinoco y el Amazonas, puesta la vista en la línea de Tordesillas, que da a Portugal sólo la panza de Brasil, al este de aquel meridiano. A lo largo de tres siglos se concentraron en Guayana grandes esfuerzos de penetración, incluido el intento de demarcación de nuevos límites en el siglo VIII.

Los asedios a Guayana se realizan desde diversos puntos: Perú, el Nuevo Reino y principalmente Venezuela. Sus tierras al margen del Orinoco y las costeras, desde el delta del río venezolano al Marañón o Amazonas, estuvieron en manos de diversos gobernadores. Pero será a partir de Antonio de Berrío cuando se configure la gobernación. Entre 1593 y 1731 formará parte de Trinidad-Guayana, un solo gobierno, dependiente del Nuevo Reino de Granada. Entre 1731 y 1762 será un anexo de la gobernación de Nueva Andalucía, bajo jurisdicción, en consecuencia, de la Real Audiencia de Santo Domingo. A partir de 1762 adquiere rango de provincia por sí, bajo la denominación de gobernación y comandancia general; así se mantiene hasta su integración a la república en 1817.

La historia política europea influye en Guayana de manera muy directa. Portugal se quedará con las tierras del norte del Amazonas. Las potencias que surgen después del siglo XVIII, cuando España está en decadencia, meten la mano en el Esequibo. Los ingleses, los holandeses y los franceses envían sus piratas a los caminos de las selvas y a los ríos, en un intento de establecerse en la zona de manera definitiva. La Guayana Esequiba —holandeses, ingleses— no es más que el corolario de esa apetencia colonialista. No es la cultura de aquellas naciones europeas lo que prende a la orilla del Esequibo, sino el doloroso resultado de una colonización explotadora, que deja encendidas las mechas del odio racial, del subdesarrollo, de la pobreza sin unidad cultural. Pero, en la orilla del Orinoco se plantó una ciudad que haría una historia distinta. Esta provincia de Guayana tendrá las mismas emociones históricas de los pueblos que integrarán a Venezuela.

El primer diseño de la provincia de Guayana se hizo con la provisión real del 20 de mayo de 1530, dada en Madrid por doña Isabel. En ella se nombra gobernador y capitán general a Diego de Ordaz en “las tierras e provincias que hay desde el dicho río del Marañón hasta el Cabo de la Vela, de la governación de los dichos alemanes, en que puede a ver dozientas leguas de costa, poco más o menos”. Por supuesto, que no se trataba de superponer una gobernación a otra, sino de fijar como limites la gobernación de los Welser, Venezuela, que llegaba hasta Maracapana (cerca de Cumaná) por el oriente. La explicable equivocación está en que del Marañón a Maracapana no hay doscientas leguas, sino unas 700. También está claro que la gobernación teóricamente demarcada lindaba con la zona reservada a Portugal según el tratado de Tordesillas. Por eso en la real provisión se aclara que allí gobernará Diego de Ordaz “con tanto que no toquéis en cosa alguna que sea dentro de la demarcación del Serenísimo Rey de Portugal, nuestro hermano”. El gobernador tendría título de por vida, con sueldo de 725.000 maravedís al año, del cual debería pagar un alcalde mayor, diez escuderos, treinta peones, un médico y un boticario.

Sobre la fijación del Amazonas como límite de esa primera gobernación de ámbito guayanés, no hay dudas en el ánimo real. Cada nombramiento alude a ello. Así, por ejemplo, el 25 de junio de 1530 se concede un regimiento a Simón Carrizo en el “pueblo de cristianos donde ha residir el gobernador y oficiales de las tierras e provincias del río Marañón”. El 10 de agosto, otro documento se refiere al regimiento que tendrá Alonso de Ribadeneira: “seáis nuestro regidor del primer pueblo de cristianos que se hiciere en la provincia e río del Marañón”

Ordaz toma posesión de su gobierno en Paria, porque es la tierra conocida. Su objetivo es el Orinoco, para entrar por el río hacia el interior. Entre marzo de 1532 y abril de 15333, la expedición de Ordaz se pierde en Paria y todo termina con la vida del gobernador “fallecido desta presente vida” probablemente en el pueblo que fundó, San Miguel de Paria, desaparecido en el mismo año de 1533.

Después de Ordaz se aproximan a Guayana otros expedicionarios. El río Amazonas queda descubierto en 1542, con Francisco de Orellana, quien recibe título de una gobernación con el nombre de Nueva Andalucía, montada entre el Amazonas y el Plata. En 1549, Diego Fernández de Serpa es nombrado capitán de la conquista de Guayana, pero se suspende su jornada con motivo de la regulación que el Estado realiza de todo el proceso de conquista. Una expedición pacifica,, más bien de exploración, fue llevada a cabo en 1550 por un tal Martín López, quien actúa en nombre del teniente de gobernador de Margarita. Este Martín López llegó al Corentín; visitó el Esequibo; fue al Orinoco, todo con el objeto de acopiar noticias.

El 11 de agosto de 1552 se firmó en Monzón de Aragón una capitulación con Gerónimo de Aguayo para poblar las provincias de los aruacas, situadas entre el Amazonas y el Orinoco. El documento dice muy claramente cuáles son los límites de esta gobernación: “provincias de los Aruacas y de las Amazonas, que son desde la baca del río Orellana, por otro nombre llamado las Amazonas, de luengo de la costa de la mar hasta el río Hoya-Paria, y por otro nombre llamado Orinoco, y la tierra adentro Norte-Sur hasta diez y seis grados de la otra parte de la línea equinoccial”. Aunque esta gobernación se quedó en el papel, precisa muy bien los términos del dominio: al sur del río Orellana, como se llamó por su descubridor, denominado también Amazonas, como quedará definitivamente bautizado; al norte, del río Hoya-Paria, que es término castellanizado por Uriapari, el nombre indígena, que comenzó desde el primer momento a llamarse Orinoco.

En 1553, un dominico, fray Gregorio de Beteta, quiso fundar una misión entre los aruacas, respaldado por Rodrigo Pérez de Navarrete, teniente de gobernador en Margarita, cuyos intereses se proyectaban lógicamente hacia la zona.

Pero no será sino en 1568 cuando se delimitan dos gobernaciones, con las cuales podrá acorralarse a Guayana haya acotarla. Una de ellas es la Nueva Andalucía, concedida a Diego Fernández de Serpa, cuya vida histórica complementa a la de Venezuela, con la cual limita. La otra se llama Nueva Extremadura y se capitula el 15 de mayo de 1568 con el capitán Pedro Maraver de Silva, de una triste historia. El documento señala los términos de esta provincia así: “Gobernación y población de las provincias de Omaguas y Omeguas y el Quinaco y las demás provincias que agora intituláis Nueva Extremadura hasta trescientas leguas de longitud y latitud, que se han de contar pasadas las dichas provincias de Guayana y Caura, que hemos dado en gobernación al dicho capitán Diego Hernández de Serpa”. Se trataba de una gobernación interiorana, al sur del Orinoco, límite de la Nueva Andalucía de Fernández de Serpa, en busca del Amazonas, como lo dirá el propio Maraver de Silva en una probanza de 1574: “que yo saque de los reynos de España quatrocientos hombres para poblar las provincias de los Omeguas que caen en las barrancas del río de Orellana a la parte norte de dicho río”. Se apuntaba a la Amazonía claramente. El gobernador Maraver de Silva hace su expedición; desoyó a los margariteños, que le señalaron el camino del Orinoco por la costa, el camino conocido; el testarudo capitán penetra por los llanos occidentales, inverna cerca de Valencia, se queda sin gente y sin gobernación.

El empeño en descubrir las tierras guayanesas adquiere una nueva dimensión cuando la imaginación transforma su inaccesibilidad en mito. El Dorado quedará situado en aquellas lejanías, inmensidades y grandes ríos. Guayana y El Dorado serán una misma palabra e imagen en la segunda mitad del siglo XVI. Cuando el pirata Walter Raleigh escriba un libro para referirse a sus intentos de apoderarse del Orinoco, le pondrá el título de la fantasía comprendía bien: El descubrimiento del vasto, rico y hermoso imperio de la Guayana, con un relato de la poderosa y dorada ciudad de Manoa (que los españoles llaman El Dorado)… Era el año de 1595, cuando ya existía la gobernación histórica.

Tras El Dorado quiere ir Gonzalo Jiménez de Quesada, el hábil negociador, fundador de Bogotá, que se lleva de calle a Nicolás de Federman y a Sebastián de Benalcázar en quedarse con el Nuevo Reino de Granada. El 27 de julio de 1560, el Mariscal, como se titula don Gonzalo, pide a la Audiencia de Santa Fe “la jornada que llaman del Dorado ques en los llanos pasada la cordillera de las sierras deste reyno hacia el levante”. El 18 de noviembre de 1568, una real cédula ordena a la Audiencia capitular con Jiménez de Quesada para “descubrir y poblar por los llanos que son en la salida y cabo de ese nuevo rreyno toda la tierra que ay entre el rrío del Papamene y el del Pauto”, conforme se ha hecho con Pedro Maraver de Silva y con Diego Fernández de Serpa, cuyas capitulaciones servirán de normas y cuyas gobernaciones quedan prohibidas para el Mariscal. El 23 de julio de 1569, la Audiencia lo autoriza para realizar la jornada, con el título de gobernador y capitán general de por vida y la de un hijo o heredero nombrado por él; la gobernación comprende “los llanos y provincias y tierras que ay y son en la salida del dicho Nuevo Reyno todas las provincias e tierras que ay entre los ríos del Pauto y el Papamene hasta quatrocientas leguas de longitud y latitud por manera que por todas partes la dicha governación se entienda ser las dichas quatrocientas leguas y no más sin entrar en las tierras y gobernaciones de los dichos don Pedro de Silva y Diego Hernández de Serpa”. Hará su viaje don Gonzalo con trescientos hombres; regresará a Bogotá con veinticinco. No se muere sino el 16 de febrero de 1580, en San Sebastián de Morisquita, en el Tolima.

Pero ocurre que don Gonzalo tenía una sobrina, de nombre María de Oruña, casada con Antonio de Berrío. En 1581 viaja Berrío al Nuevo Reino, para heredar la gobernación y todas sus consecuencias. ¿Dónde están esos ríos y esas tierras que la Audiencia le reconoce como su legítima gobernación el 11 de octubre de 1582? El territorio que se nombra es el comprendido entre el río Pauto, afluente del Meta, tributario del Orinoco, y el río Papamene, situado en el “ámbito del Caquetá”. Son más bien los llanos, sabanas, anegadizos, pajonales y selvas de entre ríos. Don Antonio: Convertirá su gobernación llanera en Guayana, cuando al bajar de río en río se tope con el Orinoco.

Berrío llevará a cabo tres viajes. En el primero, 1584-1585, llega hasta el raudal de Altures; tarda diecisiete meses en la jornada, desde Chita, caminando hacia los llanos, por el Casanare y el Meta, hasta el Orinoco, y regresa con un rodeo de nuevo a Chita, donde tiene su asiento; perdió ocho hombres y treinta mil ducados; oye hablar de Manoa y se entera de que el Orinoco conduce a Trinidad y se confirma en que la tierra llega hasta el Marañón. Para el segundo viaje ya sabe que su gobierno está en Guayana y no en el Pauto y Papamene. Don Pedro Maraver no llegó. Berrío emprende el segundo viaje. El 1 de abril de 1587 está a las orillas del Casanare; mientras su teniente Álvaro Jorge marcha por tierra, él irá por el río; llega al Meta y al Orinoco, con el objeto de localizar El Dorado o Manoa, que su imaginación y noticias situaban al otro lado de las sierras de Paragua, Caripo y Suapure; fundó un pueblo en cierta sabana —acaso la de Siamacú—, y allí acampó para invernar. Los indios, las lluvias y las enfermedades obligaron a Berrío a regresar en abril de 1588. La tercera expedición de don Antonio se realiza desde el Casanare; en los meses de abril y mayo de 1589 comienzan los preparativos de gentes, y el 19 de marzo de 1590 se emprende la marcha por el Casanare hacia el Meta y el Orinoco. Esta vez le acompaña su hijo Fernando, de apenas trece años de edad. Ya no regresará. Para evitar desmayos y flaquezas de sus soldados, mata a los caballos y construye embarcaciones para entrarle al Orinoco, que navega hasta la desembocadura del Caroní, adonde llega el 19 de marzo de 1591; levanta un fortín a la margen derecha de este río; se establece en Carapana, frente a la isla de Tórtola; allí deja un teniente, Juan Márquez Casasola, y continua su viaje hasta salir a Margarita. Ya ha reconocido lo largo de su gobernación, pero no lo ancho. En todo caso no la abandonará sino al morir, en 1597, cuando se ha fundado San José de Oruña Y Santo Tomé. Ha realizado el sueño que mantuvo en vela largo tiempo al Mariscal, Gonzalo Jiménez de Quesada, su tío, fundador de Bogotá.

Creada la gobernación y capitanía general de Guayana por la acción de Berrío, comenzará el proceso de organización y poblamiento. Guayana constituyó, en primer lugar, una sola gobernación con Trinidad desde su creación, de hecho, por la toma de posesión de Berrío, hasta el nombramiento de don Carlos de Sucre como gobernador de Nueva Andalucía en 1729. Sin embargo, en la práctica, Sucre no toma posesión del cargo sino en 1733, de modo que hasta ese momento no quedó incorporada Guayana a su nueva jurisdicción. El 30 de diciembre de 1733, el sargento mayor Rafael Vetancourt fue comisionado por el gobernador Sucre para llevar el título de teniente gobernador dependiente de Nueva Andalucía, a Agustín de Arredondo, quien se encontraba en Guayana en nombre de los alcaldes-gobernadores de Trinidad. De ese modo cesaba la jurisdicción de Trinidad Sobre Guayana y empezaba la de Nueva Andalucía. Sucre había sido nombrado el 22 de diciembre de 1729, pero no tomó posesión hasta el 18 de agosto de 1733.

Desde ese año de la toma de posesión de Sucre y la subsecuente incorporación de Guayana a su gobierno, permanece la provincia orinoquense subordinada a la Nueva Andalucía hasta 1762, cuando fue creada la Comandancia de Guayana y se nombró a Joaquín Sabás Moreno de Mendoza comandante general interino. Eso significa que Guayana dejó de pertenecer a la Real Audiencia de Santo Domingo, bajo cuya jurisdicción estaba Nueva Andalucía. Esta situación se mantuvo así desde 1733 hasta 1762. Pero desde el 4 de junio de este año hasta el 1de mayo de 1766 fue nuevamente subordinada Guayana a Nueva Granada. En la última fecha mencionada se desincorporó y pasó a depender nuevamente de Santo Domingo, a través de la jurisdicción de la gobernación de Venezuela. El 5 de mayo de 1768 se ratifica esta subordinación “agregándole a la provincia de Guayana la comandancia general del Orinoco y Río Negro, cuyos linderos llegaban por el Sur hasta el Amazonas”. El 28 de octubre de 1771 regresa la jurisdicción a Nueva Granada, hasta la creación de la Real Audiencia de Caracas, en 1786, cuando quedó definitivamente incorporada a Venezuela, como el resto de las gobernaciones de Tierra Firme.

A partir de 1762, la provincia de Guayana, una tierra de frontera, inexplorada, se llama gobernación y comandancia. Sus gobernadores son comandantes. El primero, Joaquín Sabás Moreno de Mendoza, fue nombrado el 4 de junio de 1762. El 22 de septiembre de ese mismo año se da título a José de Iturriaga como comandante de la población del Alto y Bajo Orinoco. Se divide así el territorio con el claro objeto de explorarlo más apropiadamente y comenzar una política de poblamiento. Las divergencias entre los dos comandantes debían ser sometidas al gobernador de Caracas, para que éste las resolviera. La geopolítica imponía esta solución. Gobierna Moreno de Mendoza hasta 1766, cuando le sustituye Manuel Centurión en calidad de interino, dependiendo del gobernador de Caracas; estuvo en su cargo hasta 1776. El nuevo gobernante, Antonio de Pereda, toma posesión el 27 de mayo de 1777 y se mantiene en el cargo hasta 1784. Le sucederán Miguel Marmión hasta 1790; Luís Antonio Gil, 1790-1796; José Felipe Inciarte, hasta el 11 de mayo de 1810, cuando renuncia ante la junta que se forma en Angostura. Esta junta se suma a Caracas momentáneamente, pero luego reconoce la regencia de Cádiz. Guayana se mantiene fiel hasta 1817, cuando se reincorpora a la república, al liberarla el General Manuel Carlos Piar en la Batalla de San Félix. Santo Tomé se fundó el 21 de diciembre de 1595 por don Antonio de Berrío, a la margen derecha del Orinoco, más debajo de la desembocadura del Caroní, a dos leguas castellanas poco más o menos; se traslada varias veces, no menos de cinco; en 1764 pasó al lugar que hoy ocupa; se llamó entonces Angostura, por corresponder a la del río, nombre que conservó hasta 1846, cuando se le dio el de Ciudad Bolívar. Durante largos años, prácticamente hasta el siglo XVIII. Santo Tomé fue una población solitaria a las orillas del Orinoco.

Los capuchinos fundaron el pueblo de Upata el 13 de enero de 1739, con canarios. Se refundó este pueblo, hoy existente, el 7 de julio de 1762.

La población criolla de Guayana se fortalece con las fundaciones del gobernador Centurión: San Juan de Buenavista y Maruanta Parapara en 1770, las villas de Borbón y de Carolina en 1771; la villa de Caicara en 1772; San Isidro Labrador de la Piedra en 1774. Misiones jesuitas, capuchinos y franciscanas, de una parte, y la acción de los gobernadores —principalmente Centurión— pueblan a Guayana en el siglo XVIII, sin tocar la Orinoquia propiamente tal, pero sí con una clara penetración del territorio.

Es evidente que don Manuel Centurión (1777-1784) puebla a Guayana con el objeto de asentar, con hechos geopolíticos, la posesión de la misma —toda la Orinoquia hasta el Esequibo— por parte de la nación española, de la cual forma parte integral desde el siglo XVI. Se trata de detener la usurpación holandesa, la francesa y la portuguesa, así como de evitar las incursiones de los indios caribes. Hay un claro concepto político en ese esfuerzo. Por eso se fundan San José en el Paragua, Guirior en Paraguamuxi y San Juan Bautista, Santa Bárbara y Santa Rosa en la zona Cotinga-Takutu, todas en 1573. Aun cuando muchos de los pueblos fundados desaparecerán por falta de continuidad en el esfuerzo, Guayana quedó poblada en buena parte. En 1779 habrá ocho pueblos de españoles, más ochenta lugares poblados con indígenas o ya mestizos, para un total de 18.000 habitantes. En junio de 1777, Centurión envía los padrones de todas las poblaciones de todas las poblaciones en ese momento. Todavía en 1787 se funda Santiago el Mayor de Santa Cruz del Orinoco, por encargo del gobernador Pereda, de Cumaná, que en 1798 tendrá 128 familias con 734 personas.

El 10 de julio de 1788, el gobernador, don Miguel Marmión, firma una “Descripción corográfica-myxta de la provincia de Guayana”, en la cual se refiere a la situación de la provincia para recomendar planes de política administrativa coincidentes con los que había aplicado Centurión. En cuanto a la población, dice que existen “once vecindarios cortos de españoles repartidos en cuatro ciudades y siete villas, que unos y otros, a excepción de la capital, lo son solamente en el nombre, y sesenta y dos misiones de Indios que doctrinan los padres observantes en el Alto y Bajo Orinoco desde Río Negro hasta Nueva Guayana, y los padres capuchinos catalanes, de aquí para abajo, que todos componen el número de 24.395 vecinos entre españoles, gente de color y naturales de ambos sexos, y todas edades”. El gobernante se refiere de manera expresa a Guirior, para informar su decadente situación: “El partido de Guirior, de día en día va en mayor decadencia, y aniquilándose el número de españoles y naturales que lo habitan. El corto destacamento de tropa que guarnece este puerto experimenta mucha carestía de víveres, a excepción de casabe y plátanos, y estos nada abundantes.” Esa perspectiva se acentuará en los pueblos fundados por Centurión y otros; pero cuando llegue el siglo XIX estarán firmes aún una ciudad, unas villas, unos pueblos guardianes y una sólida riqueza ganadera. La estrategia del poblamiento y del desarrollo económico de Guayana, trazado por los gobernantes del siglo XVIII, está aún vigente en esta era siderúrgica y de energía eléctrica: la defensa integral del país.


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Manuel Taibo


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