Islamar: otra economía es posible

Trbajadores de Islamar

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Credito: Mpcomunas

EN PLENO PROCESO

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Credito: Mpcomunas

Islamar una experiencia de organización popular

Islamar una experiencia de organización popular

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Junio 16 de 2014.-Mientras uno avanza por la carretera, el municipio Tubores se va diluyendo en algunos caseríos aislados, y a los costados se extienden kilómetros de tierra árida, cubierta de vegetación rala. En el horizonte, luego de una loma, aparece el mar Caribe en toda su plenitud, una extensión verdeazulada que lo abarca todo más allá.

A simple vista, la planta procesadora de pescado parece vacía. Es como una isla de edificaciones en medio del desierto margariteño, abrasado por el sol. Sin embargo, una vez traspasado el portón de entrada, se comienza a respirar el olor a mar y pescado que habla del trajín diario del Consorcio Pesquero Islamar.

Luis Benito Marval tiene la mirada curtida y el rostro ajado de quien se pasó viviendo más tiempo sobre un bote en el mar que en tierra firme. “Cuando se estaba construyendo la planta yo había dejado la pesca, era albañil y participé de la construcción”, relata. Mientras habla pausadamente, continúa atando los chorizos que se van amontonando en la mesada de acero inoxidable.

En la empresa mixta Islamar se producen chorizos y croquetas de pescado, que tienen el mayor valor agregado, debido a la mecanización y el proceso de manufactura. También se realizan tronquitos de sardina, filetes de merluza y dorado, además de ruedas de atún.

Con su voz cansina, Benito cuenta que para incorporar al personal se realizaron entrevistas en los consejos comunales de la zona, en su caso el de la comunidad de Guamache. Los mismos consejos postularon miembros para la mano de obra, y la Misión Saber y Trabajo se encargó de la selección y la capacitación.

“Son cosas que antes no teníamos, a los pescadores no nos incluían en las empresas. Los que trabajamos vivimos acá mismo, y siempre hemos tenido experiencia con el pescado”, afirma sin desatender su labor.

Todo la materia prima que se procesa en la planta es aportada por los Consejos de Pescadores de Nueva Esparta. Las 12 personas que trabajan en esta primera etapa de Islamar, participan en todas las instancias de la producción: la limpieza y desviscerado del pescado, el despulpado, la mezcla para los chorizos y las croquetas, la manufactura y el empaquetamiento.

Benito también dice que antes era impensado que se consiguiera algo como lo logrado por Islamar. Pero ahora que la comunidad lo tiene, asegura que lo más importante es defenderlo a capa y espada. “Me siento parte de la empresa porque esto es de nosotros. La clave es estar comprometidos y tener ganas de trabajar”, agrega.

“Yo creo que voy a durar un poquito más, porque pescando me estaba poniendo viejo muy rápido, aquí la cosa se emparejó un poco, se aplacó más la vejez, porque lo que es el mar y el sol lo ponen a uno viejo rapidito”, dice con una sonrisa dibujada en su rostro.

En Islamar también trabaja Eleazar Villarroel, un pescador de 73 años que vivía en Los Roques y se devolvió a su Margarita natal para ser vigilante, porque la faena en altamar se le hacía cada vez más difícil, y de ahí pasó a trabajar en la planta. Así como Maryelis León, una joven madre soltera, cuya timidez se trasluce en una sonrisa nerviosa mientras cuenta que trabaja con amor y eficiencia para que el pueblo esté satisfecho con el trabajo que sacan a la calle todos los viernes, en la feria donde los mismos trabajadores comparten los productos con la comunidad y los venden a precios solidarios.

Historia de un cambio de paradigma

La experiecia de Islamar ya cuenta con casi dos años, pero en realidad la idea se había parido mucho tiempo atrás, en los primeros años de la Revolución. En 2001, una nueva Ley de Pesca y Acuicultura comenzaba a cambiar el paradigma pesquero, priorizando lo social y la soberanía alimentaria por sobre el interés económico de explotación, reconociendo y protegiendo por primera vez la pesca artesanal.

“Nos reunimos algunos líderes de pescadores y empezamos a escribir el proyecto de una planta procesadora donde participara el pescador y pudiera depositar sus productos, para ser procesados y vendidos directamente al pueblo”, cuenta Luis Rodríguez, presidente de Islamar y vocero por Nueva Esparta del Frente Nacional de Pescadores y Acuicultores, un movimiento político del sector pesquero.

Con la reforma que se introdujo en la ley, en marzo de 2008, el camino se allanó para que el proyecto cobrara materialidad. En esa oportunidad, se respondió a una demanda histórica de los pescadores venezolanos: la prohibición definitiva de la pesca industrial de arrastre. “Su esencia es la conservación de los recursos hidrobiológicos, para poder mantener en el tiempo la existencia de pescadores y de pesca”, puntualiza sobre la ley Luis, quien forma parte de uno de los tantos Consejos de Pescadores que hacen vida en Nueva Esparta y que fueron reconocidos como interlocutores válidos por parte del Estado gracias a la nueva legislación.

“Nosotros formamos parte de la elaboración de la ley, entramos en esa apertura de participación que inició Chávez, y gracias a eso conseguimos este proyecto”, cuenta. La construcción comenzó en 2009 y la planta comenzó a operar en su primera etapa de prueba en Agosto de 2012. Actualmente, la empresa mixta destina el 51% de su producción al Estado, en materia de devolución de lo aportado en créditos, y el 49% restante se distribuye en los Consejos de Pescadores.

Según Luis, lo más importante es haberse erigido como un ejemplo de que otra economía es posible. La pesca en Venezuela sigue en muchos casos atada a una visión mercantilista, en la que los intermediarios pagan al pescador un precio para después vender en el mercado a otro mucho más alto, alentados por el poder adquisitivo del turista. “Es el mercado quien todavía fija el precio, todavía el capitalismo está enquistado en esa manera de comercializar”, afirma Luis.

“La misión de Islamar es trabajar con socialismo, inclusive con el trueque con los pescadores, cambiando pescado por productos, por materiales de pesca a precios solidarios para bajar los costos”, explica. La idea es generar un subsidio al pescador, para lograr los precios solidarios del producto final hacia la comunidad. “El compromiso es eliminar al revendedor que aumenta el precio, para que el pueblo se pueda comer el pescado”, dice Luis. Según él, la tarea es volver al sentido comunitario que siempre ha tenido la pesca, que nunca ha sido vista como una mercancía por el pescador sino como una forma de subsistencia para las comunidades pesqueras.

“La clave es la perseverancia”

El edificio central de Islamar está dominado por una cámara de frío del tamaño de una cancha de básquet, una zona para el desviscerado y el despulpado, y la sala donde se encuentra la maquinaria y en la cual se hacen los chorizos y las croquetas.

En total hay doce personas trabajando en esta primera etapa piloto, aunque se estima que en poco tiempo se resuelva la designación de la nueva Junta Directiva para poder continuar con la incorporación progresiva de personal y lograr la próxima meta que es elevar la producción hasta el 50% de la capacidad total. El 100%, es decir, 10 toneladas diarias de producción, se alcanzará cuando se logre la cifra de 70 personas trabajando en la planta, lo que la haría completamente operativa.

Mariángel Salazar era una joven profesora de química. Fue postulada por su consejo comunal y, a través de la Misión Saber y Trabajo, ingresó a la Islamar como encargada del control de calidad.

Ella hace una pausa en su horario de almuerzo y cuenta la importancia de la experiencia para la comunidad. “Ha sido realmente gratificante, es la primera vez que vemos en el municipio que personas de las mismas comunidades y los mismos sectores tuvieran esta recepción de empleos y que eso sea fructífero para su bienestar: tener un trabajo digno brindándole a las comunidades cercanas productos pesqueros”.

Con su rostro rubicundo rematado por unos lentes de marco grueso y negro, relata que al principio hubo dificultades, ocasionadas por los tiempos de la burocracia y por la falta de los medios económicos que necesitaban para la puesta a punto de la planta. “La clave ha sido la perseverancia. Si hubiésemos dejado que otro viniera a resolvernos los problemas, un especialista, y no nos hubiéramos ocupado de resolver esos detalles, no habríamos avanzado”, dice.

Mientras las trabajadoras y trabajadores se despojan de barbijos y delantales, entre sonrisas y charla distendida, haciendo el alto obligado para almorzar, Mariándel continúa: “nada más con ver las instalaciones, vemos que Islamar es una belleza, y más aún si lo que está dentro de esas instalaciones está fortalecido y está compenetrado con el corazón”.

Luego del almuerzo, la jornada laboral se reanuda con el pesado de los chorizos ya manufacturados. Actualmente, se producen alrededor de 2 toneladas diarias de alimento. Además de la expansión en la producción, Luis detalla que las ideas a futuro son intercambiar productos con otras empresas socialistas de otros estados, para afianzar y apuntalar experiencias similares.

Mientras tanto, Islamar avanza día a día con el esfuerzo de todos los que forman parte de ella. “Lo esencial es la participación del trabajador dentro de las decisiones de producción, debemos tener el pensamiento de enjambre y no el de una abeja. Todos hacemos propuestas y llegamos a la conclusión de cuál es el mejor camino para seguir creciendo”, concluye Luis.

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