Columna Prestes, 2do disparo

Una tendencias del capitalismo en crisis: De los intereses negativos al neo-tributo.

¿Se imagina solicitar un préstamo de 100 bolívares y solo tener que pagar 90 de regreso? Pues eso es lo que pasaría si usted lograse acordar un préstamo al -10% de interés. Parece una broma, pero lo cierto es que es algo que ya tiene tiempo ocurriendo en diversas partes del mundo y que constituye ahora una de las principales tendencias de la economía mundial; la imposición de tipos de interés negativos.

No es un secreto la gran crisis económica que vive el mundo, y todas las nefastas consecuencias que ha tenido hasta el momento. Todo puede resumirse a un colosal exceso de deuda y una irracional emisión de crédito. Durante décadas se incentivó el consumo en el primer mundo a través del crédito fácil, la producción hizo lo mismo al verse ante un consumo tan voraz como el que permitían los bancos. Se llegó a dar crédito por cantidades muy superiores a todo el dinero existente en el mundo. Y cuando el crédito mismo empezó a circular como dinero, y los “futuros” y riesgos de las inversiones se convirtieron en un lucrativo negocio, libre de regulaciones desde la década de 1980, se había armado una morosa bomba de tiempo que inevitablemente estallaría.

Este maremoto de deuda ha destruido empresas, ha cerrado el grifo del crédito y dificultado la producción y el consumo; desde 2008 la economía mundial se ha contraído enormemente. Ahora bien, en todos estos años la respuesta de las grandes autoridades financieras, de los principales bancos centrales, se ha ceñido a un rígido guión preestablecido, el reducir las tasas de interés. Con ello se supone que se obliga a las riquezas a moverse, menores intereses son más facilidades para solicitar crédito y menos incentivos al ahorro, todo a favor de la inversión. Pero nada de esto ha funcionado. La alta tecnología ha desplazado mucha mano de obra, creando un desempleo crónico, pero sin que se vea una falta de bienes y servicios por la gran productividad de la nueva maquinaria automatizada; por lo tanto el consumo no crece, ni tiene incentivos para hacerlo, el desmejorar el ahorro solo empeora la situación. Por otro lado la aspiración de toda inversión es la ganancia rápida, los sectores financiero y digital son los más rentables del momento, los que con menos inversión movilizan más capital. Los nuevos créditos vienen a reforzar a los viejos, las nuevas deudas permiten aplazar el pago de las viejas, por lo tanto el problema solo se aplaza y empeora. Todo el dinero que llega por inyecciones de capital y rescates financieros termina inevitablemente en las garras de los grandes monopolios especulativos, aumentando el gran problema de la desigualdad.
Como vemos la crisis se reproduce, pero lo increíble es que una política que no logra ninguno de sus objetivos vuelve a aplicarse una y otra vez. ¿Será acaso complicidad de las autoridades con quienes son calificados, dentro de la telaraña de la deuda, como “demasiado grandes para caer”? El caso es que en dos países, Australia y Japón, el ritmo de la crisis ha llevado a bajar los intereses a niveles ridículos, llegando a cero; y cuando se suponía que todo debía detenerse las autoridades de esos países dieron un paso más y llevaron el tipo de interés al fantástico terreno de los números negativos. Es aquí que todo se torna muy raro.

¿Qué implica un tipo de interés negativo? Pues si tomamos el ejemplo de nuestro préstamo de 100 bolívares al -10% y lo comparamos con un interés igual pero positivo, podemos intuir fácilmente que el tipo de interés regula la relación deudor-acreedor. En el caso del interés positivo el préstamo de 100 Bs nos obligaría a pagar a la vuelta 110 Bs, pero al -10% el retorno es de 90 Bs. Se puede decir que se nos “perdonaron” diez bolívares, pero en la óptica de nuestro acreedor lo que en verdad paso fue que nos cedió 10 Bs. Por lo tanto un interés negativo implica invertir totalmente los roles de deudor y acreedor; recibiremos dinero “gratis” cada vez que pidamos prestado y tendremos que pagar a quienes nos deben. Pues aquí viene lo peor del caso, la tasa de interés regula también los ahorros bancarios, pues el ahorrista es en fin de cuentas un acreedor del banco que ha tomado su dinero, siendo el interés bancario una compensación por el riesgo implícito. Si nuestra cuenta de ahorro tuviera un interés del -10% implica que tendríamos que pagar el 10% de lo ahorrado al banco por tener nuestro dinero en sus bóvedas. Ya vemos el sesgo clasista de la medida cuando pensamos en quienes son la gran mayoría de los ahorristas. Como reacción existe cierto movimiento de los ahorristas a la liquidación de cuentas y la compra de activos como el oro para poder guardar su patrimonio, no es descabellado que un brusco descenso del interés hacia lo negativo pueda, en alguno de esos países, crear una corrida bancaria universal. Pero coincidentemente los voceros de la burguesía plantean hoy el paso al dinero digital. En ese caso ya no habría como salir del sistema bancario, pues éste ya no tendría un “afuera” a donde ir.

Con un tipo de interés cero o negativo se supone que se espanta el ahorro y libera de obligaciones al crédito, y que por lo tanto la inversión de capitales correría a raudales para distribuir riqueza, pero es falso.

Esta loca política viene en expansión. Recientemente el Banco de Canadá ha elogiado los casos japonés y australiano y ha anunciado su intensión de bajar el interés al terreno negativo. Europa se encuentra en el limbo de los intereses cercanos al 0% y mucho se especula que sea el camino a andar de Estados unidos. La superficialidad nos pudiera llevar a pensar que el negocio de los créditos con interés negativo constituye una buena oportunidad, pero lo cierto es que es un coto cerrado para lo más selecto de la especulación financiera y al que no vamos a tener ingreso. Es pues la toma del poder por parte de la deuda, que se socializa a totalidad y sin tapujos; las mayorías pagando las deudas de muy pocos.

¿Qué nos puede aguardar en el futuro? Hoy los intereses negativos no se alejan mucho del 0% en los lugares donde se han implantado, y la gran productividad de esos países logra amortiguar sus efectos, pero ¿si avanzan más? ¿Qué garantía queda a los pequeños países y ciudadanos del mundo de no ver drenados sus ahorros? ¿Se perfila la “deuda eterna” del siglo XXI? ¿Será acaso que el capitalismo ya no puede prometer ganancias sino pérdidas?

El hecho de que un sector económico perciba beneficios sin haber aportado ni mercancías, ni trabajo, ni inversión, sino más bien deuda, mientras que la mayoría deba entregar parte de su patrimonio por el solo hecho de ser parte del sistema económico no es otra cosa que una descarada transferencia de riqueza para su concentración en muy pocas manos. Es convertir la riqueza producida en un tributo que se paga a una clase ociosa, como el que los grandes señores cobraban por derecho divino a los trabajadores de la tierra en el pasado feudal, con el añadido de que los nuevos señores financieros destruyen industrias y puestos de empleo con su actividad especulativa. Cuando adicionalmente vemos el brutal retroceso de los derechos laborales en Europa, el caso de las maquilas, y el papel que juegan en pleno siglo XXI el trabajo forzado y la esclavitud, no podemos evitar preguntarnos ¿Se está constituyendo ante nuestros ojos una especie de retorno a épocas ya superas? ¿Los pueblos del mundo sostendrán con tributos el edificio de los grandes monopolios de la especulación? Lo cierto es que lo más preciado del espíritu humano, la libertad, se encuentra en peligro, amenazado por fuerzas que se fortifican a cada momento, cuyo poder crece al ritmo de la concentración cada vez más grosera de riquezas. ¿Quiénes tendremos el valor de preservar esa llama en este oscuro y decadente siglo?

Soplen tempestades, que los revolucionarios haremos molinos.
Solo el Poder popular salva al pueblo!


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Consejo Regional del Poder Popular

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