Dialogo frente al abismo

Lo pienso con sinceridad: el país está al borde de un abismo.  No es una afirmación escandalosa, lamentablemente lo veo a mi alrededor a diario, los síntomas de una situación política, económica y social terminal están a la vista.  Sólo falta interpretarlos.  Intentaré realizar una explicación con sus respectivas salidas, si, porque son varias las opciones que la vida nos va a poner por delante.

Partamos de una realidad, de un hecho ya comprobado, le guste o no al gobierno bolivariano:  Venezuela vive la crisis económica más profunda desde el siglo XIX. El reconocimiento de este hecho debería convocar a todo el país para el logro de acuerdos que impidan que la situación se deteriore más.  Pero lo más grave de esta circunstancia es que el alto gobierno no la reconoce en su dimensión justa y ubica las causas fuera de sus responsabilidades e iniciativas: guerra económica y bajón de los precios petroleros.  Este es el primer escollo.  Una primera salida alentadora es reconocer el asunto porque de todas formas todo el país padece la desastrosa situación económica que viene acentuándose desde hace tres años y no se ven soluciones a la vista. Y, además, los ciudadanos culpan al chavismo gobernante de la falta de medidas salvadoras y ello ya trajo una consecuencia política: el deterioro electoral del gobierno, el alto índice de incertidumbre y la penalización de la gestión del Presidente Maduro.  No veo que negar la crisis lleve a algo bueno para el oficialismo de Miraflores.

Pero existe otra arista non grata: la mayoría electoral que venía acompañando a Chávez y a Maduro viene en alud arrastrando un liderazgo que parecía inconmovible.  Las cifras están allí para leerlas con objetivad.  Ello significa que la crisis económica (que no puedo analizar hoy) viene aparejada con una crisis de hegemonía política.  Para resumirlo en una frase que ha machacado el director de Hinterlaces: el discurso chavista ya no es esperanzador, perdió conexión con su base social histórica.  

Lo peor del asunto es que el “alto comando de la revolución” intenta cerrar las alternativas que el propio Chávez le brindó al pueblo: el revocatorio. El expresidente, como en muchas cosas, tenía la mala costumbre de ver “un poco más allá” del presente, por ello “sembró la semilla del revocatorio”. Esta sería una segunda opción: el pueblo salvaría al pueblo.  Sin embargo, la postura que asumen los chavistas de Miraflores ha construido una imagen opuesta.  Niegan la posibilidad del revocatorio, en el mejor de los casos lo aceptan después de enero 2017 para que la vicepresidencia roja/rojita quedé al frente del país hasta culminar el presente período Presidencial. La aceptación del diálogo de parte del sector oficial, entonces, esconde una necesidad imperiosa: tener tiempo para alargar el mandato actual.

Por su lado la oposición (igualmente dice aceptar el diálogo) comenzó su predominio en la Asamblea Nacional (enero 2016) con dos piedras en las manos y logró desatar la actual guerra de poderes que impide soluciones consensuadas en los asuntos espinosos que vivimos los venezolanos. Los factores partidistas de la MUD imponen su agenda particular (salir ya de Maduro) y en esta postura coincide con el gobierno: asumen el diálogo como una máscara que oculta otras intenciones. La vario pinta oposición está intentando (con cierto grado de éxito) imponer la salida que les conviene: acortar el período Presidencial para acceder al poder.  Cabalgar la crisis para lograr una nueva mayoría electoral es parte esencial del juego democrático y no es criticable.  Pero esta característica de la democracia se ubica en un contexto.  En una guerra, una catástrofe natural o una crisis económica abismal –por ejemplo-- las democracias más sólidas convocan al consenso y dejan la diatriba política para después.  La historia ofrece experiencias exitosas al respeto, pero, pensemos en lo que está logrando Colombia en La Habana.  En el país parece que debemos transitar días peores para llegar a lo que se debe hacer hoy: dialogar aceptando las diferencias naturales y convenientes entre los interlocutores.

¿Y qué piensa el país en medio de este estira y encoge de los principales actores políticos? Todas las encuestas de opinión le dan al diálogo como alternativa a la crisis una alta ponderación.  Eso lo saben los dirigentes de la MUD y del gobierno, de allí del uso demagógico de esta opción. Pero, al mismo tiempo, el pueblo venezolano también apuesta a la salida democrática que representa el revocatorio.  Igualmente la gente “de pie”, como suelo decirlo, desea que se produzca un diálogo que ofrezca soluciones a los tres más graves problemas del país: abastecimiento, inflación y seguridad.  En honor a la verdad, el gobierno ha avanzado en un área clave: el diálogo con los empresarios, pero a ritmo muy lento para una agenda de emergencia, se sigue aplazando decisiones que rompan los nudos diabólicos de la unificación cambiaria, control suicida de precios y déficit fiscal.  En estos puntos se declaran buenas intenciones pero no se anuncian medidas pertinentes.  Hasta UNASUR propone lo mismo, tal vez los tiros de la salvación vengan de ese lado.

Entonces, ¿qué debemos hacer?  Frente a un abismo, lo dice el sentido común que siempre es escaso, no queda más que detenerse y convocar voluntades para neutralizar las fuerzan que nos empujan al vacío.  Lamento decirlo, las cúpulas políticas (MUD y gobierno) no lo ven así, se empeñan en empujar más hacia el borde porque sacarían unas hipotéticas ganancias políticas: el gobierno, tiempo y la oposición, poder. Mientras ellos sacan sus cuentas, nosotros padecemos en carne viva los males de la crisis y suponen que estoicamente aguantaremos los sablazos hasta que uno de los dos contricantes gane la guerra política.  En lo personal no tengo temple de carne de cañón, me resisto a que me muelan más de lo estoy.

Al principio señalé que apostaría a salidas.  Ya lo he dicho, pero vale la pena repetirlo.  El primer escalón de la escalera (larga por cierto) que conduce a la salida es la instalación de una mesa de diálogo que sea tutelada por dirigentes externos. Los actores políticos principales deben apartar por un tiempo sus intereses particulares y mirar al colectivo venezolano que sufre los rigores de una crisis que no crearon ni se merecen.  Ya UNASUR propuso algunos nombres, tal vez la MUD quiera incorporar a otros, pero la mesa debe comenzar a actuar.  Un segundo escalón es el revocatorio, insisto, el pueblo salvará al pueblo.  Los que temen la consulta popular y siembran de minas el camino del revocatorio están jugando con dados explosivos.

Estas dos primeras opciones nos darán el piso de un diálogo que atienda otros asuntos que requieren soluciones en donde participe todo el país.  Aprendamos de Colombia, claro, sin los 220.000 muertos que quedaron en el camino. Seamos inteligentes que bien nos hace falta. Sin fracasamos, allí está la oscuridad de un abismo desconocido esperándonos.

 


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Nelson Suárez

Docente/Investigador Independiente (Literaratura, Ciencia, Tecnología y Sociedad)

 suarez.nelson2@gmail.com

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